Tardan, sí, pero cada vez que a Raúl “Tilín” Orozco y Fernando Barrientos les da por sacar un disco, el universo folk argentino se rinde a sus pies. Pasó con Celador de sueños, trabajo con el que debutaron allá por 2004, nada menos que con Mercedes Sosa cantando el tema epónimo. Pasó cuatro años después, con el extraordinario Pulpa; cinco más acá con Tinto, y ahora está pasando con el flamante Regreso, cuya presentación en vivo será el sábado a las 20.30 en el Xirgu Espacio Untref (Chacabuco 875). “En cada show damos todo lo que tenemos… No existe esa estrategia de si voy a cantar esta canción, o esta otra, no, no, nada de eso”, asegura Orozco.
La nota con Página/12 es por Zoom desde Mendoza. Como siempre, no falta la catarata de chistes que emerge cuando el guitarrista engrana bien y empieza a gritar con la voz finita. Tampoco la complicidad con que su compañero le sigue el tren. Además del de enormes compositores e intérpretes, se les nota el tacto popular, esa cosa de buena gente, sencilla, que ambos defienden como el máximo tesoro. Y también, claro, se tiran flores entre ellos. “Cantar al lado de Fernando es como jugar un picadito de cinco con Maradona”, dice “Tilín”, con el aludido mirando fijo al monitor. “Tenés que meterte a cantar al lado de él, ¿eh? Pero, ojo, yo en mis inicios cantaba, hasta que un día me dije 'Loco, ¿vos siempre vas a plantar el mismo rosal? ¿No te da plantar otra flor? Y entonces agarré la viola”.
La reflexión de Orozco es porque, si bien su rol principal dentro del dúo sigue estando en la composición, la dirección musical y la guitarra, son cada vez más lo temas que canta. En este disco, su voz aparece en las versiones que el dúo encaró de “El cigarrito” (Víctor Jara); de la díada “Llegado el tiempo de amar” - “Del que se va y no vuelve” (Félix Dardo Palorma) y de “La Pomeña”, clásico del tándem Castilla-Leguizamón. “La voz de Tilín da temperatura y da matices que enriquecen”, devuelve gentilezas Fernando. “Lo más importante es que él se cope. Mirá cómo quedó 'La Pomeña'”.
-¿Cómo?
Fernando Barrientos: -¡Como un blusazo, loco!
-Hay que ser intrépidos para meterse ahí.
Tilín Orozco: -(Risas) Sí, teníamos muchas granas de hacerla porque no sé cuánto más voy a vivir y los gustos hay que dárselos en vida, dicen. La grabamos por varias razones, entre las cuales está todo lo que vivimos con el “Cuchi” Leguizamón… Hemos tenido la oportunidad de estar con el Dúo Salteño y es como un homenaje a ese momento. Por lo demás, bueno, es un tema tan difícil que lo terminamos haciendo recontra fácil (risas).
-Entre las propias, resalta por su belleza “Baila el día”. Tiene una reminiscencia climática de “Pulpa”, aunque por la positiva.
F.B.: -Sí, porque tiene un optimismo esperanzador, pero comparte con “Pulpa” esa cosa del desierto, de la tierra. Y, si bien siguen una línea medio folk, ambas están embebidas de tierra, conmueven.
T.O.: -A mí me emocionan “El cigarrito” y “Vuelta a Ituzaingó”, también.
F.B: -También, sí. La segunda nació cuando vimos un personaje extraviado, perdido, en un tren. Un tipo que necesitaba que le arrimen unos mangos para volver a Ituzaingó, precisamente.
T.O.: -Es una canción con muchos colores, un compendio de sonidos. Estas cosas ocurren porque laburamos plenos y nunca hay necesidad de explicar mucho. Somos cariñosos uno con el otro y, aunque yo sea bastante hincha pelotas con algunas cosas y él por su parte con otras, en esa hinchapelotez mutua hay una propensión a que las cosas salgan lo mejor posible.
El disco lleva el tono clásico del dúo. Suena a péndulo entre una estética más ligada al folklore de raíz -cuecas, tonadas, algún aire de chacarera- y el perfil más cancionero, que pervive desde Celador de sueños. “Otra que elegiría es 'Los negritos' y eso que dice que el negrito no tiene porqué ser solo el negrito del barrio, sino que puede llegar a ser holandés, japonés, mendocino, chileno o boliviano. Es como un símbolo que nos abraza a los que tenemos que seguir dándole”.
-¿Regreso alude al mero hecho de grabar un disco tras ocho años, o engloba otros?
T.O.: -Engloba otros, porque los regresos son muchos. Abarca el de Fernando de un episodio de salud y su vuelta a Mendoza. El mío, que regreso de haber perdido a mi madre y a un gran amigo en común como el Colo Buttini. El de los dos, también, que regresamos a grabar a Mendoza, con mis hijos Gabriel y Luciana, y con músicos muy queridos. También regresamos de todo lo que ha sucedido en pandemia, claro. Otro regreso también podría ser que, luego de mucho tiempo, grabamos nuestras primeras canciones. Hablo de “El resto del cielo”, “Fuera bicho”, “Tiñe praderas” y “Cutral Co”... Teníamos ganas de retomarlas y ver qué sensaciones nos provocaban, y el resultado fue volvieron a agradarnos”.
-Habrá sido difícil para ustedes, como músicos, pensar cosas como no poder volver a grabar un disco, hacer giras, tocar, durante el momento más oscuro de la pandemia.
F.B.: -Claro, claro. Pero el hecho de tener en mente el disco, nos dio la posibilidad de subirnos a esa balsa y llegar hasta acá.
T.O.: -Igual, nunca fue una necesidad nuestra el hecho de grabar por grabar, hasta ahora. Ahora sí vamos a hacer un disco por año.
-¿Esta decisión tuvo que ver con volver a la independencia, después de la experiencia con Sony y Gustavo Santaolalla?
T.O.: -Puede ser, sí. Ojo, en nuestro caso, nunca tuvimos problemas con la compañía, todo lo contrario: nos dejaron hacer todo como queríamos y trabajamos muy bien con Gustavo. Pero la independencia suma, claro. Sobre todo por el aporte desinteresado de tus amigos. Cuando le planteé a Matías Jodar, el dueño del Estática Estudio de Mendoza donde grabamos, que a causa de la pandemia andábamos flojos de guita, él me dijo “a mí no me hablen de plata, háblenme de música”. Y eso es impagable.