Adiós a la memoria 8 puntos
Argentina, 2020
Dirección y guion: Nicolás Prividera.
Fotografía: Héctor Prividera y Nicolás Prividera.
Montaje: Hernán Rosselli.
Duración: 95 minutos.
Estreno en la sala Leopoldo Lugones (jueves 4) y Malba (jueves 11).
Tras el paréntesis representado por Tierra de los padres (2011), que se sumergía en la historia del país, Adiós a la memoria, el nuevo film de Nicolás Prividera, retoma, aunque más no sea como disparador, la interrogación sobre el pasado familiar iniciada en M (2009). Si en aquel caso el realizador funcionaba casi como detective privado, intentando develar la verdad sobre su madre desaparecida, ahora la figura que asoma es la del padre. Pero sólo asoma; no tiñe el relato entero, como en aquel caso. Como el propio realizador aclara desde el off, el reencuentro es casi de compromiso, en tanto el padre está enfermo y por algún motivo no se ven desde hace décadas. La enfermedad de la que padece Héctor Prividera no es Alzheimer pero se le parece. Se trata, stricto sensu, de deterioro cognitivo, lo cual genera una pérdida progresiva de la memoria. A partir de la enfermedad de su padre Prividera despliega una larga y arbórea reflexión sobre la memoria y su pérdida, a las que entre otras cosas inscribe como centrales a la historia y política argentinas. Pero también las vuelca en una caja de resonancias, en la que esos dos polos --la memoria y el olvido-- no cesan de entrechocarse al infinito.
Allí donde M iba a la busca de una figura perdida pero omnipresente, Adiós a la memoria -premiada en la Competencia Oficial en la última edición del Festival de Mar del Plata y exhibida días atrás en el DocBuenosAires- se construye a la medida de la relación del realizador con su padre. La relación se quebró en la juventud, cuando ambos abandonaron la casa familiar y Prividera (el hijo) no volvió a ver a Prividera (el padre). ¿Qué es lo que le reprocha, lo que determinó el corte brutal, lo que hasta el día de hoy no perdona? El realizador dosifica la información de modo de generar cierto suspenso. A diferencia de M, donde el suspenso se desprendía casi naturalmente del carácter en cierta medida detectivesco de la investigación, aquí su incidencia narrativa es menor, en tanto el relato se expande. La figura del padre funciona como núcleo de un sistema de anillos concéntricos, como los que se forman cuando se arroja una piedra al agua. El padre es la piedra.
Lo que importa, en tal caso, es que, según la voz del realizador en off, la enfermedad de Héctor preexistía: antes de perder la memoria había elegido olvidar. “¿Cómo se llama ésta?”, pregunta Héctor Prividera ante una foto en la que se halla acompañado de una mujer. “Marta Sierra… Marta Sierra…”, se esfuerza en recordar. “¿Era mi hermana?”. En términos de serie cinematográfica, la respuesta también preexiste: Marta Sierra es el origen de la investigación de M. Marta Sierra es la madre de Nicolás. “Tu esposa” es la única respuesta al padre que el hijo da en todo el film: su voluntad de silencio es (casi) absoluta. Que ese abismo sigue incólume lo señala el efecto de distanciamiento que el off construye desde un principio. Nicolás se nombra en tercera persona: “el hijo”. Héctor es obviamente “el padre”.
“Construcción” es una palabra clave para describir la estructura y la forma de Adiós a la memoria. Hilado por la voz narradora que es la verdadera protagonista del film, el relato se expande por un sistema de asociaciones, ecos y simetrías. Una cita de Borges hace referencia a un hombre apresado en una ruina circular. De allí en más el aprisionamiento, el círculo y Borges incluso serán algunos de los leitmotifs que reaparecen una y otra vez, conectando al Conde de Montecristo con Antonio Gramsci y a los tiempos lineal y circular con el modo en que el relato de Adiós a la memoria avanza y se vuelve sobre sí mismo, para avanzar y volver otra vez. La red de referencias, citas y asociaciones que el relato teje es imprevisible, erudita y fatal. M era un documental en primera persona, Adiós a la memoria es un ensayo cinematográfico. Un film que piensa. M era rabiosa, Adiós a la memoria es, en términos personales, amarga. Políticamente parece responder, en cambio, a una cita de Walter Benjamin: melancólica de izquierda.