Nacida y criada en Gotemburgo, Anna Olsson estudió artes y oficios textiles; también es psicóloga, profesión que ejerce asistiendo a niñas, niños y adolescentes refugiados, en situación de extrema vulnerabilidad, que piden asilo en Suecia. Una solicitud que -en demasiadas ocasiones- les es denegada, conforme relata la empática especialista en salud mental: la situación es decididamente dramática, enfatiza, porque “a tan corta edad ya han atravesado experiencias terribles, indecibles, y presentan graves cuadros de estrés postraumático. Necesitan sentirse a salvo para poder sanar y, sin embargo, no consiguen amparo. Se les obliga a volver a huir, algo que profundiza aún más sus heridas”. “Es doloroso ser testigo de lo que sucede, me enoja tanto pero tanto”, resalta la mujer que ha querido, a través de su obra, “devolverles la voz pública que se les ha arrebatado”. En To Me You Are Valuable, su última serie, la artista convierte en tapices algunas de las selfies que le han mandado expacientes, lastimosamente deportados, en pos de recuperar -hilos mediante- sus historias, sus testimonios.
“Cuando aprendí a tejer, el flechazo fue instantáneo: quedé irremediablemente atrapada, fascinada por la tarea. Es una labor lenta, meditativa, terapéutica, muy física, que obliga a enfocarse y elegir concienzudamente qué imágenes urgentes deben ser plasmadas. Confeccionar un tapiz es una tarea dura, que involucra la mente y la mano en partes iguales, y a veces unos cuantos dolores de espalda”, comparte Olsson, que recientemente ha sido destacada por los Premios Cordis (uno de los mayores galardones al tejido contemporáneo, que fomenta el mundillo del tapiz en todas sus manifestaciones: a partir de métodos y fibras tradicionales, incluyendo materiales encontrados y técnicas poco ortodoxas). Por su trabajo To Me You Are Valuable, dicho sea de paso, que se exhibe por estos días en Casa Inverleith, en el Real Jardín Botánico de Edimburgo, hasta el 12 de diciembre.
Al respecto, expresa Anna que, “ante todo, mis
tapices son un acto político, una forma de protesta directa contra quienes le
niegan asilo a jóvenes indocumentados, como la Agencia Sueca de Migraciones,
que los hacen sentir indeseables, indignos de llevar una vida segura, apacible.
Pero, a la par, intentar ser un gesto de ternura, de amor que le dice a estos
párvulos y muchachitas: son vistos, son escuchados, ¡por supuesto que son
importantes!”.