A los veintiuno, Pamela Rudy se fue de mochilera al Caribe y fue cuando, por primera vez, sintió el desarraigo y la inevitable nostalgia de la pertenencia. Empezó a ir a lugares con micrófono abierto a cantar tangos y canciones de jazz para sentirse más cerca. Con esa experiencia, también empezó a escribir sus primeras canciones y unos años más tarde, en 2016, grabó el primer disco, El reino.
“Cuando lo escuché me pareció que era muy blando, ¿por qué había hecho un disco tan blando, tan naif, si yo era rockera? Bueno, era parte del camino, descubrir lo que te gusta y lo que no”, cuenta Rudy desde Córdoba Capital, su lugar de origen y de residencia.
Cinco años después, agradeciendo el encierro pandémico que le permitió poner la energía y el tiempo en la creación y la producción, Rudy se encargó de dar vuelta esa tabula rasa y reescribir su personalidad. Tánatos, el tercer álbum de la cantautora cordobesa, es un disco no sólo de rock, sino también de blues: “Pappo’s Blues me vuela cabeza hasta el día de hoy”.
Y en el medio grabó Corredora del desierto, editado en 2019. Dice, es la antítesis del primer disco. “El reino tiene violines, canciones más pop, más suaves. Con el productor Tomás Ferrero, de Rayos Láser, decidimos armarme una banda, que es lo que yo no tenía en ese momento. Busqué a los chicos de Nautilus, que son actualmente mi banda, e hicimos Corredora del desierto”.
Rudy es fotogénica y se muestra enigmática en el arte de tapa, cuyo efecto caleidoscópico se anexa a la idea de rock psicodélico y potente. Además de Pappo, entre la música que elige, enumera a Knei, Camionero y Nautilus, amigos con quienes se retroalimentan musicalmente. “Era algo que queríamos integrar en el repertorio, no sólo el blues clásico, más lento, sino irnos un poco al de los años ‘70, que son más psicodélicas, y comernos ese viaje”, cuenta.
► Estéreo-tipos
Habla también del desafío que fue pensar su voz. Dice: “Tenemos tanto estereotipo masculino de cómo tiene que sonar el rock. Y era muy loco tocar blues o querer hacer ese género con la voz, que tampoco sea la típica voz de chica, porque también estamos muy acostumbrados a escuchar la típica vocalista de blues. Darle una vuelta de tuerca fue, creo, lo que más me desafió. Hay mucho chico que me quiere venir a decir cómo se canta”.
Tánatos, cuyo concepto de la mitología griega retomó Sigmund Freud para hablar de la pulsión de muerte en el psicoanálisis, en contraposición a la pulsión de vida, encarnada por Eros, representa para Rudy un dejo de nostalgia y pesimismo. “Me pareció que era un concepto que me ayudaba a recapitular a todas las canciones, después nos pasaron muchas cosas en lo personal que nos hicieron reafirmar que era un disco tanático totalmente”, dice.
Las dos primeras canciones, Todo va a estar bien y Algo más, auguran lo que se escuchará en el resto del álbum. En el devenir guitarrero, rítmico y arrabalero, la voz de Rudy se luce de principio a fin. Letras como Salsipuedes o Blues de la niña tienen un por qué; nacen de historias y un recorrido que Rudy alojó, más que nunca, en el concepto tanático. Sobresale el audio de las guitarras de Nacho Sánchez, motivos surfers que en los solos vuelve a lo clásico. Y las melodías que Rudy canta, por momentos, resultan estremecedoras.
La presentación de Tánatos va a ser el domingo 21 de noviembre a las 20 en Pez Volcán, Córdoba (M.T. de Alvear 835), con Santi Moraes de invitado. Pero además, después de una gira con Mariana Päraway por Mendoza, San Juan y San Luis, y los vínculos y amistades que fue tejiendo en Buenos Aires -como Noche de navidad, el villancico que grabó con el propio Moraes-, Rudy está lista para conquistar la gran ciudad. “Este disco me va a permitir tener un piecito más en Buenos Aires, creo que hay que estar”, reflexiona la cantante. Canciones, rock y voz, no le faltan para estar donde ella desee.