Habían pasado apenas tres años de las puebladas en Tartagal y Mosconi. La tierra aún estaba caliente y los lazos de solidaridad construidos, permanecían firmes.

Las soluciones a los problemas de fondo no habían llegado. Solo algunos planes sociales y un cambio de gobierno que en nada parecía modificar el rumbo de hambre y desocupación que azotaba con fuerza al norte del país.

Las tapas de los matutinos agitaban un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Una vez más, el principio del fin.

En este contexto, trabajadores despedidos, tercerizados y otros actores sociales del norte salteño se organizaron para poner en el centro sus reclamos.

Un contexto de lucha

Juan Nieva es ex trabajador de YPF. Fue delegado sindical y fundador de la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD) de Mosconi: “Aníbal Verón era un trabajador despedido de la empresa de transporte Atahualpa. Llevaba 17 años en su puesto, pero el 5 de noviembre de 1999 lo echan”, comenta Nieva con memoria privilegiada.

Por otro lado, José "Pepe" Barraza, un histórico dirigente del Partido Obrero y fundador de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados (CTD), rememora y da contexto a aquellas jornadas: “Había un proceso de lucha en el norte que se desencadena a partir de, por un lado, los trabajadores de la empresa Atahualpa que venían con varios meses de reclamo. En esa lucha estaba Aníbal Verón”. 

“Nosotros teníamos la CTD, posteriormente Polo Obrero, que había logrado desarrollarse masivamente. Entonces podíamos movilizar una cantidad importante de compañeros. Una de las movilizaciones la finalizamos en la empresa Atahualpa como solidaridad con los trabajadores despedidos de esa empresa”, cuenta Barraza y agrega: “Inmediatamente se desata otro conflicto en EDESA (Empresa Distribuidora de Electricidad de Salta) por el despido de ocho compañeros de una empresa tercerizada. Se agrupan una cantidad de organizaciones, incluida la UTD de Mosconi y el Polo Obrero de Tartagal, en apoyo a esta lucha por la reincorporación de los despedidos. Tal es así que se decide cortar el ingreso a las oficinas comerciales y se realiza un acampe”. 

Acampe y piquete: el conflicto se agudiza

Pepe Barraza recuerda. “En el acampe se produce un conato de represión ordenado por un juez. Así que inmediatamente las organizaciones sociales concurren masivamente en solidaridad, y esto impide el desalojo del acampe (…). En ese momento estaba Aníbal Verón, que había llegado a plantearnos si podíamos darle un apoyo más fuerte a la lucha de ellos como trabajadores de Atahualpa. Le dijimos que estábamos apostando fuerte a la lucha de estos compañeros y que podrían venir a instalarse de manera tal de poder hacer fuerza por las dos cosas. Y así fue, vino él con su esposa e hijos. Se instaló en la vereda de EDESA levantando las reivindicaciones. Todo esto continúa y confluye en un corte de la ruta 34”.

Juan Nieva comenta sobre aquella primera organización en las inmediaciones de EDESA: “Con Aníbal nos conocemos en la vereda de lo que era el Sindicato de Luz y Fuerza mientras acompañábamos una medida de fuerza. Ellos peleaban por su indemnización o reincorporación. De la vereda de Luz y Fuerza nos vamos, las organizaciones con los pueblos originarios, a hacer un corte en el puente de Cuña Muerta”, lugar ubicado en la entrada norte de la ciudad de Tartagal.

“Ahí estuvimos con varios caciques, entre ellos estaba Indalecio Calermo. Él era el vocero de los originarios. Pero habíamos visto algunas cosas que no estaban muy claras, porque nosotros definíamos todo por asamblea y lo que hacía Indalecio era retacear información. Además, estaba en contacto permanente con Sonia Margarita Escudero que era la ministra de gobierno de Juan Carlos Romero”, recuerda Nieva.

En este sentido Barraza agrega: “El levantamiento del corte de Cuña Muerta tiene que ver con que Indalecio produce una reunión solo con gente de su comunidad. Nosotros por suerte teníamos compañeros que conocían la lengua y allí se enteraron que estaba asegurada la represión esa noche. Entonces decidimos marchar a Mosconi donde había más probabilidad de resistencia. Calermo siempre estuvo vinculado al gobierno”.

“Habíamos visto que tenían un diálogo concreto con el gobierno, entonces dijimos, ‘nosotros tenemos un plano reivindicativo que es de todos y que si las cosas no se informan a través de asamblea, no podemos estar con ustedes. Y así se determinó y fuimos a Mosconi”, resalta el ex ypefiano Juan Nieva.

Hacia Mosconi

“Aquel noviembre nos vinimos entonces de Tartagal a Mosconi ya que se había dificultado la situación de unidad. Es así que se hace el piquete en Mosconi, en lo que se le llama ‘Las Tres Cruces’. Ahí estuve con Aníbal desde las 9 de la noche hasta las 12, ya que cerca de esa hora me dice ‘me voy a acostar temprano porque quiero tomar la primera guardia en el piquete’ que era a las 4 o 5 de la mañana. Recuerdo que él tenía una carpita donde dormía con sus hijos y la señora. Todos estábamos confiados que bajo ningún punto de vista se iba a reprimir... Y bueno a las 5 y media de la mañana, mientras estábamos descansando, llegan con todo”.

José Barraza recuerda con detalle aquellas horas decisivas sobre la ruta: “Esa noche lloviznaba. Yo llego y me junto con Verón en la carpa donde estaba con su señora. Ella nos invitó un taper con comida y nos recostamos sobre la ruta en unos cartones hasta que empezó la lluvia y nos fuimos a unas carpas. El juez (Abel) Cornejo había llegado al piquete diciendo que no iba a reprimir, que nos quedemos tranquilos. Pero la represión llegó. Al lado mío estaba Aníbal Verón. Yo lo recordaba con su camisa celeste de colectivero”.

Y llega el disparo... 

En aquella madrugada aún oscura y lluviosa, el piquete despierta de forma abrupta con las detonaciones. Barraza, que se encontraba en primera línea, describe: “Se escuchan disparos por todos lados... y de repente llega el disparo que le da en el rostro a Verón. La gente empezó a gritar ‘ambulancia ambulancia’, eso exacerbó la bronca que había. Cuando encontramos a Aníbal, no lo reconocí, porque el disparo fue en el medio de la cara. Nos dimos cuenta que era él cuando la señora me dijo que lo habían baleado”.

Nieva agrega con indignación: “El asesinato de Aníbal parecía estar premeditado. La gente se enfureció, quemaron la empresa Atahualpa, el Banco Nación, la Municipalidad. También se saqueó el deposito judicial… ahí se acusa de robo de armamento, pero esto siempre pasa ya que la intención es estigmatizar... lo que se sacó de ahí eran bolsas de coca que estaban guardadas”.

Barraza recuerda la bronca generalizada: “La gente empezó a quemar las estaciones de servicio, los vehículos. Se llegó a la comisaría y la policía misma la abandonó y se internó en el Ejército. Era muy grande la manifestación que venía con una decisión muy fuerte generada por la indignación. Cuando llegamos a Tartagal, ardía EDESA, la Municipalidad, se incendiaron varios lugares… el Poder Judicial, la empresa Atahualpa. Posteriormente claro que hubo gente que se aprovechó y saqueó, pero se demostró posteriormente que no tenían nada que ver con los que estaban en el conflicto”.

“Después de toda esta situación, retornamos a la ruta con la idea de no salir porque habían dado orden de captura para varios de los dirigentes. Nos quedamos ahí y recibimos el ataúd de Aníbal Verón que llegó a la ruta... pudimos despedirlo”, agrega Pepe Barraza.


Legado de lucha

El histórico dirigente de la CTD comenta algunas de las acciones que se intentaron realizar para generar una reparación mínima a la familia. “Cuando fui concejal en el periodo 2005/2007 presenté un proyecto para que le den una pensión a la viuda de Aníbal Verón. La familia, sus hijos, están muy mal y no hay respuesta por parte del Estado a una situación que pide reparación, ya que es el Estado el responsable de su muerte. Creo también que esto debería ser uno de los objetivos desde el campo popular: reparación a esta familia”.

En tanto, el fundador de la UTD comenta: “La lucha de Aníbal es una manera también de demostrarle a los dirigentes que hoy están al frente, que lo tienen que hacer con convicciones, porque vemos que muchos no lo hacen. Todas las batallas que quiso librar la Gendarmería para sacarnos de la ruta, no pudo lograrlo porque volvimos ¿por qué? porque había gente con convicciones, gente mayor inclusive que dentro de su fe, al menos rezaban, pero estaban ahí. Creemos que la lucha hoy tiene que tomar protagonismo. Pelear por el estudio, por la salud, por el trabajo. Entonces creo que reivindicar a Aníbal Verón sería reivindicar un ejemplo no solo para lo que fue la lucha en Salta, sino también la lucha en la Argentina”.

Barraza aporta con agudeza una sentida semblanza de lo que fue la pelea de Verón. “El mejor homenaje que se le puede hacer, es que toda lucha que se emprenda fije como prioridad la defensa de los derechos de los trabajadores y los desocupados. Esto por fuera de los intereses personales de ciertas dirigencias que llevan a posiciones acomodaticias. Hay que fijarse, por ejemplo, en la pueblada que se dio en estas tierras en 1997. Los 36 puntos que se levantaban ahí eran un programa de gobierno, donde se pedía trabajo genuino, reactivación de la zona y no paliativos, que si bien sirven, son migajas que de alguna manera prolongan la agonía de los trabajadores en relación a la vida que merecemos los que producimos las riquezas de la sociedad”.

Aníbal Verón dejó la vida en la ruta reclamando sus derechos adquiridos como trabajador. Pero no solo fue la vida, sino también dejó una familia con 5 hijos.

Si bien las puebladas de 1997 tuvieron su continuidad en el 2000 resisitiendo las políticas de ajuste, el departamento de San Martín en el norte salteño, se hundía cada vez más en el olvido y la pobreza luego del desguace de los ferrocarriles e YPF.

Aquel 10 noviembre de 2000, en días en los que se celebraba un nuevo acuerdo con el FMI, la ruta 34 ardía como preludio de lo que sucedería a nivel nacional en diciembre de 2001.