Durante 2015, y en el marco de su campaña a presidente, Mauricio Macri envió una insólita carta al embajador chino, Yang Wanming, en donde expresaba su preocupación por la eventual inconstitucionalidad y falta de transparencia de los acuerdos bilaterales firmados por la administración de Cristina Fernández de Kirchner y ratificados por el Congreso.
Ya como presidente, los primeros gestos de Macri hacia China mostraron una insalvable incoherencia. Por un lado, ante el rápido fracaso de su plan económico original basado en un boom exportador y una lluvia de inversiones, el gobierno argentino hizo efectiva la conversión de yuanes a 3.086 millones de dólares en el marco del swap de monedas con China suscripto durante el anterior gobierno, el mismo que durante años restaba del cálculo de las reservas porque supuestamente era “trucho”. Por el otro, continuó sembrando sospechas sobre la transparencia de los acuerdos bilaterales suscriptos por la anterior gestión, entre los que se destacaban las represas Kirchner-Cepernic en Santa Cruz, cuyas obras iniciadas en 2015 fueron paralizadas para reevaluar sus “impactos ambientales”.
De esta forma, la nueva administración envió un claro mensaje a su contraparte: Argentina pasaba a vincularse de manera prioritaria con los países centrales y China pasaba a ser un socio más. Esta lectura no sólo subestimaba la creciente vinculación bilateral que había tenido lugar desde 2004 a partir de la visita del presidente Kirchner a Beijing, sino que pronto debería ser revisada y rectificada a la luz de un mundo que se tornaba más complejo y hostil a lo ingenuamente esperado por el macrismo.
Es que la principal (¿única?) idea de Macri en materia de política internacional era firmar el ingreso de Argentina al Tratado Transpacífico (TTP) y a la Alianza del Pacífico, tratando de alguna manera de revivir el ALCA. En lenguaje de marketing, esta ruinosa decisión se denominaba “volver al mundo”. Seguramente, era parte del acuerdo con la candidata Hillary Clinton que el embajador Lousteau y el presidente Macri apoyaron desvergonzadamente. Pero, como hoy se sabe, ganó Trump. Y entre las primeras decisiones que tomó, resolvió pasar el TTP por la picadora de papeles. Dos papelones internacionales al precio de uno.
Dos años después de aquella inexplicable carta, Macri se encuentra realizando una visita de Estado en China. El principal objetivo es la búsqueda de inversiones y financiamiento para obras de infraestructura. A tales efectos, y luego de un parate de casi un año y medio en las negociaciones, una avanzada de funcionarios participó en abril pasado en Beijing de la tercera reunión del “Diálogo Estratégico China-Argentina para la Cooperación y Coordinación Económica”, en cuyo marco el gobierno chino solicitó enérgicamente avances en los tres grandes proyectos firmados durante la anterior administración.
En relación con las centrales hidroeléctricas Kirchner-Cepernic, la parte china pasó a “exigir firmemente” que se finalice la evaluación de impacto ambiental y que se apruebe la reanudación del proyecto antes de mayo. Asimismo, se acordó intensificar las negociaciones sobre la enmienda “IV del Contrato del Rehabilitación Ferroviaria del Belgrano Cargas”, con el objetivo de firmarlo también en mayo. Por último, se acordó reimpulsar el proyecto para la construcción de las centrales nucleares IV y V. Macri había parado todo, para nada.
Además de los reproches chinos, se incorporó en el acta de la reunión un listado de 16 proyectos de cooperación bajo el título de “Plan Quinquenal Integrado China-Argentina para la Cooperación en Infraestructura (2017-2021)”, cuyo núcleo resulta muy similar a lo ya acordado durante la última etapa del gobierno anterior en el marco del “Plan Quinquenal 2016-2020”, presentado a China en octubre de 2015.
De hecho, el acta firmada menciona explícitamente que el conjunto de los nuevos compromisos se realizará bajo los acuerdos firmados en 2014. Son los que el propio Macri había denunciado públicamente como “inconstitucionales”. A su vez, la gran mayoría de los proyectos de infraestructura incorporados ahora resultan ser parte de la “pesada herencia” kirchnerista: de los supuestamente “nuevos” 16 proyectos, diez ya habían sido acordados con China por el anterior gobierno (rehabilitación de los sistemas ferroviarios San Martín, Roca, Mitre, Urquiza y Belgrano; centrales nucleares IV y V; y centrales hidroeléctricas El Tambolar, Potrero del Clavillo y Cerro Arauco). Sólo fueron adicionados seis nuevos proyectos.
En suma, como ya nos tiene acostumbrados el macrismo y su método de gestión por “prueba y error”, ante el fracaso estrepitoso de su modelo económico no tuvo más remedio que volver sobre sus pasos, validar políticamente los acuerdos firmados anteriormente, e incluir aquellos proyectos de inversión en infraestructura desarrollados por la anterior administración.
Al parecer, en este caso, la verdadera “pesada herencia” del kirchnerismo parecería ser la definición de políticas de Estado de largo plazo en materia de relacionamiento externo con las potencias emergentes para el desarrollo de obras de infraestructura. Esperamos en los próximos días el festejo de la prensa oficialista de este nuevo “logro” producto de las contradicciones y la desorientación de Macri. Pareciera que este gobierno hace las cosas que hay que hacer sólo cuando no le queda más remedio.