La mundialización económica neoliberal se desarrolló a partir de mediados de los '90 promovida por las necesidades de la expansión del capitalismo monopolista, imponiéndose como factor determinante y dominante de la organización económica mundial.
La diferencia entre este nuevo orden y el colonialismo institucional y estatal de la Belle Epoque y la Era Victoriana, que también cubrió el conjunto de los países, fue que había sido presentada como el fin de la dominación de la política y la eclosión de un mundo donde los espacios económicos y la acción de los Estados quedaban subordinados a los imperativos de la eficacia económica privada.
Los propagandistas del neoliberalismo aseguraban que el modelo imponía la paz, ya que la interrelación comercial llevaría a un sistema superior donde las conveniencias económicas erradicarían las guerras. Los expertos (economistas neoliberales) y las organizaciones multilaterales, como la Organización Mundial del Comercio, el FMI, el Banco Mundial, la OCDE, crearon incluso una justicia privada internacional (el órgano de apelación -ESD en inglés- de la OMC o el CIADI del Banco Mundial) que permitía, en teoría, sancionar a quienes no aceptaban las reglas del juego.
Sin embargo esto sólo se aplicaba a los países que aceptaron subordinarse al modelo, puesto que cuando Estados Unidos acumuló una serie de condenas por parte del órgano de apelación de la OMC bloquearon su funcionamiento, impidiendo el nombramiento de los jueces, con lo cual ya no podían ser sancionados. El último juez que quedaba acaba de terminar su mandato y hoy ese engendro es una estructura vacía.
Nuevo orden mundial
Los economistas ortodoxos se atribuían el rol de ser quienes diseñaban el nuevo orden mundial desplazando a los políticos en la definición de los equilibrios mundiales. Describieron la mundialización como un conjunto de decisiones racionales que permitían de incrementar la riqueza producida.
Francis Fukuyama, un politólogo estadounidense, pretendió que la entronización de la racionalidad económica entendida como la maximización de los beneficios de las multinacionales, que se desarrolló luego de la implosión del sistema soviético, significaba el “fin de la historia”, sin entender que el fin está presente en cada momento histórico. Pretendían además que la disminución de los aranceles comerciales y el desarrollo del comercio internacional, que había contribuido a la implosión del modelo soviético, llevaría a China a una convergencia con el “modelo occidental”.
El nuevo sistema debía funcionar -y funcionó en parte- a través de la deslocalización parcial y específica de procesos de producción y de algunos de los factores como el capital, la tecnología y el trabajo, lo cual permitía superar el concepto de las ventajas relativas de David Ricardo donde son fijos.
El capital financiero internacional determinaba cuándo, cómo y dónde se invertían los excedentes financieros del mundo en función de los rendimientos esperados del capital. Algunas empresas en los países avanzados obtuvieron enormes beneficios gracias a la disminución de los salarios reales, ya que la deslocalización y el intercambio permitieron el aprovisionamiento de bienes-salarios a bajo precio para los trabajadores, pero el costo social fue muy importante.
Ciertas ramas de producción desaparecieron o fueron significativamente reducidas con la consecuente pérdida de empleos y calificaciones de los trabajadores.
Cooperación o rivalidad
Los economistas neoliberales teorizaron la supremacía de la racionalidad económica frente a las decisiones políticas. En política los expertos razonan en términos de “suma cero”, vale decir que lo que pierde un país lo gana el otro, mientras que en la neoideología económica de los ortodoxos la transferencia de los factores y el comercio optimizan la utilización de los recursos y permiten una suma de signo positivo, puesto que afirman que el resultado final, en valor, es superior al del principio.
En idioma posmoderno, la mundialización es un juego cooperativo mientras que la geopolítica un juego de rivalidad. Macri fingió interpretarlo al afirmar que “nos caímos del mundo” porque consideraba que Argentina, debido al peronismo, había quedado fuera de la mundialización y de los circuitos virtuosos del capitalismo financiero internacional, que lo impuso con un impresionante endeudamiento público.
Este sistema no sólo genera un incremento de la pobreza y de la segregación social, como en barrios cerrados, sino que engendró especulación financiera, evasión fiscal, guaridas fiscales. También originó un gigantesco “daño colateral” con los llamados “perdedores de la mundialización”: la pobreza y la marginalidad social en los países avanzados adquirió proporciones inusitadas desde el fin de la segunda guerra mundial.
El 15 de septiembre del 2008 la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers marcó el fin de la fiesta de unos pocos y el comienzo de la crisis para los otros. La crisis sistémica del sector financiero mostró que el modelo funcionada muy mal y el mundo entró en la mayor crisis financiera y económica desde la década del 1930. El Producto Bruto mundial disminuyó, el comercio internacional tuvo una caída espectacular y la situación social se agravó con la perdida de empleos y y aumento de la pobreza, de la precariedad laboral y la degradación de las condiciones de vida.
Crisis del coronavirus
La crisis financiera de las subprime y la posterior pandemia de la covid-19 cambiaron el panorama global.
Estados Unidos incrementó los aranceles y las barreras no arancelarias, aumentó las restricciones a la transferencia de tecnología, y propuso un impuesto mundial a las multinacionales, lo cual constituye un cambio de paradigma donde la política desplaza a la economía.
China aceleró el proceso de sustitución de importaciones con un nuevo programa de producción de alimentos, creando a marcha forzada una industria de circuitos integrados, rompiendo de hecho su modelo extrovertido y una renovada atención al mercado interno.
La Unión Europea luego de la compra del Puerto de Trieste por una compañía estatal china activó su legislación sobre la limitación de compra de activos por parte de personas o compañías extracomunitarias, a la vez que impuso la repatriación de algunos complejos industriales.
Estos y otros eventos provocaron un debate global importante ya que los ideólogos de la mundialización tratan de intimidar a los gobernantes. Entre los principales argumentos mencionan que, en los países avanzados, las trabas al multilateralismo económico costarían 10 por ciento del poder de compra de los salarios debido al incremento de los precios.
Sostienen que toda protección de la producción nacional es una característica del “populismo” que, además, consiste en otorgar un incremento de ingresos a la plebe en detrimento de la eficacia económica del conjunto. Afirman que la disminución de las flujos comerciales y financieros “van a costar más”.
La nueva realidad económica mundial muestra que se está ingresando en una nueva época donde las relaciones económicas van a estar subordinadas a los imperativos de la política y no a la inversa. La geopolítica vuelve a emerger como algo sustancial y el comercio internacional ya no aparece como el Santo Grial, sino que quedará subordinado a las decisiones para preservar la soberanía política y la independencia económica.
* Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.