Es lunes y anochece en una semana que promete ser agitada. Luciano y Lula cuelgan una bandera en el alambrado del “Lencho” Sola. Ileana, que está mirando el partido por la tele, la ve y se emociona. Daniel postea una foto del plantel de Los Andes y los alienta, está sentado en su compu, que la tiene decorada con un taladro en verde y blanco. Javi manda la foto del plantel de Atlanta; el Polaco sube la de Defensores de Belgrano; Osvaldo muestra la de Excursio y ahí sí, nos reímos todos.
¡Mirá vos! ¿Qué nos pasa a los hinchas de Banfield? ¿Nos volvimos todos locos? Néstor propone a los amigos hacer más de esas banderas para el clásico, lo habla con otros hinchas y a todos les gusta la idea, alguno propone abrir el juego e invitar a los vecinos, a esos mismos que el sábado les queremos ganar sí o sí. Martín se ofrece para llamarlos, Mariano para dar una mano en lo que pueda. El tema lo amerita, el entusiasmo nos invade y la indignación nos desborda.
Marquitos sube a Facebook una foto de la bandera de Luciano y Lula, de inmediato decenas de otros hinchas de Lanús le clavan el “me gusta”, lo comparten. Nico parece hecho un troll y se pasa horas mandando mensajes a las redes sociales lanusenses. Leo ofrece un lugar para poder hacer la bandera. Alejandro twittea algo sobre el tema, que ya a esa altura está en boca de todos, al tiempo que hacen pública su opinión sobre el tema Pelletieri y Valeri. ¡Mirá vos! ¿Qué les pasa a los hinchas del grana? ¿Se volvieron todos locos?
Llega el miércoles y el tren de la Memoria está que desborda. Subimos en Banfield pero los vagones ya vienen llenos de hinchas del Cele y del Milra. Juro que lo que cuento es verdad. El tren avanza y a medida que llega a cada estación de la Justicia, se suben los tallarines, los granates, los del Porve y así hasta llegar a la Plaza. La Plaza explota, somos medio millón de personas. Perdón, medio millón no, somos medio millón más treinta mil. Somos el pueblo. Imposible encontrarse con alguien, sin embargo nos encontramos con todos. Obvio, cómo no vamos a encontrarnos si el mundo es un pañuelo.
Llega el jueves y el clásico está más cerca. De un momento a otro parecemos un aluvión gigante de anónimos Gilmares Gilbertos y Garrafas Sánchez que pateamos todos para el mismo lado, que jugamos para el mismo equipo. Queremos por una vez sentirnos como Diego frente a los ingleses haciéndoles el segundo gol, y el primero también.
Queremos ganarles por goleada, que les quede bien claro que tenemos Memoria, que defendemos la Verdad y que siempre, siempre, vamos a seguir luchando por la Justicia.
Los crímenes de lesa humanidad son aquellos que lesionan no solo a sus víctimas directas, sino a la humanidad entera, por eso no queremos ni un solo genocida suelto. Esos asesinos, torturadores, desaparecedores, secuestradores, ladrones de bebés y violadores seriales de detenidas políticas, en el único lugar donde pueden estar es en una cárcel común y efectiva. Volvemos a sentir que nos faltan 30.000 más Julio López y que, por lo menos, nos sobran tres jueces.
A todo esto ya es viernes, y estamos a un día del clásico, ese partido que queremos ganar sí o sí. Ya es sábado a la tarde y en el sur del Gran Buenos Aires hay dos barrios donde los corazones laten más fuerte que de costumbre. Dicen que equipos grandes hay cinco. Sin embargo, en esta fecha de los clásicos, Banfield y Lanús, Lanús y Banfield evidenciaron ante el mundo su verdadera grandeza. Ambos equipos posaron abrazados y entremezclados, sosteniendo una bandera institucional conjunta en contra del repugnante fallo de la Corte.
La semana de los clásicos quedó atrás; sin embargo, ambas hinchadas sabemos que ese partido, el que queríamos ganar sí o sí, se ganó desde mucho antes de que se empezara a jugarlo. El fútbol es un juego, la impunidad no.
¡Dos por uno las pelotas! ¡La pelota no se mancha!
* El autor es abogado de la CADeP y EMVJ. Productor e impulsor del documental El Garrafa, una película de fulbo, dirigida por Sergio Mercurio (2014).