“Hemos venido de lejos, a pesar de que estamos cerca”, advirtió Miguel Abuelo en el preludio del recital. Era tan contemporáneo ese manifiesto sobre la naturaleza de Los Abuelos de la Nada que la abstracción perdió temporalidad. A la perorata le secundó en las pantallas un compendio de imágenes y recitales del frontman, durante su esplendor en los '80, y de pronto volvió la luz para que la encarnación 2020 de la banda que creó y bien supo comandar apareciera en el escenario del Teatro Coliseo. Lo que hace ocho meses parecía un arrebato nostálgico, cuando se anunció el show, en la noche del viernes demostró que se trata de un proyecto prudente, consistente y sobre todo consciente. O así va pareciendo. Por lo que la idea de que el grupo está de vuelta va tomando cada vez más forma, contra cualquier pronóstico desalentador.
A manera de ejercicio retrospectivo, el cantante Frankie Langdon, promediando la segunda mitad, preguntó al público quién había visto a la banda en el Opera, en los '80 e incluso en los '60. Aunque para sorpresa de muchos un par de fans de los inicios dijo presente, la mayoría eran legionarios de la segunda formación de Los Abuelos de la Nada. Lo que ofrece una idea de cuál es el punto de partida de esta vuelta, mezclada con un poco de sangre joven. Si bien el tecladista Juan Del Barrio (partícipe de la alineación de Cosas mías) y el vocalista Gato Azul Peralta (hijo de Miguel) hacen las veces de líderes, el grupo se parece a una organización horizontal. A falta de sus figuras icónicas, sus integrantes se comportan como una misma entidad. Manteniendo, sin embargo, ese espíritu plural que los caracterizó.
Justamente fue Del Barrio el primero en saludar al público, después de inaugurar con “Sintonía americana”, a la que le secundaron “Medita Sol” y “Guindilla ardiente”, corte promocional del disco que sirvió para acompañar este regreso: Los Abuelos de la Nada y amigos (el single tiene como invitado a Goyo Degano, cantante de Bandalos Chinos). Luego de “Vasos y besos”, Gato Azul salió del escenario, no sin antes introducir a Langdon, quien hasta ese momento se encontraba en la terna de coristas, para hacer “Sin gamulán”. A pesar de que la desnudaron del reggae para vestirla de pop, el público igualmente se prendió. El frontman de Los Heladeros del Tiempo continuó al frente de la banda en “Así es el calor”, y compartió protagonismo con el guitarrista Kubero Díaz en “Tristeza de la ciudad”.
Gato Azul volvió a tomar el micrófono para recrear el tema que le dio título al último disco que grabó su padre, “Cosas mías”. Lo que aprovechó Del Barrio, una vez que terminaron, para brindar tanto por Miguel como por los otros músicos de la banda que ya no están. A propósito de eso, Marcelo “Chocolate” Fogo, sobrino del fundador de Los Abuelos, iba a sumarse a esta encarnación, pero murió poco antes de que se concretara. Como legado, dejó un par de temas de su autoría: “Mi estrella y yo” y “Un río crucé”, que fueron de la partida. Si Gato Azul se encargaba de invocar las canciones que interpretaba su padre con un rango muy próximo, Langdon recrea a su estilo las de Andrés Calamaro. Y tamaña responsabilidad la condimenta con carisma y elocuencia. Antes de desenfundar “Costumbres argentinas”, avisó que en la sala estaba un fan ilustre: el actor Víctor Bó.
Ese temazo invitó al público (todo un menjunje generacional) al arengue, pero “Mil horas” encendió al teatro. El raid siguió tomando vuelo con “Lunes por la madrugada”, en el que el saxofonista Jorge Polanuer la rompió, “Vamos al ruedo”, y “No se desesperen”. Acá el bajista Alberto Perrone, una de las figuras jóvenes de esta formación, sorprendió no sólo por lo que es capaz de hacer con su instrumento sino también por lo bien que canta. Y es que si un rasgo distingue a estos Abuelos, que completa el baterista Sebastián Peyceré, es que suenan muy bien. Lo mínimamente necesario y digno para redimir a uno de los cancioneros más insignes del rock argentino. Cuando la gente pedía más adrenalina, Del Barrio puso paños épicos al invitar a la rosarina Mavi Leone para cantar “Himno de mi corazón” junto a Gato Azul.
El grupo se despidió, pero volvió con
dos invitados más: Lula Rosenthal y Miguel Zavaleta, con los que
hicieron “Chalamán”. Previamente, y como anécdota significativa para la
ocasión, Del Barrio compartió que su primer show con Los Abuelos había sido en el Teatro Coliseo en 1985. En ese mismo escenario, y para el
cierre, la banda, que a manera de corolario de este año preparan
un disco en vivo, le pusieron broche a la noche con una que esperaban todos:
“No te enamores nunca de aquel marinero bengalí”. Tras el abrazo colectivo y el saludo, parecía que la
fiesta había terminado. Pero no. El público quedó prendido fuego y pidió una
más. Y como nobleza obliga, la banda correspondió tanto amor con un clásico que
sintetizaba muy bien ese instante: “Así es el calor”. Y sí. Al parecer, nadie
quería que lo saquen de ahí.