Saúl "Canelo" Alvarez y la historia tenían una cita. Y se encontraron sobre el ring del MGM Grand Garden Arena de Las Vegas. Con 16.586 espectadores como testigos en el estadio y millones vibrando delante de las pantallas de todo el mundo. El pelirrojo mexicano ambicionaba ser el primer boxeador latinoamericano que portara la cuadruple corona, los cuatro títulos más importantes de la misma categoría. Y pudo cumplir su sueño: derrotó por nocaut técnico al minuto y cinco segundos del 11º round al estadounidense Caleb Plant y ahora todas las versiones del campeonato de los supermedianos le pertenecen. Canelo manda en el Consejo, la Organización y la Asociación Mundial y ahora también en la Federación. Y siente que tiene el mundo rendido a sus pies.
Como ningún pugilista en la actualidad, Alvarez domina todos los aspectos del negocio, los comerciales y los deportivos. Como agente libre, luego de haber roto sus contratos con Golden Boy Promotions y DAZN, promueve sus propias peleas y negocia la televisación por separado, sin estar atado a arreglos que puedan restringirle su libertad. Además, nadie como él vende tantas pantallas de televisión paga y el segundo de publicidad en sus combates es el mas costoso del boxeo mundial. Canelo es una máquina de hacer dinero, y los 41 millones de dólares que cobró de bolsa sólo reflejan una parte de lo que es capaz de generar. Por eso, cada una de sus presentaciones es mucho más que un espectáculo de alta gama: también es un homenaje que el pugilismo le rinde a su mayor generador de recursos. Y en paralelo a la poderosa cultura azteca. Camino al ring, Alvarez fue haciéndole los coros a Fher Olvera, el cantante del grupo Maná, que lo acompañó entonando El Rey, la famosa canción mexicana.
Y todo esto a pesar de que Canelo no desborda carisma ni es un personaje expansivo, enamorado de las declaraciones rimbombantes o que ejerza como un bravucón barriobajero. Al contrario, es un muchacho de 31 años de bajo perfil, alejado de cualquier escándalo y que lleva una vida familiar y ordenada. Ni siquiera es un prodigio de la técnica o el talento ni tampoco excita las multitudes con un estilo sanguíneo. Lo suyo es una inconmovible convicción de victoria, la pura potencia, el fiel acatamiento a las estrategias que le traza Eddy Reynoso, su entrenador principal, y una gran capacidad para reducir a sus rivales a la mínima expresión posible y aprovechar situaciones favorables. De hecho, tras el parate que la pandemia le impuso al boxeo, el pelirrojo campeón mexicano hizo cuatro peleas en once meses y las ganó todas, las últimas tres antes del límite.
Plant (76,651 kg) no se la hizo sencilla. El ahora ex campeón de la Federación abrió el ring con la agilidad de sus piernas y lo mantuvo a raya a Canelo con su izquierda en jab y en gancho a los planos bajos con los cuales sacó ventajas en los tres primeros asaltos. A partir del cuarto round, Alvarez (76,250 kg) empezó a presionar y a desgastarlo a Plant con un firme trabajo al cuerpo que le fue restando movilidad, pero que no le permitió convertirse en dominador. Mas allá de que con el correr de la pelea, Plant acentuó su perfil conservador y sacó cada vez menos golpes, Canelo no ofreció la estampa arrasadora que había exhibido en su salida anterior ante el inglés Billy Joe Saunders. De hecho, el trámite estaba muy parejo cuando sobrevino la explosiva definición. Aunque los jurados reconocían generosamente, con dos, cuatro y seis puntos a su favor, el avance del mexicano sobre los retrocesos del estadounidense, para Líbero no había diferencias: cada uno había ganado 5 rounds.
Por eso, impactó tanto la manera en la que se resolvió el pleito en el 11º round. Canelo derribó a Plant con una izquierda en gancho y un uppercut de derecha y cuando se levantó, con las piernas inconsistentes y la mirada vidriosa, el estadounidense ofrecía la viva imagen de una derrota inminente. Alvarez se abalanzó sobre él, con una izquierda voleada y dos derechas firmes volvió a derribarlo y el árbitro Russell Mora ni siquiera se molestó en volver a contar. Ahí mismo decretó la victoria de Canelo, la 57º de su carrera, la 39º por fuera de combate, un nuevo y contundente paso rumbo al pedestal de la gloria. Con cuatro cinturones de campeón del mundo rodeando su humanidad. Y una corona de rey plantada en su cabeza.
Después de un 2021 inmejorable, el campeón mexicano ya hace planes para el 2022. Se rumorea que en febrero podría volver a México, donde hace 10 años que se no se presenta y todavía se lo sigue discutiendo, para enfrentar a Anthony Dirrell, quien en la pelea coestelar, noqueó en el 4º asalto al californiano Marcos Hernández. Y que en mayo, podría también pelearlo por tercera vez al kazajo Gennady Golovkin, quien el 29 de diciembre irá contra el japones Ryota Murata por el título de los medianos de la Asociación. Algunos asesores, incluso, le recomiendan subir a mediopesado para seguir conquistando campeonatos. En verdad, Canelo Alvarez puede hacer lo que quiera. Es el rey del mundo del boxeo y lo seguirá siendo hasta que él mismo diga basta, un día que no se sabe cuando habrá de llegar.