Desde París
El presidente “ni de izquierda ni de derecha” nombró al responsable central de su mandato con toda la intención de generar un cortocircuito entre los conservadores que buscan una mayoría en la asamblea en las próximas elecciones legislativas del 11 y 18 de junio e imponerles así una cohabitación. Emmanuel Macron designó a un hombre político oriundo del sector más moderado de la derecha francesa del partido del ex presidente Nicolas Sarkozy, Los Republicanos: se trata de Édouard Philippe, intendente de la localidad portuaria de Le Havre. Edouard Philippe es un personaje por demás singular que, apenas nombrado, declaró “soy de derecha”. Bonachón, autor de una novela policial sobre corrupción política (Dansl’ombre), asiduo al boxeo, bromista, hilo conductor de un documental que realizó sobre él uno de sus amigos de infancia (de izquierda), Mi amigo de Derecha (Mon pote de Droite de Laurent Cibien), y anti Sarkozy irreductible. Philippe es un partidario de la línea llamada “derecha humanista” cuyo líder es el ex primer ministro Alain Juppé, derrotado en noviembre pasado por François Fillon en las primarias de los conservadores.
El recién asumido jefe del Estado prefirió escarbar las fracturas de los conservadores en vez de buscar un primer ministro entre los miembros de su propio partido, La República en marcha (LRM). Los Republicanos se desmarcaron enseguida del nuevo jefe del Ejecutivo en un comunicado donde “lamentan” la inclusión de Philippe, descartan la idea de “una coalición de gobierno” y afirman que se trata de una decisión de “carácter individual”. Al mismo tiempo, otro grupo de la derecha disidente con la corriente oficial se pronunció a favor de dar respuestas positivas a las ofertas del presidente. Después de haber vaciado al Partido Socialista, Macron encara la segunda y decisiva parte de su plan que consiste en meterse en los intersticios de las fracturas de los conservadores, captar a sus miembros para, posteriormente, seducir al electorado y constituir una mayoría propia en las elecciones legislativas. El presidente sigue bajo la amenaza de no poder constituir en la asamblea un grupo mayoritario.
La etapa inicial de la estrategia post elección presidencial se abrió con el nombramiento del primer ministro, hoy sigue con la designación de todo el gobierno, donde se sabrá cuántos Republicanos se sumarán a su Ejecutivo. La tercera vendrá de aquí al fin de semana cuando se conozca la cantidad de candidatos de la derecha que se presentarán bajo las banderas de Macron en las elecciones legislativas. A esta altura hay unas 150 candidaturas sin cubrir, lo que deja la puerta abierta para que se plasme una amplia mudanza de líderes del centro y la derecha. Lenta pero con una eficacia rotunda, Macron le va restando credibilidad a los argumentos de sus adversarios que, apenas ganó las elecciones, lo retrataron como una copia más joven del saliente presidente François Hollande y de esconder “su socialismo nato”. Con un escudero de derecha, la crítica pierde vigor al tiempo que le abre a Macron su terreno de caza.
La juventud de Macron, 39 años, y la de su primer ministro, 46, son ya un neto contraste con la museología política de Francia. Ambos hombres se conocieron en 2011 sin llegar a simpatizar abiertamente. A lo largo de la campaña electoral para las elecciones presidenciales, Philippe escribió una crónica semanal en el diario Libération en donde se burló varias veces de Macron y sus mítines con aura de misa esotérica. En un momento escribió: “ahora Macron está caminando sobre las aguas y curando a los ciegos”. Ambos caminan hoy juntos hacia la conquista del segundo desafío: las elecciones legislativas. Macron y Philippe son un puro producto del sistema francés de capacitación de grandes funcionarios del Estado, la ENA, Escuela Nacional de Administración, una institución de donde salen las elites que gobiernan o administran el país. Pero, sobre todo, ambos parecen haber hecho suya la máxima del ex jefe de Gobierno Alain Juppé:“Algún día, habrá que pensar en cortar las dos partes del omelette para que la gente razonable deje de lado los extremos, de izquierda como de derecha, los cuales no han entendido nada sobre el mundo”. Presidente y primer ministro encarnan desde ahora “la alianza de la gente razonable”. Hace algunas semanas, en el diario Libération, Philippe decía:”es muy peligroso ver a la izquierda y luego a la derecha sucederse sin aportar soluciones. Es esa impotencia repetida, ese fracaso, esa decepción, lo que acarrea el ascenso del Frente Nacional” (extrema derecha). En algún momento, Philippe se refirió a Francia como un país “paradójico y contradictorio”. Es exactamente así la pareja que forman él y el presidente, consagrados desde este momento a hacer una realidad sus respectivas retóricas, es decir, armar “una mayoría de progreso”. Tal vez no les sea tan difícil con una Partido Socialista moribundo y una derecha diseminada en un fantástico fuego de artificios que iluminan el cielo político con sus cien colores. “Hay que probar algo que nunca se intentó (…) porque nunca antes hubo tanta rabia en Francia”, dijo ayer el jefe del Ejecutivo. Apenas asumió, Philippe fijó las prioridades de su política: “educación, seguridad” y una doctrina fiscal “que le devuelva la competitividad a la economía francesa”. La presidencia de Macron se inicia con un matiz hacia “la derecha social”, una suerte de liberalismo más hábil que los extremos que se ha adaptado como un camaleón para continuar con el timón en las manos.