“Pocas veces las leyes cambian la historia. Esta ley la cambió”, dice a Página 12, desde Santa Fe, la dirigente peronista y feminista Liliana Gurdulich. Se refiere a la Ley 24.012, de Cupo Femenino, que hoy cumple 30 años, sancionada en la maratónica sesión del 6 de noviembre de 1991. Estableció un piso de un 30 por ciento de mujeres en las listas a legisladoras nacionales, en lugares con posibilidades de ser electas. “Abrió el debate sobre la condición social de las mujeres”, apunta otra dirigente peronista y feminista, Virginia Franganillo, en aquel tiempo al frente del Consejo Nacional de la Mujer, sobre el impacto revolucionario que tuvo la normativa. La masa crítica de diputadas y senadoras que ingresaron a partir del cupo cambiaron la agenda legislativa y permitieron la sanción de leyes fundamentales para la vida de las mujeres, las niñeces y las disidencias. “La articulación entre peronistas y radicales --las primeras sororas-- fue clave para lograr la aprobación pero lo que gravitó para que el Gobierno del entonces presidente Carlos Menem decidiera a último momento apoyarla --y dar vuelta una votación adversa-- fue la marea de mujeres --activistas de partidos políticos y organizaciones de distintos puntos del país-- que rodearon el Congreso y colmaron las galerías de la Cámara de Diputados. “Como no las dejaban entrar, las hacíamos pasar por el Senado, pasaban a la terraza, de ahí a la Biblioteca, hasta que llenamos todas las galerías”, recordó Gurdulich, una de las tres senadoras mujeres que había en la Cámara baja aquel año. “Se siente, se siente, Evita está presente”, coreaban las manifestantes. En ese momento el porcentaje de participación femenina en el Congreso era del 5 por ciento. Casi nada. Hoy representan el 38 por cientoen la Cámara de Diputados y el 40 por ciento del Senado. A tres décadas de aquel acontecimiento que marcó un antes y un después en la política Argentina, Página 12 entrevistó a varias de las protagonistas que contaron entretelones de su aprobación y el maleficio que cayó sobre las diputadas y senadoras que la promovieron.
Fue una ley pionera en el mundo. Estuvo vigente hasta 2017, cuando se aprobó la 27.412 de Paridad de Género en ámbitos de Representación Política, por la cual las listas electorales pasaron a tener intercaladxs en partes iguales candidatxs mujeres y varones.
“Cuando se aprobó la Ley de Cupo, el miembro informante en ese momento del radicalismo se dio vuelta y con el dedo levantado nos dijo: ustedes no van a llegar nunca más. Y tenía razón. Ninguna de las diputadas que promovió y votó en 1991 la Ley de Cupo renovó su banca. Ni radicales ni peronistas. Terminaron su mandato y quedaron afuera del Congreso”, contó la dirigente radical Norma Allegrone. La única que era diputada en aquel momento y hoy sigue ocupando una banca es Graciela Camaño: el diario de sesiones del Congreso revela que estuvo ausente en esa histórica sesión. Tampoco se la recuerda militando por la normativa.
El proyecto ingresó por la Cámara alta. Lo presentó la senadora de la UCR Margarita Malharro de Torres, de la provincia de Mendoza, en noviembre de 1989.
Además de Malharro, había solo dos senadoras más, Olijela del Valle Rivas (PJ-Tucumán) y Gurdulich (PJ-Santa Fe). “Lo más maravilloso de esta historia es que era una ley que no tenía chances de salir. Metida por una radical en un Congreso donde el peronismo era mayoría en las dos cámaras. Y había solo tres senadoras, de las cuáles una no logramos que participara nunca en las reuniones que hacíamos para impulsarla”, cuenta la dirigente peronista y feminista Marcela Durrieu, médica especialista en salud pública, madre de otra sorora, Malena Galmarini, titular de AYSA. Durrieu era diputada electa en aquel momento, todavía no había asumido su banca. “El proyecto perdía estado parlamentario. Le avisan a Liliana Gurdulich, hacemos una reunión con senadores peronistas y los convencemos diciéndoles... 'dale flaco, aprobala si total no pasa en Diputados, es una cuestión simbólica'”, recuerda y se ríe.
El proyecto había sido rechazado en la Comisión de Asuntos Constitucionales. Pero a último momento, en la última sesión del año, Gurdulich le sugiere a Malharro que presente un dictamen de minoría. “Esta iniciativa no pertenece a cincuenta, sesenta, setenta personas, pertenece a cientos de mujeres argentinas que hoy están pendientes de que en este Senado esta noche dé el paso adelantado, moderno, 'aggiornado', de incorporar, transitoriamente, por cupo, a la mujer para que acceda a los poderes legislativos, fundamentalmente, como le corresponde”, dijo en su discurso en el Senado la autora del proyecto.
Las dirigentes peronistas y feministas Juliana Marino, de la ciudad de Buenos Aires, y Cristina Zuccardi, de Mendoza, también fueron armadoras clave de la estrategia legislativa.
“Nosotras teníamos un acuerdo con Menem. A las peronistas nos había dicho algo así como 'hagan suficiente quilombo para que yo que estoy de acuerdo pueda decir, miren... las mujeres están movilizadas'. Y eso es lo que hicimos”, recuerda Durrieu. “Armamos una campaña. Creamos multipartidarias en todas las provincias. Lanzamos una encuesta callejera que hacíamos en las esquinas y nos daba muy a favor”, recuerda Franganillo. Para tratar el tema en Diputados se pidió una sesión especial. En septiembre de 1990 se había intentado llevar el tema al recinto pero la sesión había fracasado por falta de quórum.
Ese 6 de noviembre de 1991 la presencia de mujeres en el Congreso fue histórica. “Nunca había entrado esa masividad de mujeres a Diputados”, agrega. Lo habían literalmente tomado. Y la consigna era “no se va nadie”. El temor que tenían era que los diputados siguieran hablando hasta la mañana siguiente, cuando ya no quedara público, y votaran en contra.
“Queremos aclarar que esta lucha por el cupo no es una lucha contra el hombre. [...] La lucha que hemos realizado las mujeres ha sido por la conquista de los derechos civiles y de los derechos políticos. [...] Quizás sea una impresión personal, pero les aseguro que el voto femenino lo tuvimos porque hubo una mujer con poder político. Si Eva Perón no hubiera tenido el poder político, aún estaríamos luchando por el voto femenino”, destacó en su discurso la diputada Florentina Gómez Miranda de la UCR, autora de una iniciativa similar.
--¿Y cómo se logra finalmente la sanción? --le preguntó este diario a Durrieu.
--El que termina definiendo que la ley de apruebe es el presidente Carlos Menem, claramente, cuando manda a (José Luis) Manzano que era ministro del Interior a hablar al recinto. Todos venían hablando en contra hasta que llegó Manzano. Hizo un discurso modernísimo para la época, --que nosotras no se lo escribimos-- y después los diputados del justicialismo se empiezan a dar vuelta uno atrás de otro. Los mismos que habían hablado en contra, lo hacen a favor. Y los radicales dicen: “¿nosotros vamos a votar en contra de las mujeres? Si igual perdemos la votación. Entonces los radicales hacen lo mismo.
“Esta norma viene a reparar una discriminación de base cultural implícita, una práctica oculta consagrada durante siglos por parte de los hombres en detrimento de las mujeres y de las minorías”, dijo Manzano, en un extenso discurso.
Finalmente el proyecto, que tenía media sanción del Senado, fue aprobado con 140 votos a favor, 7 en contra y 3 abstenciones. Argentina se convirtió así en vanguardia: fue la primera ley de este tipo del mundo. Luego sería replicada en una docena de países.
Pero su aplicación no fue inmediata. La resistencia de los varones a perder privilegios fue enorme. “Era una ley que venía a cambiar la representación política”, apunta Franganillo. En la primera elección, después de la sanción de la ley, las mismas dirigentes políticas que la habían impulsado impugnaron el 60 por ciento de las listas, recuerda Franganillo. A muchas de ellas, sus compañeros de militancia no se lo perdonaron.
María Merciadri De Morini demandó la lista electoral de su partido, el radicalismo, para elección de Diputados a nivel nacional y llegó hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con su reclamo: fue otro hito. En el marco de una solución amistosa entre Morini y el Estado argentino, el presidente Fernando de la Rúa dictó el 28 de diciembre de 2000, el Decreto N° 1246, por el que reglamentó la Ley 24.012, y estableció una especie de redondeo hacia arriba de modo que “cuando haya en juego dos cargos electivos, uno corresponderá a la mujer”. Llevó casi una década que las mujeres llegaran a ser el 30 por ciento en el Congreso.
La mendocina Zuccardi fue una de las diputadas que ingresaron a la Cámara baja en el ’93, tras la sanción del cupo femenino. “En ese momento no había baños para mujeres en el Congreso. Había que dar toda una vuelta si querías ir desde la banca. Los varones los tenían cerca. Recuerdo que hicimos una nota al presidente de la Cámara, que entonces era Alberto Pierri y convirtieron en mixtos algunos de los que estaban alrededor del recinto. Es un dato simbólicamente muy fuerte: no cabía en la mentalidad de la época cuando se construyó el edificio del Congreso que iba a haber mujeres”, señaló Zuccardi, en diálogo con este diario.