Entretener, pero sin sacrificar el ejercicio de reflexión. Eso es lo que busca el director y dramaturgo Flavio Abraldes con su obra 90cts. en la que evoca la crisis del 2001 y las desigualdades sociales vigentes. Con la interpretación de Brenda Fabregat, Daniel Ibarra, Antonella Fittipaldi, Diego Lorenzo y Flor Marsal, y una puesta en escena que combina drama y humor, la nueva propuesta del circuito off se presenta en el Teatro El Grito (Costa Rica 5459), los miércoles a las 22.

En escena se reconstruye la cruda realidad de una familia de clase media baja que vive en las cercanías a un terreno tomado y que es intimada a desalojar su vivienda a cambio de dinero por una mujer enviada por la municipalidad. La amenazante oferta se da en medio de un estallido social con un gobierno a punto de caer y ese contexto los obliga a preguntarse si vale la pena quedarse a resistir o empezar de nuevo en otra parte. Juntos, o separados, la crisis que los rodea los obligará a mirarse en el espejo en que han dejado de mirarse hace tiempo.

Abraldes comenzó a darle forma a la dramaturgia en 2016, pero el argumento empezó a escribirse en su cabeza mucho antes, en los días previos a la caída del gobierno de Fernando de la Rúa. "En diciembre de 2001 me tocó presenciar una imagen tremenda. En ese momento, yo trabajaba a media cuadra de Fuerte Apache y me encontré con una caravana de carros que cargaban las pertenencias de varias familias que abandonaban el barrio”, cuenta el director quien recuerda la respuesta que recibió cuando indagó en esas circunstancias.

“Los vecinos me contaron que había un proyecto de la municipalidad para derrumbar parte del complejo de torres del barrio e indemnizar a las familias que habitaban allí. La realidad era que el municipio quería el terreno para un negocio inmobiliario. Y para desalojar a la gente enviaban a los barras del Club Almagro que, a punta de pistola y coordinados por punteros políticos, tomaban posesión de las casas y además cobraban la indemnización”, agrega Abraldes que describe la situación de aquellas familias como un “éxodo” que lo inspiró a llevar al escenario la problemática de la propiedad privada y la dificultad del acceso a la tierra.

La trama, explica el autor, está vinculada también a su infancia, porque siendo niño entabló amistad, en su barrio y en el colegio, con vecinos de Fuerte Apache. “Cuando empecé a escribir la obra, me interesaba hablar del azar y del destino de las personas, pero el tema se fue bifurcando y apareció esta historia que podría ocurrir en las periferias de la ciudad o el conurbano. Ahí terminé hablando de la desigualdad, pero decidí hacerlo no sólo desde la tragedia sino también desde el humor, porque es ahí donde estamos más vivos”.

Abraldes advierte que, a contramano de lo que él hubiera esperado, la ficción no habló mucho sobre la crisis de 2001, y es por eso que él utilizó esa coyuntura como puntapié narrativo, aunque aclara que su historia “transcurre en un tiempo indefinido del último milenio, y podría ocurrir en cualquier lugar del mundo”.

“Me pareció interesante no delimitar un marco geográfico ni temporal, porque lo que cuento sucede en todos lados y todo el tiempo. La obra habla sobre algo que es cíclico. Hoy veo a muchos jóvenes con problemas no resueltos sobre su futuro, y al mismo tiempo veo que para solucionar eso se plantean las mismas medidas de achicamiento del Estado, privatizaciones e importaciones que nos han llevado a situaciones de crisis como la de 2001. Y me resulta desesperante que se reciclen todos esos temas”.

En esa línea, el teatrista destaca que en 90cts. sobrevuela un cuestionamiento del discurso que actualmente pondera la meritocracia y el esfuerzo individual por sobre el entramado colectivo. “Tenemos un sistema en el que supuestamente se prioriza la idea de libertad, pero sin embargo las estadísticas indican que el ochenta y cinco por ciento de quienes nacen en un barrio pobre no van a poder salir de ahí. Y vivimos en un mundo absurdo en el que el ochenta por ciento de la riqueza está en manos del diez por ciento de la población”.

La propuesta escénica de Abraldes se suma a una cartelera teatral en expansión, luego de las prolongadas restricciones que sufrió el sector. “La gente quiere ver teatro porque durante la pandemia estuvo muy en contacto con la pantalla y extrañaba el vínculo directo con la ficción. Muchos formatos vaticinaron erróneamente la muerte del teatro, pero la ceremonia teatral, que es irreemplazable, sobrevive a todo, como los personajes de esta obra”, analiza al respecto.

En este marco, y donde sorpresivamente muchas salas agotan entradas para varias funciones, se pone de manifiesto el rol significativo de las artes escénicas a la hora de visibilizar ciertas temáticas sensibles. “El teatro tiene la capacidad de hacer bajar la guardia y de seducir al espectador. Es una actividad en la que a través del entretenimiento se puede proponer una idea transformadora. Y mi objetivo es que el público pueda salir de mi obra haciéndose preguntas que antes no se había hecho”.