La ola de femicidios en la Argentina no da tregua, y no sólo en nuestro país, ya que los asesinatos contra las mujeres son una pandemia mundial. Una de las particularidades de los últimos femicidios radica en los suicidios de quienes los cometen. Tal desenlace nos lleva a ver que el crimen va dirigido hacia la mujer y también hacia el propio agente; la muerte, recae sobre ambos.
Pero ¿qué del hombre violento? La particularidad de la violencia actual estaría dada por el ocaso del régimen patriarcal ya que es ese ocaso el que da forma a la brutalidad con la que emerge. Detengámonos en la palabra “ocaso” para precisar que no es equivalente a “desaparición” sino afín a declinación, en la que algo pervive pero ya no reviste el valor de antaño. Conviene también diferenciar “patriarcado” de “machismo”, términos que se confunden en los estudios dedicados a esta problemática y que urge distinguirlos. Cuando las mujeres se revelan con justicia e indignación contra este tipo de atentados tan espeluznantes, pecan al denunciar el régimen patriarcal, y no ven allí más bien su declinación. En principio la palabra “patriarcal” alude a “padre”, mientras que el vocablo “machismo” alude a “macho”, es decir que no son equivalentes. “Padre” tiene un estatuto simbólico que sobrepasa la reproducción: padre de una idea, de una Nación, de un movimiento, de una doctrina, etcétera; “macho” sólo remite a un animal de sexo masculino o a un hombre en que se destacan las cualidades tradicionalmente consideradas, como el vigor, la virilidad o el poder que da la fuerza.
Es que el machismo presente en la violencia contra el sexo femenino es signo de la decadencia patriarcal ya que se apela a la fuerza cuando no hay autoridad. No hay que olvidar que el vocablo autoridad –autoritas- proviene del verbo augure que significa aumentar. En este primer significado, se considera que los que tienen autoridad hacen cumplir, confirman o sancionan una línea de acción o de pensamiento que engrandece.
En La noción de autoridad dice Alexandre Kojeve: “Si para hacer salir a alguien de mi habitación debo emplear la fuerza, debo cambiar mi propio comportamiento para realizar el acto en cuestión y de esa manera demuestro que no tengo autoridad. La autoridad entonces, excluye la fuerza y exceptúa la violencia, pero para operar debe ser reconocida, debe tener una causa, una justificación, una razón de ser. Y ella no está engendrada por el ser que la posee sino por sus actos”.
Violencia e impotencia se dan la mano, Lacan afirma: “La impotencia para sostener auténticamente una praxis se reduce, como es corriente en la historia de los hombres, al ejercicio de un poder”.
Actualmente muchas feministas acusan al psicoanálisis de levantar la figura del padre sosteniendo un régimen falocéntrico que no hace más que dar perdurabilidad al patriarcado. Freud consideraba que su defecto como analista era el de haber sido… demasiado padre. Entreveía, sin duda, que había que atravesar tal predominio y seguramente lo hacía cuando en los análisis le daba privilegio al conflicto entre instancias, a las pulsiones y sus destinos más que a la novela edípica…
Hay machismo cuando no hay padre
El varón, puesto hoy en el banquillo de los acusados, lo es por quedar reducido a la versión machista que no es la que sostiene el psicoanálisis cuando se refiere a la virilidad.
Lacan afirma que un hombre verdaderamente viril no es más que su propia metáfora mostrándonos con esto que jamás se identificará cabalmente con aquello que representa. Por ello dice Lacan que, si un hombre que se cree rey está loco, está igualmente loco el rey que se cree rey, pues efectivamente la locura no consiste únicamente en creerse lo que no se es sino también en creerse lo que es, o sea en creérsela.
*Miembro de la EOL y de la AMP. De su libro El movimiento trans. Entre el feminismo y el machismo. Grama Ediciones.