María Ofelia Agorio comenzó su testimonio, el primero del juicio por los crímenes de lesa humanidad sucedidos en la Quinta La Pstoril, en marzo de 1976, relatando que su hermano, Nelson Agorio, era una persona “alegre”, “inteligente”, “cariñoso y siempre sonriente”. Sin embargo, expuso mucho más que la historia de ese joven de 23 años, militante del PRT-ERP que logró escapar de la emboscada del Ejército y la Policía a una reunión donde la dirigencia del partido evaluaba cómo reaccionar ante el golpe de Estado del 76, pero fue asesinado en los alrededores, su cuerpo inhumado como NN y desaparecido durante décadas hasta que el Equipo Argentino de Antropología Forense logró identificarlo. María Ofelia, así como su hermana Iris, que declaró después, describieron el armado del rompecabezas que significa para las familias de las víctimas de la última dictadura saber qué pasó con sus seres queridos.
La menor de les hermanes Agorio comenzó a declarar dos horas más tarde de lo pautado. La demora la provocó el abogado Guillermo Fanego, defensor de uno de los acusados, Juan Manuel Giraud, que intentó que el testimonio no sea oído. Fanego, ultraconocido en los juicios de lesa por su militancia para demorar e interrumpir los juicios, solicitó al Tribunal Oral Federal 5 que los testigos declaren en la sala de audiencias, de manera presencial. Si bien los procesos orales y públicos están comenzando a regresar a la presencialidad de manera gradual --este debate se lleva a cabo de manera dual, es decir que hay gente que acude a la sala--, les testigues no están siendo obligados a hacerlo. En línea con las opiniones de la Fiscalía y la querella, les jueces rechazaron el planteo del defensor del militar acusado.
María Ofelia aguardó con paciencia: “Después de esperar 45 años, no me hace nada una hora más. Tengo la piel dura”, le respondió al presidente del tribunal, Matías Mancini, cuando éste le pidió “disculpas” por la interrupción. Superada la discusión, entonces sí, la mujer desplegó con detalles, nombres, fuentes y escenas no solo el operativo que tuvo lugar en La Pastoril donde fueron asesinadas siete personas y otras ocho fueron secuestradas, hechos objeto del juicio oral y público contra cinco militares y tres policías retirados, sino también de cada paso que su familia, ella y su hermana Iris, sobre todo, dieron para saber qué había pasado con Nelson: la búsqueda por comisarías de la Zona Oeste del Gran Buenos Aires no bien supieron de su muerte, la denuncia ante la Conadep, la desilusión de la democracia recién estrenada, la ilusión del EAAF, el encuentro con hermanes de otres detenides desaparecides durante el terrorismo de Estado, la investigación judicial y la investigación personal, la identificación, el entierro de los restos años después. El juicio oral, finalmente.
Al cierre de su testimonio, la mujer pidió al TOF “celeridad” para “reconstruir un relato desde un Tribunal” porque “Justicia después de 45 años no vamos a tener”. “Tener un desaparecido en la familia es como tener un agujero negro. A nosotros nos fue negada la verdad y no hay resquicio de nuestras vidas, ni las de mi hija, mi sobrino, mi sobrina, que no se haya visto afectada por esta tristeza”, aclaró.
Un rompecabezas
En la familia Agorio “se hablaba de política, de lo que pasaba en el país, de la pobreza, de los derechos”, contó María Ofelia, que aclaró que Nelson, que le llevaba 10 años, era militante del PRT ERP --se hacía llamar Néstor--, “su militancia era su proyecto de vida”. Para 1974 supieron que había sido detenido y torturado en Córdoba. En 1975, les avisó por teléfono que pasaba a la clandestinidad porque era perseguido por su militancia. Días después del 29 de marzo de 1976, a través de un papel que alguien pasó por debajo de la puerta de la casa familiar, supieron que debían buscarlo ya que “le había pasado algo”. “Que fuéramos a la Comisaría de Moreno”, decía el papel, recordó.
En la Comisaría de Moreno, a la mamá le dijeron que no sabían nada de Nelson y le mostraron unas fotos de cadáveres, que más tarde sabrían que eran de hombres y mujeres que fallecieron en La Pastoril, pero ninguna mostraba a su hijo. Pasaron los días y entonces llegó una cita a la casa de les Agorio. “Eduardo Tregger citó a mi papá y a mi mamá frente al Hipódromo de Palermo, y les contó que a Nelson lo habían asesinado, que un chico rubio le contó que iba en un auto tratando de escapar del ataque de La Pastoril con Nelson y otros compañeros, que los perseguían, que se les acabó la nafta y que debieron bajar, que el niño escuchó que había habido tiros, que al niño lo llevaron a una comisaría donde en un patio había visto los cuerpos de sus tíos, así los llamaba, desmayados”, relató.
Fueron a la Comisaría de Marcos Paz, de allí al Cuartel de Villa Martelli. Ni un solo dato. Plena dictadura. “No sabíamos adónde acudir, adónde denunciar. No tengo palabras para describir lo que vivimos”, recordó. Años después supieron de la Conadep por una compañera de universidad de Iris, que había dejado Baradero, la ciudad natal, para establecerse en la Capital Federal. “Mi papá me pidió que escribiera su relato de lo que había pasado con mi hermano a máquina. Ampliamos una foto y la llevé al Teatro San Martín”, recordó. Dilfredo Agorio “pensaba que cuando asumiera Alfonsín mi hermano iba a volver”, acotó María Ofelia, “cada vez que tocaban el timbre él pensaba que era él, a pesar de que le habían dicho que lo habían matado. No teníamos un cuerpo y era muy difícil”. Entre 1983 y 2003 no supieron nada más.
La punta del ovillo
En 2003, las hermanas Agorio fueron contactadas por Carlos Somigliana, del EAAF: les advirtieron que “no” se hicieran ilusiones, pero que “quizá podrían identificar a Nelson”. Contaron que a partir de un cruce de huellas dactilares, sabían que Nelson había sido inhumado en el Cementerio de Moreno el 29 de marzo de 1976 junto a otras personas víctimas del operativo de la Quinta La Pastoril. Esos cuerpos habían sido parte de la primera exhumación realizada en democracia, en 1983. “Dejamos nuestras muestras de sangre”, contó María Ofelia. Y el camino de reconstrucción fue retomado.
Revisaron junto a “Maco” Somigliana la causa Ibáñez, que es la que relata la historia de los cuerpos inhumados en el Cementerio de Moreno. Conocieron a Viviana Losada, quien desde el sur del Conurbano estaba en la misma que ellas: intentando dar con la verdad de lo sucedido con su compañero Rodolfo Ortiz, otro detenido desaparecido de La Pastoril. Entonces, “la soledad de la búsqueda empezó a tener otras características”, dijo María Ofelia.
Supieron de más nombres de víctimas, entrevistaron a sobrevivientes, con el objetivo de mitigar “esa desesperación que tenemos los familiares de desaparecidos de saber qué pasó en los últimos minutos de sus vidas”, describió. “Es como reconstruir un rompecabezas terrible en el que cada noticia, cada pedacito que íbamos juntando eran horas y horas de entrevistas, charlas con los compañeros, pregunta y repregunta”.
Desplegó y describió cada pieza de su rompecabezas con lujo de detalles. Reservó para el cierre el encuentro con Eduardo Garbarino Pico, el “niño rubio” que Nelson protegió durante la escapada de la quinta y que cuando vio que eran perseguidos y se quedaban sin nafta, aconsejó: “Nosotros nos vamos a entregar, vos hacé todo lo que te digan”. “Eduardo nos confirmó que mi hermano se entregó con vida y los brazos en alto”, dijo María Ofelia.
En 2007, junto a su hermana y Viviana Losada, se constituyeron en querellantes. En 2008 el EAAF identificó los restos de su hermano, que pudieron ver y llevarse a su casa, y que recién enterraron cuando falleció la madre. “Verlos fue como ver los andamios de mi infancia. Mi hermana me preguntó si le había identificado la sonrisa, y yo le contesté que no, porque se la habían destruido con una bala”, concluyó. Iris declaró después, con la misma dedicación y el mismo reclamo.