El día de hoy, 7 de Noviembre, la edición digital de Página/12 publica un artículo con el título “Elecciones en Nicaragua: ¿A quién respaldan los ex comandantes de la Revolución Sandinista?” que incurre en algunas inexactitudes o lagunas que ameritan un breve comentario. La bajada del artículo dice textualmente que “De los nueve miembros de la antigua dirección colectiva, solo Bayardo Arce apoya abiertamente a Daniel Ortega.”
Para comenzar hay que decir que el FSLN se funda en 1961 y que las tendencias aludidas en la nota de la Agencia Regional de Noticias recién hacen su aparición en 1976, en medio de la guerra contra el somocismo, y se disuelven meses antes del triunfo de la revolución en 1979. Daniel Ortega se incorpora al FSLN en 1963, dos años después de su fundación y en 1965 asume la jefatura militar de la Resistencia Urbana. Es cierto que hubo dos importantes defecciones entre los comandantes: Luis Carrión, alguien que tuvo una corta trayectoria en la guerrilla; y Henry Ruiz, quien sí hizo méritos notables en la campaña guerrillera pero en la lucha por el poder en el seno del sandinismo, en 1994, se dejó seducir por la candidatura a Secretario General del Frente postulado por el MRS (Movimiento Renovador Sandinista) cuando esta tendencia aún estaba incorporada al FSLN. Al ser derrotado, Ruiz optó por abandonar la organización y años más tarde pasar activamente a la oposición destituyente teledirigida desde la Casa Blanca
Pero no ocurrió lo mismo con otros. Carlos Núñez falleció en 1990, siendo todavía un activo miembro de la Dirección Nacional del FSLN. Y Tomás Borge -fallecido en 2012- apoyó a Daniel Ortega hasta el último momento. Borge fue el único fundador que llegó vivo al triunfo de la Revolución; el otro miembro fundador, Carlos Fonseca Amador, murió en combate en Boca de Piedra en noviembre de 1976. Uno de los más antiguos comandantes, Víctor Tirado López se distanció unos años del gobierno sandinista pero luego de la ofensiva sediciosa promovida por Estados Unidos en el 2018 se reincorporó al FSLN y ahora apoya a Daniel Ortega de forma contundente.
Jaime Wheelock es otra historia: se mantuvo activo asumiendo responsabilidades políticas en el Frente hasta finales de los años noventa. Siempre mantuvo cierta cercanía con Daniel Ortega, pero en 2018 asumió posiciones vacilantes ante la tentativa de replicar en Nicaragua las “guarimbas” venezolanas del año anterior. Luego de eso se pasó al bando sedicioso organizado por Washington y exigió la renuncia de Ortega. Caso parecido es el de Humberto Ortega, hermano del presidente, que quedó al frente del Ejército cuando se perdieron las elecciones en 1990; a partir de ese momento se mantuvo en el espacio sandinista, más todavía luego del retorno del sandinismo al gobierno en 2007. Sin embargo, la frustrada “revolución de colores” del 2018 lo empujó al campo de la oposición. Para resumir: no es Bayardo Arce el único integrante histórico de la Dirección Nacional del FSLN que aún apoya al gobierno sandinista de Daniel Ortega. También lo hace Víctor Tirado, como lo hicieron, hasta su muerte, Carlos Núñez y Tomás Borge. Y también lo hace la mayoría de los comandantes guerrilleros que surgieron, en los campos de batalla, antes y después del derrocamiento de Somoza, y que no formaban parte del núcleo fundador del FSLN.
Como en cualquier proceso revolucionario están los que se mantienen firmes y también los que desertan o se entregan al enemigo. Después de la guerra contra la agresión norteamericana desatada con furia luego de la victoria de 1979 y que se materializó en la derrota electoral del FSLN a manos de Violeta Chamorro en 1990, muchos abandonaron al sandinismo y optaron por la claudicación. Metabolizaron de mal modo la derrota y plantearon que había llegado la hora para que el FSLN renunciase al socialismo, al antimperialismo, a la lucha popular y al carácter de vanguardia del Partido. No obstante, la mayoría del Congreso Extraordinario reunido para definir posiciones al respecto (aproximadamente un 60 % de los delegados) decidió mantener esos principios. Meses después los derrotados en el Congreso abandonaron el FSLN y formaron el MRS. En elecciones de 1996 sacaron el 1.5% de votos mientras el Frente obtenía el 36%. En 2000 y 2001 participaron aliados con el Frente, pero en el 2006 rompieron y corrieron por su cuenta, obteniendo el 6%, mientras el Frente el 38%. Cuando el sandinismo retorna al gobierno, en 2007, estos grupos se fueron extinguiendo como opción política. Su decadencia adquiere un giro dramático en los sucesos del 2018, cuando conformaron el mando militar del fracasado intento de golpe de Estado. Por cierto, una buena parte de quienes tuvieron cargos en el gobierno y en el Frente en los años ochenta abandonaron la lucha en la década siguiente, dejándose seducir por los cantos de sirena del imperio (dinero, prestigio, reconocimiento, figuración social). No obstante, la militancia histórica así como la actual están firmemente alineadas con el liderazgo de Daniel Ortega.
En relación a esto último no hay que olvidar que en Nicaragua hubo dos guerras: la de liberación, contra la tiranía somocista, y la de los ochenta, cuando Washington se lanzó con furia para sembrar la muerte y la destrucción en ese país armando, financiando y otorgando protección diplomática a los “contras” para tumbar al gobierno revolucionario. Llegó inclusive a ordenar que un alto oficial del Ejército de Estados Unidos, el Coronel Oliver North, organizara a requerimiento del presidente Ronald Reagan una red internacional de narcotráfico y de venta ilegal de armas para conseguir los recursos para financiar a la “Contra” nicaragüense. Una buena parte de la militancia sandinista actual está formada por la generación que se integró al Frente en esa guerra de los años ochenta, a edades muy tempranas.
Todo esto son matices que nos parecen necesario introducir para una mejor comprensión de la nota que estamos comentando, y que tienen por propósito aclarar un panorama endemoniadamente complejo. No es sólo Bayardo Arce quien apoya a Daniel Ortega. Esta aclaración para nada significa desconocer los problemas existentes en la experiencia de gobierno del sandinismo, que podría mejorarse como la de cualquier otro. Pero sí quiere resaltar que la crítica de personeros o medios de comunicación que satanizan, en línea con el libreto pergeñado por Washington, a Daniel Ortega y a Nicaragua (y a Cuba, Venezuela, Evo Morales, Rafael Correa, etcétera) mientras consienten y ocultan los crímenes de gobiernos ferozmente represivos como el de Colombia (promedio de un asesinato de un líder político o social cada dos días), o la criminal represión de Sebastián Piñera en Chile, esa crítica, repetimos, es insanablemente deshonesta y reaccionaria.