Vuelve el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Nunca se fue, en realidad, pero su 36º edición –que se realizará entre el 18 y 28 de noviembre– retomará las actividades presenciales en la ciudad balnearia luego de la mudanza a la virtualidad obligada por las restricciones sanitarias de 2020. Una buena noticia para los habitués del único festival clase A de Latinoamérica, pero también para quienes se acercaron por primera vez el año pasado a través de la web, pues el grueso de la programación también estará disponible online. “Creo que casi estamos presentando dos festivales”, resume el presidente del festival, Fernando Juan Lima, ante Página/12, y explica: “Hay uno en el que se trabajó todo el año, que fue el virtual. La experiencia del año pasado salió muy bien; no es lo que más nos gusta, pero permitió que las películas sean vistas en todo el país y, en el caso de críticos y programadores, en todo el mundo. Por otra parte, está el festival que en muy poco tiempo decidimos hacer, que es el presencial, para el que hace menos de dos meses tuvimos las condiciones adecuadas para hacer”.
La programación -a cargo de la directora artística Cecilia Barrionuevo y su equipo- tendrá alrededor de 130 películas, entre cortos y largos, que se conocerán el lunes por la mañana en el cine Gaumont. Una cantidad similar a la edición del año pasado, la misma que Juan Lima había catalogado como “de resistencia”. Este año, en sus palabras, la pata presencial será más “acotada y austera” que lo habitual. “Sentimos que hay una necesidad de volver a Mar del Plata, de volver a encontrarse, y la cuestión de la cultura compartida es algo muy importante que no queremos perder. Sabemos que estamos anunciando tarde el festival y teniendo cambios hasta último momento, pero sentimos que esas desprolijidades se pueden entender y disculpar. No hacerlo en Mar del Plata sí sería imperdonable”, afirma.
Virtual y presencial
Lo que no cambiará es una estructura de programación que orbitará alrededor de las seis competencias (Nacional de Cortos y Largos, Latinoamericana de Cortos y Largos, Internacional de Largos y Estados Alterados) y las secciones paralelas habituales (Hora Cero, Panorama, Mar de chicos y chicas, focos y retrospectivas). Estas últimas serán más acotadas, “similar en cantidad de títulos a lo que fue el año pasado”. “Lo importante es que todo lo que tiene ver con la Selección Oficial, incluidas las retros, va a tener al menos una pasada en Mar del Plata. Casi todas las películas también van a estar online. Hay algunos impedimentos con, por ejemplo, una retrospectiva en fílmico y algunas películas que, por su estrategia de distribución u otras razones, se verán solo presencialmente”.
-Dijiste que la virtualidad permitió que el festival llegara a todo el país. ¿Se abre una nuevo horizonte con la posibilidad de la federalización?
-Sí, por eso se mantiene, más allá de que era lo único en lo que podíamos trabajar sobre seguro. Todo el resto fue trabajar en el aire sobre cosas que no sabíamos si podían pasar. Es muy difícil, más en una dinámica de administración pública. Por una parte, la virtualidad permite eso. Por otra, está la posibilidad de que haya proyecciones en distintas provincias. El año pasado fue casi totalmente virtual, pero en nueve provincias hubo presentaciones de películas en espacios abiertos. Hubo en el Parque Centenario de la Ciudad de Buenos Aires, pero también en un autocine de Tierra del Fuego. Eso lo vamos a tratar de reiterar y de hacer durante todo el año: que el festival no desaparezca de diciembre a octubre, sino que tenga actividad obviamente en Mar del Plata, pero también -y esto es algo que hacía José Martínez Suárez- apostar por lo itinerante para ir con películas e invitados a lugares a los que ese tipo de cine no llega.
Volver a las salas
Habrá proyecciones en “todos los complejos del Mar del Plata”, es decir, Auditorium, el cine-teatro Colón, el Ambassador, Cinema, Cines del Paseo y Paseo Aldrey, que regresa luego de funcionar como sede en 2016. La novedad es que estos multicines no estarán íntegramente abocados al festival, sino que destinarán algunas salas. “Estamos tratando de que sean las más grandes, porque el aforo está acotado al 70 por ciento. Del Ambassador nos interesa especialmente la sala 1, porque las otras son más chicas y por escalera, lo que complica las cosas en términos de circulación de aire y personas”. El contexto pandémico obligará, además, a separar las proyecciones y, por lo tanto, a realizar menos funcionar diarias. “La intención es evitar que se junte demasiado público al mismo tiempo. Esto obviamente nos impacta, pero primero se vaciará cada sala, se limpiará y sanitizará, y recién después empezará la otra función”, explica.
-Además de las presentaciones, en el festival siempre hay charlas, mesas debate y presentaciones de libros. ¿Cómo será eso?
-La parte virtual está muy ordenada y estamos muy orgullosos de cómo salió el año pasado. A medida que se fue pudiendo, tratamos de sumar cosas presenciales. Incluso hay posibilidades de que alguna actividad armada originalmente de manera online pueda hacerse también presencial. O que haya eventos presenciales con transmisión en vivo vía streaming. Todas las posibilidades van a existir.
-Las películas en competencia tenían, hasta 2019, tres proyecciones. ¿Eso se mantendrá?
-Sí, al menos con las competencias. Con el resto varía según cada película. Hubo muchos cambios que se dieron a último momento, y en muchos casos ya teníamos convenido, pactado o pagado una sola pasada. Y ya no nos da tiempo para conseguir más. Eso tiene que con que el festival, a medida que se fue pudiendo, fue ampliando las posibilidades y rediscutiendo las condiciones.
La situación del cine argentino
Como si con la pandemia no hubiera sido suficiente, el año pasado hubo un contrapunto con el sector independiente del cine argentino, ya que el reglamento permitía inicialmente la participación solo de películas apoyadas por el INCAA, una medida que luego fue corregida. Por su parte, durante este año hubo –y hay– varias quejas desde distintas asociaciones sobre la situación actual del Instituto. ¿Cómo ha quedado la relación de los realizadores nacionales con el festival luego de estas situaciones? Juan Lima responde: “Creo que, más allá de esas circunstancias sobre las que cada quien tiene su visión, hay una conciencia generalizada de la importancia del Festival de Mar del Plata. El apoyo o no, la participación o no, no puede depender de lo bien o mal que le caiga a uno una determinada administración, ya sea nacional o del Instituto. Aun cuando se diera el peor de los escenarios respecto a lo que uno piensa sobre una gestión, el festival tiene un peso que hace que continúe porque es una política de Estado. Hay mucha conciencia de lo que ha significado y significa Mar del Plata. Con lo cual, lo que cada uno tiene que decir sobre los administradores que circunstancialmente están en un lugar no afecta al festival, ni debería afectarlo”.