“Al gran pueblo argentino... ¡pianos!”. Fue Enrique “Mono” Villegas el que alguna vez proclamó esta ocurrente paráfrasis del Himno Nacional. Una forma de provocación de marca propia, de cuando acaso había menos pianos que pianistas, en un país que entre las hazañas del tango, las remontadas del folklore, los estupores del jazz y la usanza de los conservatorios, había cultivado el buen gusto por lo que podía sonar en aquel mueble prodigioso capaz de contener a todas las músicas. En busca de esa tradición, el jueves, en el Centro Cultural Kirchner, comienza la segunda edición de Piano Piano, el festival que durante cuatro días y veinte conciertos se propone como un muestrario de pianistas argentinos de distintas generaciones y estilos. Sin recordar a Villegas, el encuentro anuncia una programación que va desde Diego Schissi hasta José Colángelo, desde Martín Liut hasta Fernanda Morello, desde Guillermina Etkin hasta Lilián Saba, por nombrar algunos. Y que avanza además en un homenaje a Hilda Herrera. Las entradas gratuitas se reservan en la página cck.gob.ar, donde se puede ver la programación completa.
Habrá además homenajes a grandes figuras del instrumento. El viernes, a las 20, con Universo Manolo Juárez se celebrará al gran pianista y compositor, con la participación de Hernán Jacinto, Fernanda Morello, Mingui Ingaramo, Luna Sujatovich, Nicolás Guerschberg y Andrés Beeuwsaert, entre otros. Antes, a las 18, Andrés Pilar recordará a Gustavo Leguizamón y Remo Pignoni. El sábado, a las 18, Paula Shocron y Barbara Togander rendirán homenaje a la pianista e improvisadora norteamericana Connie Crothers y a las 20, Iván Rutkauskas interpretará la Sonata en si menor de Franz Liszt y la Sonata en si menor n° 3 Op. 58 de Frédéric Chopin, dos monumentos del Romanticismo musical. El domingo a las 18, Matías Martino tocará música de Adolfo Ábalos. Antes, a las 15, los pianistas del programa Argentina desde el piano del Ministerio de Cultura de la Nación, que dirige Hilda Herrera, interpretarán arreglos propios para dos pianos de músicas de Ariel Ramírez, en el centenario de su nacimiento. A las 20, la misma Hilda Herrera recibirá el homenaje del festival, en un concierto del que participarán sus pares y sus alumnos.
“Fue una verdadera sorpresa”, dice la pianista a Página/12. “Creo que es un reconocimiento al trabajo y no a otra cosa. Atahualpa (Yupanqui) usaba la palabra ‘tesón’, que es muy linda. ‘Ese toca porque es tesonero’, sabía decir. Yo soy un poco de esas personas”, comenta.
-Es un homenaje también al talento...
-Puede ser, pero el talento sin trabajo, no es nada.
El de Hilda Herrera es uno de los nombres más importantes de la música argentina del último siglo. Lejos del barullo y la impostura, supo crear algunas de las piezas más hermosas del repertorio folklórico. “Zamba del chaguanco”, “La diablera”, “Vidala para dormir a un chango pobre” o “El fiero”, bastarían para reservarle un lugar entre los elegidos. Pero la pianista, compositora y maestra hizo mucho más. Atravesó todos los ritmos de la geografía sentimental del cancionero criollo y los tradujo al finísimo lenguaje de su piano, con sensibilidad y respeto por el rasgo tradicional, y al mismo tiempo aportando cosas nuevas.
De la celebración que tendrá lugar el domingo a las 20 en el Auditorio nacional del Kirchner, participarán los pianistas Andrés Pilar, Nora Sarmoria, Matías Martino, Sebastián Gangi, Eugenia Aristimuño, Nicolás Muller y Gabriel Quiña, además de las cantantes Florencia Bernales, Edith Rosetti, Hernán Lucero y Maruja Vidal, los violinistas Pablo Farhat y Santiago Martínez, los bandoneonistes Susana Ratcliff y Matías Wilson, el guitarrista Sebastián Henríquez, la clarinetista Celeste Wiede y el Quinteto Bataraz.
“La Nena”, como le dicen los que la quieren, nació hace 88 años en Capilla del Monte, en la provincia de Córdoba. Comenzó a tocar el piano en su pueblo natal, con una profesora de Buenos Aires que había llegado a esos valles con su familia en busca del aire sanador de las sierras. “A los 12 di los exámenes finales en el Conservatorio Beethoven de Córdoba, donde después me quedé, porque en Capilla del Monte no había escuela secundaria”, evoca.
En aquella Córdoba de los ’50, la del folklore alimentado por las migraciones del desarrollo industrial y la juvenil tradición universitaria, Herrera comenzaba a trazar su camino personal, entre su formación clásica y las canciones que escuchaba en su casa. “En aquella época estaban Adolfo Ábalos y Ariel Ramírez, que tocaban acompañados por otros instrumentos. Yo en cambio quería tocar sola. Una vez fui a la radio, para ver si me dejaban tocar. Cuando el director me escuchó, se entusiasmó y me dijo: ‘Muy bueno, búsquese un bombisto y un par de guitarristas y vuelva’. Cuando le dije que no, que yo tocaba sola, se sorprendió y me dijo: ‘No, piano solo, no’. Y claro, por entonces en el folklore las mujeres servíamos para cantar nomás”, recuerda.
“Yo lo único que supe desde muy niña es que amaba la música. Me gustaba tocar el piano sola y me gustaba inventar cosas. También me gustaba leer. La poesía siempre estuvo muy cerca y eso me permitió componer muchas canciones. Tengo unos sesenta temas compuestos, de las cuales se conocen muy pocos. En este homenaje en el CCK se van a cantar algunas de los menos conocidos”, dice Herrera. “Fui muy exigente, muy curiosa, muy buscadora. La palabra me cautiva tanto como la música. Al final, después de tanto buscar, me quedo con la definición de los griegos: la música es el sonido de la poesía”, continua la pianista.
En su actitud como docente, Herrera resume el rigor de la pianista, de la compositora y de la lectora. “La docencia partió de mi entusiasmo por transmitir lo que se podía hacer con nuestra música, la del Sur, la del Norte, la de Cuyo, desde el piano. Como esta idea fue prendiendo en los jóvenes me fui animando a profundizar y con el tiempo se fueron dando cosas impensadas. Hoy son muchos las chicas y los chicos que tocan muy bien”, asegura.
Argentina desde el piano –que originalmente se llama CIMAP (Creadores e Intérpretes de Música Argentina en el Piano)– fue ideado por Hilda hace veinte años. No solo es un espacio de formación para pianistas, sino una usina creativa en torno a la música argentina. Entre otras cosas, ha producido más de seiscientas partituras, con música original y arreglos de obras para piano solo, dúos de piano y distintas formaciones instrumentales. “Hemos desarrollado un trabajo enorme en este tiempo, con la complicidad y el compromiso de pianistas como Sebastián Gangi, Lenadro Baum y Nicolás Müller, que venían de una formación clásica y acá que se metieron con todo con la música argentina. Sin ellos, por ejemplo, este trabajo no hubiese podido seguir. Mi gran alegría es ver a tantos jóvenes que pasaron por mis lecciones que hoy hacen cosas maravillosas, con sus propios proyectos, sobre todo buscado el propio estilo: mi gran preocupación es esa, que no copien, sino que busquen el propio estilo, que busquen hacia adentro”, reflexiona Hilda. Y lamenta que un proyecto como este aún no se haya convertido formalmente en una escuela. “Estamos siempre en el aire, viendo pasar los gobiernos de turno y tratando que este proyecto se mantenga”, describe.