“El circo es el lenguaje de las hazañas humanas”, dice Gerardo Hochman, creador y director de Fenómenos, palabras y parábolas, adaptación del libro de microrrelatos Fenómenos de circo, de Ana María Shua, que se estrenará el viernes 12 a las 21 en el Galpón de Guevara (Guevara 326). Los personajes y circunstancias de la vida circense ejecutan la pirueta más arriesgada: vibrar de la página al escenario, en un circo-teatro o un teatro cirquero que incluye diferentes disciplinas: acrobacias, trapecio, faquirismo, contorsiones, prestidigitación, hula-hula, palo chino, fuerza capilar y báscula. Las dos primeras funciones de este espectáculo -que ganó el Premio Estímulo a la Creación y Producción de Artes Escénicas 2021 del Banco Ciudad y el Complejo Teatral de Buenos Aires- forman parte de la programación del Festival Internacional de Circo Independiente (FICI).
La trama circense envuelve; una intérprete levita o flota, y su número es tan poético y bello que la mirada es como un elástico alborotado por lo inaudito. La música en vivo de Marcelo Duclos está integrada a la pista circular junto al resto de los intérpretes: Eleonora de Souza, Lucas Bustos, Damián Torres, Pablo Morizio, Julieta Pachamé, Victoria Larrambebere, Evelin Bustos y Rodrigo Fernández Madrid. Nada se escamotea; no hay detrás de escena. Todo está a la vista. El ensayo general termina en el Galpón de Guevara. En la primera fila está la autora del libro, todavía extasiada al ver cómo lo que ella escribió se materializa y potencia en escena.
“El libro me lo compré cuando lo vi, como coleccionista de todo lo que atraviesa al circo. De entrada me fascinó y ya lo he usado en clases, ejercicios, en alguna muestra, pero de manera interna, así que lo tenía muy rumiado. Y me pareció que era el momento de consagrarlo en un espectáculo. Fue uno de los ocho proyectos que escribí en pandemia y el único realizado”, cuenta Hochman a Página/12. “Cuando veo el texto en escena, el efecto es maravilloso; es una cosa extraordinaria porque ni remotamente pensé en imágenes. Nunca me imaginé qué era lo que podía pasar con el libro convertido en acción. Ya vi unos cuantos ensayos y cada vez me resulta más increíble”, admite Shua.
-¿Cómo puede ser que hayas escrito eso (Fenómenos de circo) sin tener las imágenes? ¿Qué vinculación tenés con el circo?- quiere saber Hochman.
-Ninguna vinculación. Fui cuando era chiquita, igual que todo el mundo- responde Shua. Ahora el asombrado es Hochman.
-¿Pero te emocionaba especialmente?
-Era lindo, pero no era algo por lo que estaba enloquecida.
Fenómenos de circo (Emecé) se publicó en 2011. El primer texto es de 2007, cuando le pidieron un microrrelato inédito desde España. “De pronto empecé a darme cuenta de que el circo reunía una cantidad de elementos que tenían que ver con el arte en términos generales. Estudié y leí mucho; tres años tardé en escribir el libro. Investigué como se investiga hoy: yendo de los libros a Internet y de Internet a los libros. Por el camino, uno va encontrando una cantidad de elementos que no sabía que existía y que van conduciendo a otros; es el jardín de los senderos que se bifurcan: cada elemento te conduce a otro y uno trata de seguirlos a todos. Es un trabajo muy lindo –recuerda la escritora-. Pero nunca me imaginé que de un libro de microrrelatos podía salir un espectáculo”.
Para Hochman los microrrelatos tienen “una lógica parecida con los números de circo” porque disponen de una estructura dramática propia: una presentación, momentos dramáticos y un remate. Del libro seleccionó los textos que más lo emocionaron o aquellos que podían amplificar el universo del circo hacia otras resonancias. También eligió algunos textos que por intuición sabía que podían dar pie el despliegue del lenguaje acrobático que ha desarrollado en sus espectáculos más emblemáticos, como Gala, Bellas Artes, Ronda, Fulanos, Sanos y Salvos, Kamuflash y Travelling, entre otros.
-¿Qué es el riesgo para el artista de circo?
Gerardo Hochman: -El circo es el lenguaje de las hazañas humanas; para que haya circo tiene que haber una hazaña que el resto de los mortales, el resto de los presentes en la sala, no sea capaz de hacer, para generar asombro. Es un riesgo real al que se suma el riesgo artístico, expresivo, y en nuestro caso el riesgo del circo metido dentro de una estructura coreográfica que hace que el rigor de los tiempos en los que se ejecutan las destrezas sea más íntimo.
-Detrás de las destrezas está la fragilidad de los cuerpos, ¿no? El cuerpo está muy desnudo en escena.
G.H.: -El trabajo del artista de circo está atravesado por la desnudez en varias dimensiones. Por un lado, está la cercanía: no hay mediatización, es un circo de cámara, estamos metidos adentro de la pista. Por otro, lado aparece la circularidad: tratamos de evocar la circularidad del circo; los espectadores ven el espectáculo y además se miran entre sí y contagian sus emociones porque si ves a alguien que está enfrente que se ríe, que aplaude o se tapa los ojos porque algo le da impresión, eso vuelve. En el circo, además, hay otra desnudez, que es que no se puede ocultar nada: es un espacio abierto, y las cosas que se van a utilizar están presentes desde el principio, generan expectativas y hay que cumplir con esas expectativas.
Hochman, uno de los exponentes más representativos de las artes circenses en la Argentina, creador de la escuela de circo La Arena en 1994, despliega, espectáculo tras espectáculo, un circo muy poético. “Trato de inferir la poética de los propios movimientos, no imponer un relato que sea externo al sentido que los movimientos tienen. Intento no regodearme en la destreza; es decir, que la destreza sea un medio para comunicar o provocar una emoción, y no un fin en sí mismo. Si bien está la condición del asombro y de la admiración, no hay un regodeo en eso; no estamos para que nos admiren por la habilidad que tenemos sino que tenemos otra misión y es una misión poética”, explica el director.
-La palabra emoción suele ser problemática para los artistas y escritores: un exceso de emoción puede arruinar un texto o un espectáculo. ¿Cómo manejan la emoción una escritora y un artista de circo?
Ana María Shúa: -Es muy distinto el momento en que uno está escribiendo y el resultado de lo que escribió. A veces me hablan de volcar las emociones en un texto y creo que lo que uno hace no es volcar sus emociones. Eso está bien para la gente que no toma la escritura como parte de su vida, entonces en un momento se pone a escribir, vuelca sus emociones en lo que escribe y le sirve de catarsis. Uno quiere que la catarsis la haga el espectador, no el autor. No se trata de volcar las propias emociones en el texto sino de provocar determinadas emociones en el espectador. Nunca hay un exceso de emoción en eso que uno quiere provocar en el espectador. Si el espectador se emociona muchísimo, pues mejor. Lo interesante es lograr lo que uno se propone: llevarlo hasta donde uno quiere, sorprenderlo en el momento adecuado. Poder distraerlo y en el momento en que está distraído, darle un palazo en la cabeza y hacerlo caer en un pozo y después sacarlo inmediatamente y ponerlo otra vez a llorar, a indignarse o a alegrarse con lo que uno escribió o con lo que están haciendo los artistas sobre el escenario.
G.H.: -Hay un peligro con la emoción porque es un espectáculo donde el circo se mira a sí mismo como expresión, como modo de vida, como profesión, entonces esa doble capa puede generar una emoción medio edulcorada del circo regodeándose a sí mismo. Es un termómetro que estoy tratando de manejar: que esté el perfume, que esté la esencia, pero que no sea la reproducción de un espectáculo de circo. Entonces, volviendo a la desnudez, hay un espacio que tiene una factura minimalista, en el sentido de que hay pocos signos, contundentes, de lectura unitaria y directa; no tiene recovecos, no tiene adornos, no tiene arabescos; es una página donde imprimir las emociones que evocan las emociones del circo.
-Uno de los microrrelatos es sobre el fracaso del payaso. ¿Aparece la cuestión del fracaso?
A.M.S.: -Sí, hay varios textos que tienen que ver con el fracaso.
G.H.: -Hay un número de la trapecista que tiene dos condiciones: una es que admite que se repite y que se plagia a sí misma, lo que para nosotros es sinónimo de fracaso. Como a toda artista, esta certeza le duele, y dice que en busca de la originalidad se lanza por el aire, sin cables de seguridad, sin red y finalmente sin trapecio. ¿Qué es una trapecista sin trapecio sino un montón sanguinolento sobre el aserrín? Ahí hay un fracaso y, de hecho, está tramitado como una caída del trapecio y hay una especie de sepelio de la trapecista. Hay otras cosas que no tienen que ver con fracasar sino con cómo sorprender a los espectadores, que es un desafío previo: “nos dejamos morir sobre la pista para sorprenderlos y sin embargo no es suficiente”...
-Qué tema el afán de asombrar, ¿no?
A.M.S.: -Es la quintaesencia del arte. ¿Qué es lo que busca el artista? Entre otras cosas asombrar de la mejor manera posible, de la manera más sutil, siempre dar algo inesperado, diferente; es la desesperada búsqueda de la originalidad y con los años de la originalidad con respecto a uno mismo.
G.H.: -Eso me hace acordar al eslogan del Circo de Moscú, cuando venía siempre en vacaciones de invierno: “Como siempre, siempre distinto”.
-¿Cómo trabajás con el asombro? ¿Lo hacés desde la ejecución de la destreza o te interesa llegar al asombro por otras vías?
G.H.: -La destreza es una condición en mi versión de circo; es la materia prima, es la hebra con la que se tejen las cosas, no es que se incorpora después. No es teatro con un poquito de acrobacia: el lenguaje es la acrobacia. Y además son acrobacias que al mismo tiempo que se ejecutan tienen un sentido musical, una intención, es decir que tienen una teatralidad. En ese punto, cuando sale bien se conjuga todo: la destreza, la armonía y las intenciones. Por la destreza no me preocupo porque tiene que ver con la condición de quienes lo hacen, que vibran con eso y están todo el tiempo desafiándose a sí mismos. También me interesa el asombro del misterio: el cómo se hace. Me acuerdo que cuando era chico tenía un libro que tenía una tapa con una imagen tornasolada, medio brillosa, con los ojitos que te seguían. Y yo lo rompí para ver cómo estaba hecho por detrás; empecé a escarbar el cartón y me quedé sin el libro. Esa curiosidad de cómo se hace para mí es un motor.
A.M.S.: -Los juguetes de mi época eran de madera y de lata; he abierto más de un chiche con un abrelatas. Y siempre era una decepción; es mucho más interesante el misterio que la realidad.
-Como escritora evitás la pirotecnia verbal y tenés más bien un estilo que trabaja con el cuidado y concentración de la palabra.
A.M.S.: -El tema de los fuegos artificiales es un peligro; yo quiero apuntar al fruto y no que mi prosa se vaya en hojas. El exceso hay que estar controlándolo todo el tiempo; pero yo tiendo a la concisión.
Ana María sonríe y confiesa: “casi no reconozco mis propios textos” y subraya que están “muy respetados” y “muy bien dichos” por la actriz, Eleonora de Sousa. “Suele suceder que cuando toman los textos, incluso para leerlos, los deforman porque no los entienden; entonces destruyen las intenciones. Acá sucede todo lo contrario: se realza la intención. Ni hablar con todo lo que esos textos producen después en el escenario: es como un jardín que uno ve crecer, como si mis palabras fueran semillas de las que brota una selva”, compara la autora de las novelas Soy paciente, Los amores de Laurita, La muerte como efecto secundario y El peso de la tentación, entre otras.
-¿Qué pasa con la imaginación en el circo y en la literatura?
A.M.S.: -La imaginación en literatura opera como los sueños; la construcción de la ficción se parece a la construcción de los sueños. Lo que hace la imaginación no es pensar en cosas que no existían y que son inventadas. Es un arte combinatorio; en los sueños, las cosas que uno conoce se combinan de una forma totalmente arbitraria. En la imaginación ficcional uno tiene más control sobre esos elementos. Uno toma minúsculas partes del gigantesco caos de la realidad y las combina de una manera que pretende ser única. Y así funciona.
G.H.: -La misión del circo es hacerte soñar despierto; estimula la imaginación. Un espectáculo te tiene que provocar preguntas: si sos capaz de hacer eso o si alguna vez fuiste capaz o serías capaz. El circo te tiene que inspirar a correr tus propios límites.
El espectáculo
Puente entre el pasado y el futuro
En Fenómenos, palabras y parábolas, la presentadora del circo es la actriz Eleonora de Souza. “Eleonora va hilvanando las escenas y es a la vez la escritora que escribió el libro y hace de Ana (María Shua) sin blanquearlo”, anticipa Gerardo Hochman. La música de este espectáculo, cuyas funciones se extenderán hasta el 18 de diciembre, es en vivo y ha sido compuestamente especialmente por Marcelo Duclos. “La música tiene algo del pasado y algo del futuro porque hay muchos elementos de la música tradicional de circo y a la vez tiene una resonancia particular que tiene que ver con algo de película de ciencia ficción, con el futuro de la imaginación”, dice Ana María Shua. “Quizás el espectáculo pueda funcionar como un puente entre la tradición y los procedimientos contemporáneos. Eso es lo que percibe Ana, cierto devenir entre capturar algo de la tradición de nuestra práctica, pero practicándola desde el presente. Lo que no hay es un quiebre en la tradición. En esta obra estamos más ubicados en un devenir entre la tradición y la factura contemporánea”, plantea Hochman.