Todo sistema social, tiene en su seno distintos métodos de resolución de conflictos. Y, por otra parte, en forma integral y distintiva, de compensaciones.

Las sociedades humanas son absolutamente aspiracionales, deseantes y deseadas. Ambiciones, ambicionantes y anhelantes. La voluntad de poder constitutiva de la humanidad. Bajo el flujo e insumo de cada sistema político, estas categorías sociológicas se verán exacerbadas o atenuadas. Potenciadas violentamente o con compensaciones secundarias frente a la frustración de personas cuyas metas no han sido logradas. El neoliberalismo se caracteriza por su darwinismo social, donde las claves racionales de egoísmo, competencia e individualismo resultan ser los motores del mercado. Que, de suyo, tienen una incidencia crucial en la vida institucional. Las organizaciones laborales en sentido lato, no son ajenas a su contextualidad. Por ende, la violencia de mercado es una de las generadoras de la violencia laboral. A mayor violencia de mercado le corresponde mayor violencia laboral endogámica. Cuando trabajé el concepto de violencia laboral por primera vez, a principios de los años 90 del siglo pasado, pensé que era un fenómeno acentuado pero que no iba a tener la expansión que actualmente tiene.

La pandemia de covid-19 ha generado más y peor violencia laboral. En la contextualidad de la violencia de mercado se calcula que 100 millones de personas han caído en la pobreza extrema tanto por la grave crisis de salud, económica y por el cambio climático y de agua. Y, por pobreza general se han generado más de 500 millones de nuevos pobres. De los 300 millones de personas depresivas, 1 millón se suicidan anualmente, y la violencia laboral tiene una gran incidencia. También 1.000 millones de seres humanos viven con menos de un dólar por día y 2.800 millones viven con menos de 2 dólares. Y, 448 millones de niños/niñas sufren de bajo peso. Datos de la OIT-ONU del año 2019 y principios de 2020 reflejaban una grave situación para las personas trabajadoras y para la humanidad en general. Indican que en la Tierra había 3.300 millones de empleados, de los cuales 700 millones eran asalariados que vivían en la pobreza o extrema pobreza, y que el desempleo en el mundo llegaba a 192 millones de personas. Que en los establecimientos laborales del planeta, los accidentes laborales trepaban a 250 millones por año, 3000 fallecimientos por día, a razón de dos muertes por minuto y 160 millones de enfermedades laborativas. Argentina, a principios de 2021 presentaba 2.2 millones de desocupados, con un desempleo del 11%. Todos estos guarismos expuestos se incrementarían a la finalización de 2021.

Esta cartografía conflictual bajo el influjo de la cultura neoliberal es particularmente grave para los trabajadores. Por varios motivos:

*En las economías de cultura neoliberal, la violencia de mercado aumenta velozmente. La disminución de circulación de capital y su concentración trae directa y proporcionalmente más violencia de mercado. Dicha situación marca una incidencia fundamental en la violencia laboral intrainstitucional.

*Los procesos de subjetivación, es decir de respeto y consideración de las personas en las instituciones, se licúan. Y aparece más contundentemente el emergente de cosificación y objetalización de los trabajadores, para su descarte.

*Deterioro fáctico respecto a las conquistas de los derechos económicos, sociales y culturales de los trabajadores.

*Profundización de las paradojas. La exogenia, que es la construcción subjetiva a pura exterioridad consumista aspiracional de mercado, demanda más respuestas personales ante una economía individual en pleno empobrecimiento. Potenciación del individualismo.

*Es constitutivo, sabemos, que toda persona sea deseante de deseos propios y ajenos, en una sociedad de anhelantes y anhelados. Dichos impulsos son muchas veces propósitos de vida. El capitalismo neoliberal se caracteriza por ser gestor apócrifo de deseos permanentemente insatisfechos, para lograr corridas violentas de las personas por la vida. Y a su vez esas personas no dudan en victimizar a quien sea en busca de los deseos a cumplir.

*Con la profunda recesión económica, la envidia y competencia se potencian por los deseos que no se concretarán o por lo menos se obstaculizarán más.

*La envida se constituye en pereza crónica a todo proceso de emulación y de superación.

*El piso y el techo de las ambiciones de las personas dentro de toda institución se desdibujan generando una anomia cultural de trabajo. Se pierde la dirección de propósito. Las personas son sometidas y se someten a velocidades sin destinos.

*La solidaridad es sustituida por una competencia vertical y horizontal. La violencia laboral no sólo es del dominante de la relación económica sino también es generada entre pares. La envidia, competencia y ambiciones se desregulan generando anomia organizacional.

Los procesos de cosificación siempre se desarrollan en clave de tensiones abismales. Y los niveles de frustración exceden la capacidad societal para dar respuestas. Toda realidad social tiene incidencia dentro de la vida de las organizaciones e instituciones laborales. Todo desencanto social se troca en desánimo laboral, así como toda violencia de mercado incide en la violencia laboral.

En un contexto tan complejo para la ciudadanía, el capitalismo neoliberal nos demuestra una gran incapacidad para resolver los problemas de la gente, pues las salidas que propone son abismos donde caen vidas, derechos sociales y ambientales.

Esta es una etapa en la que paradójicamente se pueden trabajar dispositivos para lograr ciertas mejorías para las personas empleadas. Para ello se requiere de una pronunciada, eficiente y eficaz participación comunitaria democrática del Estado con los sindicatos guiados por criterios de justicia social ambiental. Planteado este complejo panorama, la herramienta a utilizar para erradicar la violencia laboral sería la de las compensaciones, entendiendo por las mismas aquel mecanismo permanente intrainstitucional que pone límite a las frustraciones laborales de los empleados por no lograr las ambiciones y metas que cada persona se estableció dentro de la organización de trabajo. Es una medida paliativa de prevención y reducción de daños generados o que puedan generar las violencias laborales. Así, una persona no obtiene lo ambicionado pero lograría un objetivo secundario que pone límites o fin a su frustración y a su consecuente agresividad. Las compensaciones reconducen la carga de agresividad de los conflictos personales e interpersonales. Otra situación muy distinta y que no es objeto de este artículo son los conflictos colectivos de trabajo.

Parafraseando de modo no lineal a San Agustín, que hayamos visto todo no significa que tengamos que tolerar y aceptar como normalizado lo cruel de la realidad.

(*) Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales y Abogado Laboralista