Norman Briski filmó 88 películas. Tiene 83 años, por eso bromea con que casi que hizo una por año. Las contó alguien que recientemente lo entrevistó. Hasta ahora todas sus incursiones en cine habían sido como actor. Llegó la pandemia, su sala Calibán cerró y se le dio por dirigir su primer film. "Soy un infante, me aburro con facilidad, entonces invento cosas", se define en la charla con Página/12, a pocos días de la presentación de 9.81 en el teatro.
Este nuevo trabajo de Briski puede apreciarse de distintas formas. Los sábados a las 21 se proyectará en México 1428, a la vez que está disponible en Vimeo. También se puede ver el work in progress de la versión teatral los martes a las 20. El estreno será en febrero de 2022. "El concepto es la inercia. Todas las cosas que siguen andando un poco más de lo que debieran", resume. Sobre el argumento, plantea: "Es un tipo que trabaja para una fábrica. Lo apartan en un subsuelo porque lo ven muy talentoso para producir frenos más eficaces para terminar con la inercia. Es la historia de un trabajador muy capaz y entusiasta de poder lograr tanta cosa. También busca que lo premien, le aumenten el sueldo. En el desarrollo descubre que la inercia no solamente está en los hechos mecánicos, sino también en los amorosos y sociales".
"Tiene reivindicaciones con respecto a lo que es la explotación, pero a la vez quiere hacer invenciones y lo tienen para eso. Este tema no es nuevo: hubo muchísimos trabajadores fabriles que tenían mejores ideas y los echaron porque esas ideas no respondían al sistema productivo. No lo moralizo. En un momento se quiere ir de ahí y tener poder adquisitivo para ir a bailar tango", completa el director. El personaje principal es interpretado por Sergio Baratucci, y ese giro en la historia es graficado con un pasaje del encierro en blanco y negro al color exterior de la calle: cambio que deja resonancias vinculadas al momento actual. Completan el elenco Martín Martínez, Romeo St Phard, Tomás Finkel, Guillermo Bechthold, Daniela Colucci, Sofía Molinari, Patricio Bettini y Carolina Vojvoditch. La música es de Martín Pavlovsky.
En la entrevista, Briski cuenta que sigue ultimando detalles del color de la película. "No trabajo industrialmente, es una manera de producir independiente, con un grupo que alienta, en un sistema de laburo en que todos estamos iguales", expresa. Detalla que le costó sólo 40 mil pesos producir este material. Busca en las vivencias acumuladas en su mente y encuentra, de golpe, un antecedente: en la adolescencia filmó una película en Súper-8, cuando era mimo y se fue a "buscar aventuras" a Estados Unidos. Retrataba la llegada a la casa de sus "primos-tíos" y la despedida.
En pandemia 9.81 no fue lo único que hizo. Además dirigió la notable puesta de Potestad en la Sala Caras y Caretas, y actuó en la película Argentina 1985, de Santiago Mitre, sobre el juicio a las Juntas, con Ricardo Darín y Peter Lanzani (ver aparte). En julio se inició el rodaje de la tercera temporada de El jardín de bronce, a la que se sumó. Se verá por HBO Max, igual que Entre hombres, disponible en la plataforma desde septiembre.
-¿Qué significa "9.81"?
-Es un coeficiente del valor de la gravedad si estás al nivel del mar, un concepto de la física. Por razones personales, como estoy pensando en cosas que invaden desde atrás, en la inercia de cosas que tienen que haber pasado pero todavía están andando, me pareció un lindo tema para desarrollar. En general cuando invento alguna de estas cosas tengo en la cabeza una imagen, o como diría Tato Pavlovsky, un coágulo. En este caso no fue así. Tiene que ver con mi biografía y mi relación con lo social. Voy detectando cosas que han pasado y siguen arrastrándose, como sería con el peronismo en muchos aspectos, o lo que pasó y pasa con los pueblos originarios. Una cantidad de cosas que siguen estando sin elaborarse, sin estar pensadas, como si estuviésemos llenos de fantasmas. O permanece la injusticia.
-¿Se relaciona este tópico con la pandemia?
-Parece que esta fuera la primera pandemia de toda la historia de la humanidad, y hubo siempre. Acá la primera muerte multitudinaria fue por la fiebre amarilla, y eso quedó sin elaborar. El texto es anterior a la pandemia, contiene ese pensamiento de cuando entro críticamente a ver al peronismo. Lo que más me ayuda a mí a creer que las cosas son distintas son los estudiantes de teatro. Los que están en la escuela y dramatizan, inclusive con su propia presencia, no sólo en el escenario. Me dicen, yo miro, escucho y vivo un poco con esa sociedad accidental. Y hace tiempo noto que lo que más falta en las luchas populares son nuevas estéticas. Por eso escribí una obra sobre Guernica.
-También dirigiste una performance en torno al monumento a Roca, días antes del 12 de octubre.
-Carlos Aznárez, mi jefe (en la organización OLP), me invita siempre a la creación en ámbitos en que las estéticas no son tan bien recibidas. Se reciben panfletos pero no mucha creatividad. La idea de la obra es que el caballo de Roca se baja. Lo hace un mimo y empieza a decir quién es Roca y todo lo que vivió en la campaña. Tenía un atractivo casi de teatro infantil. Al mismo tiempo, la ocurrencia estaba acompañada por unas tarjetas que se venden de la estatua sin Roca ni el caballo, un recuerdo, igual que una tarjeta postal. Lo que más falta en las luchas populares son esas estéticas. Fue muy buena la idea de la carpa de los maestros. Después se gastó, como pasa casi siempre con cualquier invención.
-¿Hacer una película fue una invención ante la imposibilidad de hacer teatro?
-Exactamente, el teatro me lo cerraron y lo entiendo. Abrí todo arriba para filmar. No hubo un solo incidente relacionado a eso (la Covid). No podíamos hacer nada, todos estaban recalientes, casi casi intoxicados con la vida familiar. Esto fue un raje para ir a jugar a la pelota. Un raje para adentro, no frívolo. Hacer algo que tenga potencia en términos de lo que pretendemos como cine. La premisa era no hacer cine del cine. Había otras, como no tener temas con el horario o con que es literaria o filosófica. El acuerdo nunca es total, pero coincidimos todos, incluso el actor -que es ingeniero y entiende más que yo de inercia y gravedad-, en que fue benigna la pandemia para nosotros. Nos permitió vincularnos heroicamente.
-¿Personalmente cómo te afectó?
-Lo primero son las gemelas (sus hijas, Sibelina y Galatea, de seis años). Como esta peste no llegaba a la niñez, o aparentemente llegaba menos, la preocupación no era tan grave como para dejar de jugar. Invadieron todos los ambientes. La plaza, el cine, los juegos, la pintura... todo era en la casa. Yo seguí en mi actividad reparadora, de arreglar cosas, una característica mía. Con todo mi grupo de pertenencia fuimos muy rebeldes, pero con cuidado. Si alguien nos miraba podía decir que estábamos arriesgando. Nos juntábamos en casa o Calibán, con más requisitos que los protocolos comunes, los zapatos, todo lo demás, se inventaron piletones, nos cagábamos de risa y hacíamos lo que queríamos a horas inusitadas. Siempre estábamos viendo si había canas en la esquina. Producíamos una especie de infraestructura con vigilancia.
-¿No tenías miedo de contagiarte?
-No. Cada uno tiene un miedo muy puntual, ¿no? En mi caso, esos miedos no los tengo. Tengo otros. Los miedos son peligrosos, estás un poco loquito cuando tenés miedo. Te despersonalizan. Alguien que anuncia que está con miedo entra en el cuidado o la expulsión. Boicotear también es una manera de miedo. El entusiasmo es la vacuna.
-¿De qué forma se puede salir de la inercia?
-Esto lo llevé a terapia. Le pregunté: "¿sabés algo de este asunto?". "Mirá, no sé mucho de la inercia... pero sí sé que es inevitable". El asunto está en tratar de que no dure 200 años. La inercia que hoy está viviendo el pueblo mapuche no se puede evitar mientras esté el capitalismo. Mientras haya capitalismo va a haber discriminación y racismo. Cuando haya un sistema superador va a haber una inercia de esas discriminaciones y esos tabiques que se ponen por las clases sociales. No termina de un día para el otro. Aparecerán, como aparecen, burocracias muy intoxicantes.
-¿Qué lugar ocupa el baile en la pelicula?
-La entrada al hedonismo, salir de la razón y entrar a la alegría. Fui bailarín en el Colón. La danza en mi historia personal ha sido siempre un lugar irracional y no necesitaba tomar nada. Me emborrachaba girando.
-¿Qué aprendiste al filmar esta película?
-Va a parecer mentira: aprendí que el cine no me gusta tanto. Porque ha estado más volcado a la ilustración que al pensamiento. El teatro es más oscuro e inquietante. Cuando era chico me la pasaba de un cine al otro; sé muchísimo por esa época. Hace años que no veo cine, series menos. Puedo ver fútbol, pero me aburro también. Me estoy aburriendo de casi todo. Es bueno. Si uno termina muriéndose, es bueno terminar aburriéndose de casi todo. Lo que sí hago mucho es leer, estudiando. Anoto y afano como hacía mi amigo Tato.
-Lo extrañás mucho, ¿no?
-Me da tristeza. Es un poco reciente. El siempre decía "nos estamos muriendo todos". Como él era grandote siempre en la asociación de la vinculación afectiva estaba su presencia. Yo tengo amores literarios. El se escribía con Beckett, tiene cartas suyas, y a mí si me hubiera gustado conocer a alguien es a Beckett. Me sacaba las cartas de la mano; podía sospechar si yo le decía que me las dejara una semana. El fue nadador, yo también. Hay varias cosas que coincidieron en su afecto hacia mí y el mío hacia él. Por ejemplo: mi papá era buen tipo pero no tenía novedades, era más o menos previsible. Yo soy un infante, me aburro con facilidad, entonces invento cosas. No me gustan los juegos jugados. Hice un radioteatro el otro día (El salmón de la montaña); nunca había hecho una película. El Tato decía que el teatro era un juego infantil. Se nota claramente que los empleados pueden jugar muy poco, y los que creen que son independientes, emprendedores, tienen mañana, tarde y noche en la cabeza el ser emprendedores. Te ocupa mucho más que ser un empleado. Y los juegos infantiles no son rentables.
La conducta de los pájaros
Continúa en cartel en Calibán La conducta de los pájaros, obra estrenada en 2018, que explora lo que hubiera ocurrido si Rosa Luxemburgo y Manuel Ugarte hubieran intercambiado opiniones en las oportunidades en que se encontraron. Actúan Juan Washington Felice Astorga, Guillermo Bechthold, Federico Rodríguez Moreno y Eliana Wassermann y las funciones son los viernes a las 20. Sobre la permanencia de este espectáculo, el director y dramaturgo dice: "Está claro que los pájaros quieren seguir aprendiendo, porque van a un lugar donde se quiere retomar el conocimiento de la honestidad, la lucha, todas esas cualidades que tuvieron Luxemburgo y Ugarte. También identificarse con el joven que en tan confusa situación puede llegar a amar la confusión para saber que la realidad es compleja, difícil, pero no busca la tristeza, sino la curiosidad de saber más sobre qué necesitamos para una sociedad distinta".
Aquella Argentina
"Hago de un abogado amigo de Strassera, al que siempre va a ver porque se supone que sabe más. Fue linda la interna del tema del juicio a las Juntas. Todas las escenas que hice las hice con Ricardo Darín", cuenta Briski sobre Argentina 1985. Elogia al actor, que interpreta a Julio César Strassera: "Es un compañero inigualable. Con toda su experiencia la mía quedó como para escuchar, y poder jugar en esos estados que pedía la película. Tiene una enorme exigencia con él y los demás. Mitre fue un asociado de Ricardo en términos de saber que entre los dos potenciaba lo más importante de ese cine, que es la fuerza de los actores". Sobre el tema de la película, destaca: "Nos pone en aquél tiempo en que fue ejemplar la capacidad de la sociedad de juzgar, con el apoyo popular, aquello que ni siquiera estábamos preparados para juzgar".