Una frase hecha, derivada de la música popular, dice que “veinte años no es nada”. Distinta es la perspectiva sobre el paso del tiempo de las organizaciones LGBTIQ que iluminaron las calles, este sábado, con la edición número 30 de la Marcha del Orgullo. Para sus militantes “treinta años es todo lo que hemos conseguido y la puerta abierta para lo que vamos a conseguir”. La frase surge de una encuesta “a boca de marcha”, realizada por Página/12 en la Avenida de Mayo.
En la lectura del documento leído, al llegar al Congreso, la historia de “orgullo y lucha” fue contada en torno de las personalidades pioneras que poniendo el cuerpo junto a otros miles, lograron el salto grande “del ocultamiento a la visibilidad, de la vergüenza al orgullo”. Este año la marcha convocó a una multitud que en muchos casos salió por un rato del “closet” del barbijo.
Sonaron muy fuerte los nombres emblemáticos de Ilse Fuskova, Carlos Jáuregui, César Cigluiti, Lohana Berkins, Diana Sacayán, vanguardia de la lucha por los derechos de lesbianas, gays, trans, travestis y de todas las comunidades que siguen luchando hoy por los derechos y el respeto a las diversidades sexuales.
La marcha amaneció temprano en la histórica Plaza de Mayo, donde en tiempos duros, las parejas del mismo sexo buscaban refugio en el piadoso manto de las Marchas de la Resistencia organizadas por las Madres. En aquellas 24 horas de resistencia, todos los besos y abrazos, todas las personas, recibían el salvoconducto de la bienvenida.
Después del paréntesis impuesto por la pandemia, el reencuentro fue emotivo y festivo, como siempre. Comenzó antes del mediodía con la ya tradicional feria montada en el territorio recuperado definitivamente, entre la Casa de Gobierno y el Cabildo, a un costado de la siempre esquiva Catedral de Buenos Aires. Tal era la euforia, que los organizadores estimaron en 200 mil las personas que se sumaron en distintos momentos de la movilización.
La plaza se llenó temprano de banderas y globos, uno de ellos de gran tamaño, con formato y con los colores del arcoíris y que adquiría la forma simbólica del Arco de Triunfo. Las consignas más escuchadas en los inicios fueron “el macho al tacho” y “separación de la Iglesia del Estado”, una frase repetida en miles de remeras.
A pesar del vallado en la plaza, familias enteras disfrutaron del sol y el espacio de libertad ganado en 30 años. El paseo público se llenó de puestos de venta de pañuelos, remeras, banderas, ropa íntima, barbijos y accesorios de todo tipo para “celebrar la marcha”, repetían los vendedores.
Valeria, de 26 años, y Lara, de 21, llegaron por separado a la que para una fue su “octava marcha” y para la segunda su “primera vez”. Tal vez nunca se cruzaron en la marcha, pero sus testimonios fueron coincidentes: “alegría por estar acá, felicidad por ver tanta gente, tantas banderas no-binaries”. Lara lamentó, sin llegar al mea culpa, los años perdidos “por no animarme”.
Valeria, en cambio, viene desde los 18 años y solo se “perdió” la que no se hizo, por la pandemia, en 2020. Se mostro “muy satisfecha” porque “hoy tenemos derechos que fueron conquistado en los papeles, en las leyes, pero hay que seguir luchando porque falta que la sociedad acepte que el derecho a la identidad es un hecho y por eso tenemos que seguir mostrando la diversidad".
Por su lado, Rocío y Melody, tomadas de la mano, expresaron “alegría, felicidad, por todo lo que se avanzó para llegar a este momento de libertad, de logros de derechos, de marchar con orgullo, como personas libres que somos”.
La marcha “no es solo reclamo sino también, el festejo y mostrarse”, era uno de los puntos en común de los concurrentes. En eso estaba Pablo Fridman, transformista de 29 años con largo pelo rizado y un vestido largo con colores LGBTIQ+. Convertido en ídolo, todos querían sacarse una foto con él.
Cerca suyo, Eluney González, “bisexual desde los 18 años”, destacó el hecho de que haya gente que sin ser de las comunidades “vienen a la marcha para apoyarnos, para acompañarnos y por supuesto, también para pasarla bien”. Estaba conmovido porque había visto a una nena de 3 años, presente en la plaza, junto con su abuela. La presencia de familias enteras, fue una constante a lo largo de la marcha que fue de la Plaza de Mayo al Congreso Nacional.
Myriam Bregman, candidata a diputada nacional por el Frente de Izquierda, habitué de las marchas, sostuvo que “después haber logrado el derecho al aborto legal, la pelea que viene es la separación de la Iglesia del Estado, porque no puede ser que haya obispos con jubilaciones de privilegio, mientras que, por otro lado, el Estado no le da un puesto de trabajo a las personas trans, que por ley tienen que tener ese derecho”.
Criticó el hecho de que sigan vigentes “leyes que fueron aplicadas a sangre y fuego por la dictadura, como los privilegios a la jerarquía de la Iglesia, y hay otras leyes que van muy lento”. Denunció la existencia de estacionamientos, en el centro de la ciudad, “subsidiados por el Estado en beneficio de la Iglesia”.
Una de las consignas principales de la marcha fue sobre la necesidad y la urgencia de una ley integral trans y de la ley conocida como Reconocer es Reparar, impulsada por Lohana Berkins, reconocida referente de la lucha por la igualdad y la inclusión, fallecida en 2016.