Cuidado con lo que deseas. En el año 2011, Marianela editó un disco titulado Delay pero la demora en la señal no llegó entonces. Llegó después. Lenta e inmediatamente después. Secuencias, su nuevo disco, suena como si despertara del híper-sueño arropada por la cápsula de hibernación y un manojo de sentidos expandidos. Nueve canciones que abrazan la tradición del pop-rock confesional argentino como si algunos velos no se hubieran caído y el trap fuera solo una solución para las cucarachas.

“Pasó un montón de tiempo, aunque viste que a veces cerrás los ojos y cuando los abriste se fueron diez años”, dice Marianela. “Es cruel. Me han pasado cosas personales y en algún momento me quedé medio estancada. En una época me programaban todo el tiempo para los festivales del Gobierno de la Ciudad, pero cuando la grieta se puso muy visible y yo hice muy visible mi postura... me dejaron de programar. Es verdad que tocaba en otros lados, pero eso influyó. También hubo un vínculo medio raro que me dejó estropeada. Eso ayudó a que mi cabecita exportara y creara un montón de canciones. Dejé de tocar en vivo, pero la máquina productiva siguió funcionando”.

Los temas se fueron acumulando en el dique, pero las piedras que lo rompieron llegaron desde lugares inesperados. Desde adentro y desde afuera. Ambas, paradójicamente, desde Oriente. Por un lado, el ejercicio de la Meditación Trascendental comenzó a destrabar algunos miedos y fobias. Por el otro, la pandemia le facilitó el tiempo necesario para sentarse a pulir esos atados de canciones que esperaban su turno en la computadora. Así, entre la multitud de archivos, encontró la unidad de Secuencias: música para ensamble de rock pero tocada casi exclusivamente por ella, grabada en su casa y bajo su propia producción.

Si bien el arranque remite deliberadamente a PJ Harvey y “Supiste ser” evoca el fraseo más ansiolítico de Lou Reed, el disco juega en otra liga. Concentrado en una canción, Marianela parece elevar el reclamo por su lugar en dos linajes: aquí, la saga que une subterráneamente a las Viudas e Hijas de Roque Enroll con artistas como Flopa, Paula Maffia o María Pien; más allá, el fulgurante planeta Say No More. El ostinatto de “Cambiar la piel”, segundo tema de Secuencias, es un ejemplo de cómo escribir tu propia y personalísima música siguiendo el camino de tus maestros. “Estoy camino a dejar de componer ese tipo de canciones, pero es un disco completamente autobiográfico y catártico”, explica. “’Cambiar la piel’ tiene el color de ‘Vía muerta’, esa canción tan linda que también grabó María Gabriela. Están los dos ahí. Es mi humilde homenaje a ambos”. Marianela piensa en sus maestros, pero la que estaba atrapada en la vía muerta era ella. El conjuro, como es fama, siempre tiene razones prácticas.

“Entre mis 17 y mis 30, María Gabriela fue una inmensidad”, dice Marianela. “Yo era re fan. La amaba. Fue una maestra enorme, y no solo de guitarra y de música. A nivel musical, me enseñó a valorar el ‘menos es más’. María Gabriela bancaba más a alguien que pudiera aguantar tres o cuatro minutos tocando la misma rítmica que a alguien que pudiera tocar un solo durante tres o cuatro minutos. Yo, cuando era más pendeja, era fan de Living Colour. Me encantaba cómo tocaba Vernon Reid. Pero, a medida que fui creciendo, entendí que es mucho más fácil cambiar permanentemente de posición. Todo va cambiando al mismo tiempo. Ahora, por ejemplo, estoy tratando de deshacerme de la distorsión. No solo en la música: en todos los ámbitos de mi vida”.

En aquellos tardíos noventa, Marianela frecuentaba el circuito de La Luna y esperaba silenciosamente su oportunidad. Las cosas cayeron por su propio peso. En algún punto de 1997, Silvia Armoza necesitaba reclutar una guitarrista para su banda y pidió el consejo de Epumer. Unos días después, Marianela recibió el llamado de Armoza y se incorporó de Patricias Argentinas: un sexteto que combinaba el posmodernismo noventista con el arrastre teatral de las Gambas al Ajillo. Su disco inédito, producido por Horacio “Gamexane” Villafañe, es un eslabón perdido. Ciencia ficción, hip-hop, letras satíricas, punk-rock, feminismo de barricada. “Evasión total”, uno de sus caballitos de batalla, suena como si los rayos de Los Brujos y las Viudas hubieran caído al mismo tiempo en el sótano del Parakultural.

El final del milenio, en ese sentido, fue zona liberada. Mientras el país se dirigía hacia su propio iceberg y las bandas “barriales” alcanzaban estatura elefantiásica, el rock sónico comenzó a atomizarse. Por entonces, Marianela se incorporó como guitarrista estable en el grupo de Francisco Bochatón y despuntó su pasión por los paisajes sonoros con E.N.O. (Experimental Noise Operation). El Podestá, el Rojas, el Salón Pueyrredón. Una historia hecha de pedazos que todavía está por contarse.

“A fines del 99, cuando trabajaba en el Centro Cultural Casa Defensa, mi jefe invitó a Charly a hacer una muestra”, recuerda. “Ahí hacemos La Casa de la Pasión. Charly nos hizo crear una habitación de 4 x 4 y fabricamos un cubo completamente acústico en el medio de la nada misma. Fue genial. Creo que no dormimos durante dos días. En algún momento Charly me discutió y yo le discutí, pero eso hizo que tuviéramos un acercamiento amistoso. Yo había sido muy fan de Charly desde la adolescencia, así que no lo quería conocer. Pero sucedió que lo conocí”.

Así, mientras era absorbida por la nave nodriza de Say No More, Marianela armó Porno y se largó a componer sus primeras canciones. Su diálogo era a varias puntas. No siempre gentil. “Cuando le mostré un tema, un amigo que adoro con toda mi alma me dijo: ‘típica canción de minita’. Era como normal. Y por ahí también para mí era normal escucharlo”. Una tardecita de 2003, apostada en el departamento de Coronel Díaz, recibió una orden: “agarrá un cuaderno que te voy a hacer una canción”. Marianela, que solía pelearse con García, buscó obedientemente un papel y un marcador.

“La letra fue saliendo entre las cosas que él decía y las cosas que yo le decía que no”, recuerda. “Pensando en cómo era yo entonces, entiendo que Charly se puso en mi lugar. Éramos re unidos. Re amigos. La canción tenía una melodía, tres acordes. La hizo Charly en un 80%. Dos o tres horas más tarde llegué a casa, agarré la porta-estudio y apenas si cambie una parte de la armonía. Como iba a ser parte de una película que estaba filmando Albertina Carri tenía que registrarla, así que un día fui a verlo a Charly para poner que era de los dos. Charly me dijo que no. ‘Poné que es tuya: si te la regalé’.

Bueno, no es la clase de obsequio que se recibe todos los días.