Dos judíos conversan enfrentados, entre ideas distintas y a veces parecidas. ¿Cuánto de uno hay en el otro?, podría pensarse. Por allí, entre tanto más, seguramente transcurra Dos viejos judíos, la obra que dirige Ricardo Arias y estrena hoy a las 20.30 en Centro de Expresiones Contemporáneas (Paseo de las Artes y el río) con nuevas funciones los viernes 19 y 26.

Protagonizan Naum Krass y Martín Fumiato, a partir del texto elaborado de manera virtual (por pandémica) entre Krass, Arias, Eva Ricart y el fundamental David Edery, fallecido el pasado 25 de mayo. Él iba a ser uno de los protagonistas, y a él está dedicada la obra, como celebración a su vida y legado. “Tanto David como Naum fueron docentes míos en la escuela, y cuando me llamaron porque querían que los dirija, no lo dudé ni dos segundos. Desde ya que sí. Lo primero que se me ocurrió y puse como condición fue que la obra se llamara Dos viejos judíos (risas). A la semana comenzó el aislamiento y tuvimos que trabajar virtualmente. Empezamos a construir el texto por medio de charlas. David no manejaba absolutamente nada de lo que tuviera que ver con el Zoom o el Meet, así que fue también una tarea de experimentación con eso. El texto surgió a partir de experiencias y vivencias de ambos, junto con otras que yo iba inventando sobre lo que ellos proponían. Después se sumó Eva Ricart, también tomando notas de lo que surgía”, refiere Arias a Rosario/12.

Judíos peleados y amigos, en paz y en conflicto, pero como dice Arias “de modo real”. “Los dos son de familias judías; la de David era tradicionalmente más religiosa que la de Naum, y la de Naum era comunista. Hay muchísimos aportes que tiene que ver, te diría, con poder jugar en relación a situaciones y cosas que operan en el orden de lo simbólico y en el de lo real. En este sentido, aparece la cuestión de la mujer ideal, que se va a hacer presente. Y cuando lo hace se torna el centro de la obra. Todo aquello de donde uno de los dos se agarra, el otro lo pone en duda: la concepción de pareja, de familia, todo es puesto en tela de juicio. En su momento, para nosotros fue muy divertido armarlo; durante ese año de encierro, fue prácticamente lo que nos sostuvo ante la imposibilidad de trabajar”, continúa.

-De acuerdo con el planteo, los dos semejan un espejo mutuo.

-Podríamos decir que uno es la conciencia del otro, tranquilamente. Hay cosas que todo el tiempo se están recriminando, pero la mayoría de la información de algún modo no es explicita en la obra; es mi modo de trabajar, si toda la información estuviese dada no me interesaría. Por otra parte, no es una obra realista sino totalmente despojada y como a mí me gusta, es puro teatro. Lo único que se ve en escena son dos sillas y a ellos, acompañados de música (con arreglos de Carlos Pagura). Si tuviéramos que encuadrarlo en cierto estilo, te diría que tiene mucho de absurdo.

-Inevitablemente, pienso en el humor judío.

-La obra empieza con un chiste judío, es lo primero que dicen. No sé si la gente lo va a entender como tal o si se va a identificar con un chiste así, pero es el comienzo (risas). Hay muchísimas cuestiones que hacen a lugares comunes pero en realidad desfasados o sacados de contexto, y a mí me interesa mucho trabajar con eso.

-¿Cómo fue la decisión de seguir adelante tras el fallecimiento de Edery?

-Fue muy difícil. Nos tomamos un tiempo para asimilar la muerte de David, también en relación a todos los duelos que se dieron en este último tiempo, como es el caso de Mica (NdR: Micael Genre-Bert, fallecido en 2020, trabajó en 2019 con Arias en Hamlet); yo venía muy golpeado. Junto con los hijos de David, con Naum, entre todos, de algún modo acordamos en montar la obra., tiene que ver con el duelo, pero también es una celebración de la vida. Cuando decidimos continuar, jamás pensé en una especie de reemplazo ni en alguien que hiciera de él, y pensamos en Martín (Fumiato), actor con el que he trabajado, es un compañero de laburo, y viene de tradición familiar judía. La única cuestión en el medio y que tratamos de salvar es la diferencia de edad; pero es teatro, y hay que asumirlo de esta manera. El hijo de David, Martín Edery, que se encarga del vestuario y nos ayudó en la producción, nos puso mucha pila para que siguiéramos adelante con la obra; de no ser por su insistencia, no sé si se hubiese podido.

En los rubros técnicos, Dos viejos judíos cuenta con las participaciones de Carlos Pagura (música original), Javier Allende (percusión, técnico de grabación, mezcla y masterización), Pablo Devadder (clarinete), Martín Edery (vestuario), Carlos Verratti (diseño gráfico), Luciana Evangelista (producción), Eva Ricart (asistencia). Y como señala Arias, Dos viejos judíos “es una celebración a la vida de David, una de esas personas que llevaré conmigo durante el resto de mi vida”.