¿Quién nace primero, la leyenda o el nombre de su protagonista? La historia que cuenta que los estudios Disney rechazaron a una mujer por ser una mujer comienza con un nombre: Mary Ford. La verdad que sostiene esa leyenda se cuenta a través de una carta escrita a máquina el 7 de junio de 1938, el papel está decorado, cómo no estarlo si se trata de Disney. En el margen izquierdo Blancanieves se levanta apenas la pollera amarilla -con las dos manos como hacen las princesas- para que se luzca un zapato azul celeste, hay ardillas y un conejo cerca del ruedo ondulante. Las cabezas de los siete enanos con barba blanca y sombreros que parecen gorras para dormir o medias de fantasía muy estiradas y de diferentes colores, miran desde arriba, son la frontera del papel y los ojos del encabezado. Después de un “Estimada Señorita Ford”, la carta le dice que su deseo de ser parte del departamento creativo es imposible porque el departamento creativo no admite mujeres. Punto, fin de la historia, la ilusionada dibujante ya está desanimada y despedida antes de ser contratada: “Las mujeres no hacen ningún trabajo creativo en relación con el proceso de creación de los dibujos emitidos en pantalla, y todo ese trabajo es realizado por jóvenes varones” (…) el único trabajo abierto a las mujeres es el de repaso de los personajes en láminas de celuloide con tinta china, y su posterior coloreado del trazo en el reverso transparente siguiendo las marcadas instrucciones.
Pero el desprecio no termina, antes de decir adiós la carta le advierte que, si bien para ser entintadora o colorista hay que presentarse en el estudio para hacer una prueba de pluma, tinta y color de agua, es mejor que no vaya a Hollywood porque son muchas las “niñas” que quieren postularse y pocos los lugares donde ubicarlas. El cierre de la carta es tan pomposo como solo una leyenda sobre el mundo Mouse puede serlo, porque quien la saluda muy atentamente en nombre de Walt Disney Productions, LTD, es una mujer: Mary Cleane, y su firma está a pocos centímetros del dibujo de la madrastra malvada con verruga, nariz ganchuda y manzana roja deliciosa que se despide en el margen derecho y a pie de página.
La carta del rechazo termina ahí, la leyenda no. Ese mismo año Disney contrató a Retta Scott en el departamento de Historia y Documentación, pero como no hay leyenda sin contexto histórico, la Segunda Guerra Mundial completó la epopeya. Con los hombres en el frente de batalla, las empresas necesitaron contratar a mujeres (Rosie la remachadora lo sabe) o reubicarlas, como hicieron con Retta, quien dejó el polvo del archivo y se sentó en una silla del departamento de Creación y Animación. En 1942 Retta fue la primera mujer animadora de Disney y quien dibujó los perros que persiguen a Faline, la novia de Bambi. De Retta Scott sabemos que nació en 1916 y murió en 1990, que le apasionaba dibujar animales, que sus días eran de papel y carbonilla cerca de las jaulas en el zoológico del Parque Griffith y que abrió la puerta para que llegaran otras mujeres animadoras al emporio Disney, como Sylvia Holland, Mary Blair y Bianca Majolie. De Mary Ford no sabemos nada. Puede ser la mujer de la foto que publicaron en un blog, la madre que nunca le mostró esa carta de Disney a sus hijxs (y que ellxs encontraron cuando murió, como pasa en las películas) y el capítulo de un libro epistolar sobre el rechazo. Salvo esos recuerdos de altillo saqueado, Mary no tiene biografía en el mundo virtual que habla de ella, es una leyenda animada sin dibujito.