Finch       7 puntos

Estados Unidos/Reino Unido, 2021

Dirección: Miguel Sapochnik.

Guion: Ivor Powell y Craig Luck.

Duración: 115 minutos.

Intérpretes: Tom Hanks, Caleb Landry Jones.

Estreno el viernes 5 en Apple TV+.

“Bye, bye, Miss American Pie”, canta a capella Tom Hanks, enfundado en un traje naranja con casco a tono que lo protege de la inclemencia de los rayos solares, bastante agresivos desde que la capa de ozono sufrió alteraciones y el cielo se convirtió, según sus propias palabras, en un “queso suizo”. Las primeras escenas del film dirigido por Miguel Sapochnik –realizador británico hijo de argentinos, muy experimentado en el terreno de las series– revelan rápidamente sus características generales: en un mundo post apocalíptico en el cual la ciudad y alrededores de St. Louis se han convertido en un desierto, el ingeniero en robótica Finch Weinberg pasa los días en busca de alimentos para él y su fiel perro Goodyear, trabajando al mismo tiempo en un robot creado específicamente para cuidar del animal cuando su amo ya no esté. Es que la radiación solar ha afectado órganos y tejidos y no hay nada que pueda hacerse al respecto. El planteo de la apuesta más fuerte de la plataforma Apple en la temporada 2021, producida entre otros por Robert Zemeckis, fue filmada antes de la pandemia y pasó por varias manos, dejando en el camino la posibilidad de un estreno en salas.

Es una pena, ya que varios de los placeres visuales de la película están ligados a los paisajes y el uso de los efectos especiales. De todas formas, Finch no es en esencia una historia de acción y suspenso futurista –más allá de un par de escenas inyectadas de adrenalina–, sino un drama centrado en un hombre solitario que encuentra en una mascota y en esa nueva creación de metal y cables, figura antropomorfa bautizada como Jeff, la posibilidad de interactuar con algo parecido a una familia. Pero, ¿acaso Finch es el último humano sobre la Tierra? Seguramente no, pero en el guion de Ivor Powell y Craig Luck, consecuencia de la destrucción de cualquier atisbo de civilidad, los congéneres son simples enemigos en la lucha por la supervivencia. Luego de la presentación de ambientes y personajes, la aparición en el horizonte de un súper tornado empuja a Finch a acelerar la decisión de abandonar la seguridad del búnker tecnológico y partir en un viaje hacia la otra punta del país, San Francisco.

Por las rutas se despliega entonces la probada estructura de la road movie, con Finch a cargo del control de la casa rodante y el recién nacido Jeff –de inteligencia artificial moderada, físicamente torpe, pero aprendiendo kilómetro a kilómetro– haciendo las veces de “alivio cómico”, ayudado por la voz del actor Caleb Landry Jones. Finch, la película, alterna momentos ligeros y humorísticos con otros en los cuales la amenaza de una muerte segura les pisa los talones al humano y al can. En más de un sentido, el Finch de Hanks es un primo lejano del Chuck Noland de Náufrago, aunque Goodyear y Jeff terminan siendo mucho más expresivos que Wilson, la pelota de vóley más famosa del mundo, y el atribulado viaje abre el relato a otras posibilidades. Pensado para toda la familia, el film de Sapochnik no esquiva sin embargo las oscuridades, las de un presente ominoso y aquellas otras del pasado que, ya sea en forma oral (Finch siempre comienza a desgranar sus recuerdos con un “había una vez”) o bajo la forma de un único flashback, ofrecen abandonos infantiles y muertes violentas en un mundo que olvidó las reglas de la civilización.

Así, mientras Jeff es perseguido por un molesto tornillo suelto en el interior de su cabeza metalizada y la salud del humano comienza a deteriorarse, Finch va imponiéndose como un acabado ejemplo de transparencia narrativa clásica y drama sensato. Emotivo, pero con la sensiblería contenida mediante correa y bozal. Hanks vuelve a confirmar su estatura de actor/estrella y, a la manera de un Henry Fonda en otros tiempos, reencarna en una nueva versión del héroe resistente pero sensible, contradictorio y justo. En tiempos de producciones inflamadas, hiperbólicas y graves, Finch regresa a un concepto de entretenimiento popular que no apuesta a los laureles de la autoimportancia y la grandiosidad, origen de su mayor virtud, la nobleza.