Para Ovidio, la metamorfosis remite a los cambios que los cuerpos experimentan en su forma para volverse diferentes y nuevos. Con esa idea rectora y el fundamento filosófico pitagórico de la esencia de la realidad como eterno fluir pensó el libro homónimo y su obra más perfecta y célebre.

Frecuentemente en La metamorfosis, los dioses se transforman o disfrazan sus cuerpos o el de los humanos con un objetivo erótico. Así, Zeus enamorado se convierte en águila para raptar al bello Ganimedes y gozar de él en el monte Olimpo. O el adivino Tiresias deviene mujer después de matar a una serpiente hembra en pleno coito. Esta experiencia inédita transgénero hizo que pudiera revelar que las mujeres gozaban más que los hombres en el acto sexual.

Por estos y tantos otros motivos, resulta de singular belleza y subversión que la exposición fotográfica de travestis y transformistas de los años setenta en San Pablo inaugurada ayer en el Malba se titule La metamorfosis. Curada por los investigadores Gonzalo Aguilar y Samuel Titan JR. este verdadero rescate histórico -producto del esfuerzo mancomunado entre el MALBA y el Instituto Moreira Salles- está dedicado a Madalena Schwartz (Budapest, 1921 – San Pablo, 1993), una fotógrafa de origen judío y húngaro que supo radicarse largos años en Argentina y Brasil.

Desmontajes

Madalena Schwartz solía centrar su serie de retratos de travestis y transformistas en el momento del “montaje”, del devenir mujer o de la transición: esos mágicos instantes previos en que los cuerpos cambian de género sin culpa y sin pedir permiso. Lejos de las clásicas fotografías de transformistas sobre el escenario o de travestis en las calles en situación de desamparo o prostitución, el centenar de fotografías que Madalena legó a la posteridad tienen como epicentro el camarín o su propio apartamento en el piso 30 del edificio Copan (un rascacielos residencial diseñado por el arquitecto Oscar Niemeyer). Su casa devino improvisado estudio fotográfico con luz artificial, teatralidad y una explícita producción de poses, maquillajes y modelajes. Schwartz prefirió un lugar trans, intermedio entre la fotografía sobre el escenario o el periodismo erótico urbano de las calles, un lugar de transición para las metamorfosis de género.

Así, quizás inconsciente o involuntariamente, pero seguramente con una gran sensibilidad e intuición se anticipó más de dos décadas a reflexiones contemporáneas, entre otras, las de Judith Butler del género como performance y puesta en escena o las de Paul Preciado del cuerpo como experimentación de tránsito entre sexos en Un apartamento en Urano.

El investigador Gonzalo Aguilar se detiene en uno de los ejemplos más bellos y paradigmáticos de este criterio estético y político: la larga secuencia de fotos realizadas en el apartamento de Madalena de una pareja compuesta por Danton, un joven de largos cabellos, junto a otro personaje que no fue posible identificar. Primero, aparecen sin disfraz ni maquillaje, luego en una secuencia de voluptuosas fotos estáticas van incorporando brillos, plumas y pelucas hasta terminar en una orgiástica y concupiscente danza performática de género. De esa manera, la metamorfosis se convierte a la vez, en una experiencia artística y erótica.

Hospitalidad sin preguntas

Cuando las modelos son transformistas que frecuentan o pululan por la escena alternativa de San Pablo, ya sea anónimos o conocidos como el cantante Ney Matogrosso, los integrantes del grupo Dzi Croquettes, la actriz Elke Maravilha o el recordado y multifacético performer local, Patricio Bisso (vecino suyo del Copan), Swartz suele elegir un espacio y un objeto privilegiados: el camarín y el espejo. De esa manera, en un juego borgeano de identidades –pero que más bien remiten al mundo alternativo del país de las maravillas de Lewis Carroll en Alicia a través del espejo-, lxs artistas son fotografiadxs mientras se contemplan y se pintan los ojos, se colocan la peluca o se ponen rímel y brillos en los labios.

Es la antesala a la conversión en mujeres maravilla. Pocas como Lynda Carter, la actriz que interpretó a la mítica superheroína amazona en la serie de culto, supo expresarlo con mayor elocuencia hace unos días cuando twiteó: “Las mujeres trans son mujeres maravillas”. El correlato de Diana Prince dando vueltas hasta convertirse en una beldad de estrellas, brillantinas y luces, en el mundo gay es la transformación del flacucho Bill Bixby en el fornido Lou Ferrigno en el serial El increíble Hulk.

La historia de Madalena Schwartz merece ser contada. Nacida en 1921 en Budapest, emigra hacia Argentina junto a su padre luego de la muerte de su madre. Es en 1960 ya casada y con dos hijos, cuando parte en barco hacia Brasil y abre una lavandería en pleno centro de San Pablo.

A mediados de la década del 70 su vida da un giro de 360° cuando uno de sus hijos gana una cámara fotográfica en un concurso de un programa de televisión. ¿Qué habrá llevado a una mujer de cincuenta años a interesarse por ese aparato y por la fotografía? ¿Qué motivaciones, ambigüedades o deseos la habrán llevado a centrar su obra fotográfica en las travestis y a transformistas a quiénes solía ver desde las alturas del Copan o que eran sus clientas en la lavandería? ¿o a interesarse en aquellos personajes que conformaban la vida nocturna y bohemia a la cual Madalena era afecta? ¿Cuáles habrán sido sus propias metamorfosis tras su viudez cuando su obra adquiere mayor notoriedad después de ser expuesta en el Museo de Arte de San Pablo en 1974?

Algunas claves que den respuestas a esas preguntas pueden encontrarse en sus múltiples identidades: la de ser mujer y de pertenecer a un grupo secularmente marginalizado, víctimas de persecuciones, holocaustos y crímenes; la de ser húngara y con larga raigambre en Latinoamérica. En todo caso habrá conocido lo que es buscar un lugar en el mundo. Por ello, quizás brinda una hospitalidad derridiana hiperbólica sin preguntas a esas que, como ella, eran desclasadas y sobrevivientes.

Por eso quizás también se dedicó a fotografiar personas poco conocidas que se ganaban la vida en clubes nocturnos o en salones de peluquería. La mayoría de ellas fueron recibidas en la casa del edificio Copán y las fotografías respiran un ambiente de complicidad que parece afirmar la existencia de comunidad entre fotógrafa y modelo.

Una bicha en mi casa

“Fue la primera vez que pude ser 'bicha' en una casa de familia” declaró Danton cuando entró en el bloque C del edificio Copan y vestidx y maquilladx y con peluca pudo cumplir un sueño largamente acariciado: el de ser Ella en la sala de un tradicional hogar heterosexual. De estas subversiones habla también el trabajo de Madalena: de la entrada de cuerpos inconvenientes a espacios secularmente prohibidos.

Así, entre las feminidades exageradas, el glamour y el grotesco, Madalena entregó a la cámara pómulos esculpidos por la luz, travestis vestidas de princesas y cuerpos desnudos de singular hermosura junto a otros ajados por los años y los padecimientos, modelos conformando familias trans y travestis, simulando amamantar y/o abrazadas a muñecas de porcelana imaginando o parodiando esas maternidades que no deseaban o que no pudieron ser. Y también emulando a La piedad en clave trans. Todo ello en su amplio piso de 180 metros cuadrados, en escenarios cotidianos o sentadas sobre sillones lujosos o escalinatas señoriales que habitualmente les estaban vedadas o en otros ámbitos cotidianos en los que se desenvuelve lo que se suele llamar, a grandes rasgos, la vida burguesa.

 

La protesta por otros medios

Son los años post 1968 y post Stonewall, los años en que Latinoamérica la liberación sexual se inserta en penosas dictaduras. También son los años previos a que las identidades comiencen a cristalizarse tras las transiciones democráticas y a que la traumática epidemia del sida se lleve muchos de los cuerpos fotografiados por Madalena y hagan percibir en la comunidad la idea del fin del mundo. Por eso, Las metamorfosis se centra en cierta especificidad epocal de los años setenta: la de aparición de sexualidades disidentes que encuentran en el arte o espectáculos alternativos un lugar privilegiado de manifestación y de visibilidad.

El escenario en que Schwartz produjo sus imágenes es eminentemente político. Tal como expresan los curadores, Gonzalo Aguilar y Samuel Titan Jr.: “No se trataba de un momento histórico cualquiera, sino de los años de plomo de la dictadura militar brasileña bajo el gobierno del general Emílio Garrastazu Médici. Años opresivos y violentos, pero también paradójicamente fértiles: expulsada del ámbito político-partidario, la protesta se hacía sentir por otros canales, estéticos, comportamentales, eróticos. Madalena captó en sus fotografías esa tremenda explosión de color y energía utópica”. En efecto, la formidable subversión de género que retratan las obras fue uno de los núcleos de resistencia a la larga noche de la infamia de las dictaduras latinoamericanas.

 

Archivos y resistencia

La muestra se complementa con afiches de películas paradigmáticas de la época –Cabaret de 1972, La reina diabla de 1972, La jaula de las locas de 1978, entre otras-, en clips televisivos, en referencias alusivas al desbunde brasileño presentes en la estética y las letras de Ney Matogrosso o Caetano Veloso y en figuras literarias como Manuel Puig y la Loca Molina de El beso de la mujer araña o la doña Manuela de Un lugar sin límites de José Donoso.

Y para terminar de conformar un testimonio global de época, la exposición presenta ejemplares de periódicos de vanguardia como Manchete, verdadero palco heterotopico trans, Lampião da Esquina y Chana com Chana, voces de la comunidad gay y lésbica de la época que denuncian crímenes de odio y otros documentos frecuentemente analizados por escritores e investigadores de la talla de Edgardo Cozarinsky y João Silvério Trevisan, entre otros.

Quizás, porque la contracara a esa cartografía erótica es el negocio del deseo y el comercio carnal paulista retratado por Néstor Perlongher en La prostitución masculina, se incluye un mapa del centro de San Pablo, concebido especialmente para la muestra pero diseñado a partir del confeccionado por el poeta y sociólogo argentino.

Pero la muestra no se reduce a Brasil, sino que crea y recrea diálogos y escenarios con las culturas travestis y trans de la región en la década del setenta. Así, entre otras, incluye imágenes reunidas por los colectivos Archivo de la Memoria Trans en Argentina y el Archivo Quiwa de Bolivia. Y se rescata y revalorizan para la memoria histórica los nombres de nuestras Evelyn y la adorable Vanessa Show (en una icónica y sensual foto de 1976 de La Luisita), los del puertoriqueño Mario Montez (inmortalizada como una drag queen comiendo una banana en el cortometraje “Mario Banana” dirigido por Andy Warhol), de la cubana Phedra de Córdoba (exiliada del castrismo y paulista por adopción), de la Gran Ofelia boliviana y de tantas pioneras latinoamericanas de algunas de las cuales no se sabe ni siquiera el nombre porque frecuentemente, parafraseando a Paul Celan: “todo lo verdadero transcurre en las sombras y no sabe nada de la historia humana”. Pero en todo caso, en la exposición las travestis y transformistas suelen aparecer rodeadas de luces y brillantinas, enmascaradas, imitando a Carmen Miranda o Sara Montiel, en la cama o gozando en fiestas carnavalescas que hubieran sido el deleite de Bajtin. Las obras de fotógrafos consagrados como la chilena Paz Errázuriz, el mexicano Adolfo Patiño y el venezolano Vasco Szinetar conviven con otras de archivos personales y entre todas documentan un universo de crítica a los patrones conservadores vigentes. Y generalmente resuman alegría y la proverbial rebeldía trans y travesti que supo resistir a las persecuciones, la transfobia, los crímenes de odio, a las dictaduras y las “dictablandas” en los años previos a la epidemia del sida. 

Las metamorfosis, Madalena Schwartz. Travestis y transformistas en San Pablo en los años 70, se puede visitar en el MALBA hasta marzo de 2022. El lunes 8 de noviembre a las 18:30, tendrá lugar el conversatorio Todo sobre mi madre, con Laura Isola y Jorge Schwartz. El domingo 7 de diciembre habrá una mesa redonda, virtual, sobre fotógrafas lationoamericanas.