Promediando su testimonio en el marco del juicio por los crímenes de lesa humanidad que tuvieron como escenario a la quinta La Pastoril, en Moreno, durante la última dictadura, Viviana Losada se preguntó por qué: “¿Por qué si los podrían haber juzgado, encarcelado, eligieron secuestrarlos, torturarlos y ejecutarlos?”. Su ex pareja, el padre de sus dos primeras hijas, Rodolfo Ortiz, fue secuestrado en el operativo que fuerzas conjuntas del Ejército y la Policía llevaron a cabo en la vivienda donde se daba una reunión del comité central del PRT-ERP, el 29 de marzo de 1976.

Es la primera vez que Losada declara ante un tribunal. Ayer, y a pesar de estar presente en la sala de audiencias frente a dos de los tres jueces del Tribunal Oral Federal 5 --Matías Mancini y Esteban Rodríguez Eggers; Clauia Morguesse participó vía teleconferencia--, que juzga a cinco militares y a tres policías, todos retirados, por 15 casos de secuestros, torturas y muertes, debió hacerlo con por lo menos tres interrupciones debido a problemas serios en la conexión virtual. Y ni siquiera eso la corrió de su eje: un relato claro, detallado, por momentos ganado por la emoción, de la historia del “Negrito” Ortiz. “El Pigüi, como le decíamos nosotros”, contó al comienzo de su testimonio.

Losada y Ortiz se conocieron militando en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires a principios de los 70. Se casaron en 1972, tuvieron a su primera hija en 1974 y a la segunda en 1975. “El Negrito estuvo en el parto de sus hijas, no se desentendió, les cambiaba los pañales”, pero sus responsabilidades como referente de la Juventud Guevarista crecían entonces y aquel año, el 75, “fue muy difícil”.

Se separaron, aunque siguieron viéndose. Él visitaba a sus hijas, se quedaba a dormir, pasaba las Fiestas, detalló Losada en un relato en el que fue hilando escenas cotidianas descritas desde lo cálido, lo amoroso. Días antes del golpe del 24 de marzo de 1976, Ortiz pasó por la casa de Losada y sus hijas --vivían en un departamento detrás de los padres de ella-- y le contó que habría una reunión los días siguientes, “una reunión importante, que estaba seguro que se iban a discutir muchas cosas y que iba a ser todo más llevadero para nosotros y sobre todo para las nenas”, contó Losada. Aclaró que su ex compañero “estaba contento” con esa reunión, de la que ella, “por cuestiones de seguridad” no supo más nada: dónde sería, cuándo, con quién. No sabría que aquel encuentro sería el origen de una “grieta de dolor” en su vida.

Primer dato: la muerte

Losada recordó que Ortiz le prometió llamarla los días siguientes a esa última visita que hizo a su casa de Lanús. Que ese llamado no se concretó, que se preocupó cuando pasaron los días. “El domingo a la noche llamaron por teléfono. Pidieron hablar con la compañera de Rodolfo, queremos avisarte, me dijeron, que Rodolfo no fue al control, que cayó, que vos sabés lo que tenés que hacer. Y nada más”, sumó.

Enseguida quemó revistas, panfletos, documentos del partido que guardaba en su casa, entregó sus libros a un amigo de su hermano, los discos a otro. Levantó a sus hijas --era de noche-- y junto con sus padres se fueron de la casa. Pasaron unos días en la quinta de un tío, en Alejandro Korn. Mientras, ella activó un hábeas corpus. Al mes se encontró con un compañero de Ortiz de la Juventud Guevarista, quien le contó que “fuerzas conjuntas habían atacado la quinta, donde había habido una reunión del partido, y que al Negrito lo habían asesinado ahí”. “Él estaba muerto, yo me quedé helada”, recordó.

Al comienzo de la democracia, Losada presenció la exhumación de una veintena de cuerpos enterrados durante la dictadura como NN; se presentó como parte interesada en la investigación sobre la identidad de esos cuerpos. No hubo avances. Pasó el tiempo. Sus hijas crecieron, formó una nueva pareja, tuvo otro hijo.

Segundo dato: el secuestro

En diciembre de 1998, la estructura sobre la que levantó esa segunda parte de su vida tambaleó. La contactaron desde el Equipo Argentino de Antropología Forense para “contarme cosas sobre el tema”, dijo. Carlos Somigliana, del EAAF, le dijo que a Ortiz “se lo llevaron vivo” de la quinta, “junto con Leonor Herrera, Juan Domingo Del Ghesso y Domingo Helena, y los llevaron al centro clandestino Puente 12”. “Y a mí se me cayó el corazón. Porque nosotros habíamos avanzado en la idea de que si lo habían asesinado en la Quinta no había sufrido, porque sabíamos de las desapariciones y las torturas…”, subrayó.

Supo Losada que a Ortiz lo habían torturado, que estuvo “44 días en ese centro clandestino”, que lo habían asesinado, que su cuerpo había aparecido tirado en un baldío en una esquina de Bernal --al sudeste del conurbano-- junto con el de otras dos mujeres secuestradas a fines de abril de 1976 y fue enterrado como NN en Avellaneda, según documentación hallada en el archivo de la Policía bonaerense. Sus hijas aportaron muestras de ADN. La identificación del cuerpo de Ortiz, que tenía 26 años cuando fue asesinado, sucedió una década después.

Tercer dato: el operativo y la investigación

Losada tardó casi cuatro años en sortear la parálisis en que la sumió saber que el Negrito había sido secuestrado, torturado, acribillado y escondido. “Lo contacté a Maco (Somigliana), quería saber qué había pasado en la quinta, quería saber por qué se lo habían llevado vivo”, apuntó. Se contactó con varios sobrevivientes, como Diana Cruces y Carlos Gabetta, con familiares de otras víctimas, como las hermanas Ofelia e Iris Agorio --hermanas de Nelson Agorio, que logró salir de la quinta pero fue secuestrado y asesinado luego-- o Valeria y Soledad Chávez --hijas de Héctor Chávez, asesinado dentro de La Pastoril--, sobrevivientes de Puente 12.

Supo que hubo policía y dos compañías del Ejército implicadas en el operativo contra La Pastoril; que hubo personal de civil, autos circundando el lugar desde días antes, muchas personas con armas largas. Que después del mediodía comenzaron el ataque, que “antes de que nadie pudiera reaccionar la puerta (de entrada de la quinta) estaba sembrada de agujeros por una ráfaga de balas”, detalló. Contaron 12 víctimas. Con toda esa información, en 2009, presentó un pedido de investigación por el hecho ante el Juzgado Federal 3, a cargo de Daniel Rafecas, un expediente que se independizó de la causa del Primer Cuerpo del Ejército en 2011: ese expediente concluyó en el juicio que se lleva a cabo hoy.

“A algunos compañeros en este ataque finalmente los mataron, no los pudieron llevar vivos. Pero a los que pudieron, los secuestraron, los torturaron para intentar sacarles información, y finalmente los asesinaron. Los tiraron luego, a nuestro Negrito en un baldío en Bernal, a la Negrita Herrera adentro de un auto en la localidad de Piñeiro, en Avellaneda”, resumió Losada, antes de concluir: "Con toda esta información es que me presento acá hoy, con estas certezas”.