Faltan cinco minutos y todas las mesas están ocupadas. En ese momento la mayoría de los asistentes tienen más de 55 o 60. Las camadas más jóvenes se irán arrimando con el baile ya en marcha. La Milonga Federal (abierta, atípica y plural, agrega su nombre completo) es uno de los espacios más interesantes del circuito por el prestigio del ámbito, por su gratuidad y por la propuesta de artistas invitados de renombre. Organizada por un equipo de la Secretaría de Gestión Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación, se realiza en el hall del Centro Cultural Kirchner, bajo la Ballena Azul. La tarde que la visita Página/12 la grilla presenta a Eric Dinzel y Flavia Kohut, docentes del CETBA, y a la orquesta La Rantifusa, el tándem femenino (y feminista) capitaneado por Patricia Szilagyi y Natalia Martínez. En las bandejas, Mario Orlando. Cada uno tiene su perfil y también por eso confluyen distintas tribus milongueras, habitués de circuitos que de otro modo apenas tendrían a los otros de oídas. Ese intercambio es rico, pero tampoco está exento de roces.
Aquí se mantienen muchos de los códigos habituales de las milongas. Nadie se sienta en una silla que evidentemente tiene ocupante -aunque la persona en cuestión esté en la pista-, pero los privilegiados que consiguieron dónde sentarse conceden solidariamente el espacio bajo sus asientos para que quienes quedaron a pie puedan dejar ahí sus cosas y –también- salir a la pista. Eso sí, para ponerse tacos y botines hay que ir a un costado o sentarse momentáneamente en los escalones de ingreso al hall. Los empleados del CCK, pacientes, esperan a que los zapatos de baile ocupen su lugar para advertir a los milongueros que no pueden obstruir la escalera. Más perentorio se escucha el pedido de “señor, el barbijo por favor”, cuando alguno “olvida” cubrirse boca y nariz.
El parate obligado de la pandemia no cambió tanto como cabría imaginar las dinámicas milongueras. Sí magnificó los reencuentros y la charla a los costados de la pista. El circuito ya volvió a la actividad hace un rato y no es el primer encuentro en el CCK, pero todavía se advierten ocasionales abrazos de reencuentro. “Hace un par de semanas había gente que hacía tanto que no se veía que no sabían si bailar o ponerse a charlar”, cuenta Adriana Frossasco, organizadora y presentadora de la Milonga. El barbijo es un omnipresente recordatorio de la pandemia que los asistentes intentan conjurar con abrazos y tandas de cuatro tangos. “Total, muy normales antes de esto no eramos. Asi que no nos hagamos”, dice medio en broma, medio en serio, Martínez, y anima a la gente a salir a la pista.
Sea por las recomendaciones sanitarias –se sugiere asistir en pareja y no mezclarse- o por cuestiones etarias, laborales o vaya uno a saber qué, la mayoría de quienes llegan temprano están en pareja. Los “sueltitos” van llegando luego y a medida que baja el promedio de edad. Con ellos también se afloja la vestimenta y aparecen las camisas coloridas o directamente las remeras, y no todos usan zapatos.
En la pista no se advierten muchas parejas intergeneracionales. Allí sí se nota el paso de la pandemia. En las milongas habituales, llenas de caras conocidas, puede ser más naturales los cambios de pareja para bailar. Aquí para muchos –no todos- todavía prima una cierta distancia para elegir con quién salir al abrazo.
Sólo los que están en una mesa rompen el pacto tácito de respeto a la diversidad tanguera. La propuesta musical no les gusta y protestan un poco, aunque terminan acallados por quienes sí festejan. Una mirada rápida sugiere que la biología favorecerá a las nuevas corrientes en el mediano plazo. Es el ciclo de la vida. O mera estadística demográfica. Pero es natural que suceda algo así en una propuesta como la del CCK. En todo caso, esa mixtura de corrientes y circuitos cumple la función invaluable de enseñarle a los recalcitrantes que no tienen la única verdad sobre el tango, y a los demás les recuerda que hay otros modos, con sus propias virtudes, de entender el género. De eso se trata, al fin y al cabo, una milonga auténticamente plural y abierta.