Dante Panzeri sigue entre nosotros repotenciado. A cien años de su nacimiento –se cumplen este 5 de noviembre– y en cada artículo de su fecunda obra periodística. Aunque suele volver con más frecuencia en cada aniversario de su muerte, el 14 de abril de 1978, sus luchas y desvelos regresan con igual intensidad. Aquellos que mantuvo por un deporte con decoro y nunca como decorado. Ese del que decía “yo solamente puedo darle protesta para defenderlo de quienes lo destruyen. Con lo que creo que construyo” en su prólogo y fin de Burguesía y gangsterismo en el deporte (Ediciones Líbera, 1974). La bestia negra de ese poder llamado fútbol, el fútbol de la TV analógica que ya insinuaba su poder en los años '60 y '70, fue y es, un referente insoslayable del periodismo deportivo. Marcó con su huella sobre la piedra una forma de ejercer el oficio que convirtió a su apellido en un sustantivo de doctrina, de escuela periodística con poquísimos alumnos avanzados. El panzerismo.
Si hay alguien que conoce en profundidad su obra es Matías Bauso. Escritor y abogado, investigó primero y publicó después, un libro que combina en su título tres elementos que para Panzeri escaseaban en el fútbol: Dirigentes, decencia y wines (Sudamericana, 2013). En su extenso trabajo de 544 páginas escribe, tajante, que es “el periodista deportivo más importante de todos los tiempos”. Hoy, ocho años más tarde, le explica a este cronista por qué: “Fue el primero que entendió que el deporte era mucho más que el resultado de un partido. Para él se trataba de un fenómeno sociológico, cultural… También comprendió que una de sus dimensiones era la política, aunque no permitió que se cruzaran en una misma intersección. Tenía una coherencia absoluta. Cambió el ejercicio del periodismo deportivo y llegó a hacerlo con la profesión entera. Y lo logró desde su alto nivel de exposición como director de la revista El Gráfico o desde sus columnas de Canal 11”.
Panzeri nació en Rosario cuando la ciudad rondaba los 200 mil habitantes. En abril de 1921 había inaugurado su aeródromo con la presencia del intendente Claudio Newell, hijo de Isaac, los dos fundadores del club del Parque Independencia que tomó ese apellido británico. Fue el año de las grandes luchas de la Forestal. Sus obreros terminaron masacrados al norte de Santa Fe. La familia de Dante decidió mudarse poco tiempo después hacia San Francisco, al sur de Córdoba. Su padre murió cuando era demasiado pibe y él tuvo que salir a trabajar para colaborar con su madre. Apenas pudo terminar la escuela primaria. Repartía fiambres en bicicleta y cuando empezó a hacer mandados para un diario local, nunca más abandonó los medios gráficos. “Autodidacta a la fuerza, eligió como maestro a la revista El Gráfico y sus redactores: Chantecler, Last Reason, de Soiza Reilly, Borocotó y Frascara”, cuenta Bauso en su libro.
El fútbol provocaba una especie de hipnosis en aquel chico que cuando no lo jugaba, lo vivía desde las páginas de la revista que dirigiría apenas después del Mundial ’58. El llamado Desastre de Suecia. No duró mucho en el cargo. El 26 de agosto de 1962, Constancio Vigil –uno de los dueños de El Gráfico– le pidió que publicara un libelo del ministro de Economía de la dictadura cívico-militar encabezada por José María Guido, el liberal-golpista Alvaro Alsogaray.
Panzeri se negó. En Dirigentes, decencia y wines se reconstruye aquel momento mítico, una declaración de principios que describe al periodista en su esencia insobornable. “Le aclara que la revista es de ellos pero que no cuenten con él para avalar esa propaganda, que no tiene nada que ver en medio de una cobertura de un Boca-River. Y, al tiempo que toma el saco del respaldo de la silla y se dirige hacia la puerta, les grita que cierren el número como puedan, que la crítica del partido firmada por él no la pueden publicar junto a lo de Alsogaray. Hace lo único que puede hacer: rompe su artículo en varios pedazos y lo tira a un tacho de basura”.
La relación termina una semana después. Panzeri edita su última tapa. Se la dedica a Antonio Báez, un exfutbolista de Tigre, Platense, River y Millonarios de Colombia que se había retirado en 1955. En el epígrafe de la foto de ese delantero, con la camiseta del club de Núñez, se lee: “Justicia para un olvidado”. Se despidió con ese tributo a un crack desdeñado, que nunca antes había ocupado la tapa de El Gráfico. Así era Panzeri, amado u odiado por dos sectores bien definidos. Sus consecuentes lectores, televidentes u oyentes de radio y los poderes que dominaban al deporte. No tan problematizado como es ahora.
Sí algo –nos cuenta– le quedó pendiente a Bauso en la tarea de divulgar la obra de ese periodista hipercrítico, combativo, ingobernable para la industria del espectáculo que jamás se critica a sí misma, fue la llamada Cruzada Honoraria de la Decencia. La lanzó Panzeri desde El Gráfico el 10 de enero del '62: “Si usted es de los que quieren el orden, el respeto recíproco y la civilización del fútbol, mándenos este cupón. Una vez reunidos los suficientes ‘soldados’ de la Cruzada Honoraria de la Decencia elevaremos su ofrecimiento a la AFA y a la Policía Federal para que sus servicios sean sanamente utilizados en bien del fútbol y del espectáculo. Antes del 17 de febrero les diremos a la AFA y a la Policía: ¡Aquí están los nombres de los 10 mil argentinos dispuestos a terminar con el caos del fútbol! Ya no se podrá hablar de insuficiencia de medios para combatir el delito”.
En un detallado artículo de Mariano Hamilton y Fabián Mauri en la recordada revista Un Caño, se recuerda cómo terminó aquella idea ciclópea: “El 14 de marzo Panzeri, enojadísimo, al tiempo que comenzaba el campeonato, dio por terminada su cruzada. En el número 2214 de El Gráfico publicó: ‘Hemos fracasado. Más de 20 millones de habitantes tiene el país. Alrededor de quinientos mil son espectadores de fútbol. De ellos, solamente mil cien apoyan esta cruzada’”.
El periodista que escribió su primer libro, un libro de culto, Fútbol dinámica de lo impensado (Paidós, 1967) siguió observando todo desde su trinchera. Aquello que cuando se refería al entorno del fútbol llamaba “ese círculo tan multitudinario como obsceno”. Un concepto que aplica todavía hoy. El periodismo del que formaba parte también lo analizaba sin guardarse nada: “Culpable nunca compareciente”, es el título de uno de los capítulos de Burguesía… Tampoco omitía en el juicio a los propietarios de los medios: “la libertad de prensa es para los cinco dueños de los grandes diarios o las grandes editoriales”, declaró una vez.
Panzeri, solo de toda soledad, atravesaba cualquier desierto. Adelantado a su tiempo, su pensamiento persiste, su palabra late en casi 15 mil artículos, un par de libros y su obra divulgada por doquier. Resistió hasta que sus pulmones de fumador consuetudinario le dijeron basta. Murió 47 días antes del Mundial ’78. El torneo fetiche de la dictadura genocida con 30 mil detenidos-desaparecidos que él consideraba un despilfarro.