La crisis de la democracia hoy se evidencia a escala mundial. El Brexit, la elección de Donald Trump y el golpe de Estado en Brasil son los síntomas más evidentes de un fenómeno que atraviesa a toda América latina, Europa y los Estados Unidos, llegando a países de Africa y de Asia, como Sudáfrica e India, entre otros.
¿Qué factores afectan a países y a continente tan distintos para que la crisis de la democracia se exprese como fenómeno global, como un rasgo central del período político actual en el mundo?
Ante todo, la financierización de la economía, elemento determinante del período marcado por la hegemonía del modelo neoliberal. La desregulación promovida por ese modelo llevó a la predominancia del capital financiero, bajo su forma especulativa, sobre el conjunto de las economías del mundo.
Esa predominancia tiene algunos rasgos salientes. El primero es la subordinación el capital productivo al especulativo. La segunda es la promoción del sistema bancario como eje de las economías. La tercera, la baja tasa de crecimiento económico, con economías regularmente estancadas o en estancamiento, como reflejo de la hegemonía de un capital que vive del endeudamiento de Estados, de empresas y de personas.
Otra de sus consecuencias es la apropiación del poder de tomar decisiones que orientan a las economías por parte del capital financiero, desde bancos centrales independientes o desde afuera de los gobiernos, vaciando el poder de decisión de los gobiernos sobre los temas económicos. Esa tendencia, que se venía se dibujando a lo largo del tiempo, se consolida en la globalización y tiene su auge en los gobiernos neoliberales, aunque su carácter estructural hace que actúen también en los gobiernos antineoliberales, que tienen en ese elemento un limite para su accionar.
La hegemonía del capital financiero, como elemento de estancamiento económico, impone a la recesión como tendencia predominante. Las tasas de interés altas presionan en esa dirección, frenando la capacidad de recuperación del crecimiento de las economías. Por ello vivimos, desde hace ya algunas décadas, en un ciclo largo recesivo del capitalismo a escala mundial, sin fecha de expiración, como se ve en el prolongamiento indefinido de la recesión en Europa.
Ese factor transforma a las estructuras mismas del poder en la sociedad, expropiando a los gobiernos, o sea a las representaciones democráticas de la voluntad mayoritaria del pueblo, el poder de decidir sobre los rumbos de la economía. Además, como se trata de una tendencia global, pesa fuertemente desde afuera sobre los gobiernos nacionales. Esa es una de las tendencias estructurales que producen la crisis de las democracias, sea en Estados Unidos, en América latina, en Europa, en Asia o en Africa.
Otro elemento que se está expandiendo de forma vertiginosa en el mundo es la judicialización de la política. Conforme los gobiernos neoliberales pierden apoyo popular y tienden a perder elecciones, la derecha busca nuevas estrategias para oponerse a los gobiernos populares y a sus lideres, que defienden programas superadores del neoliberalismo.
Los casos de Argentina y de Brasil son muy evidentes. Se trata de intentar descalificar, a través de los medios y del Poder Judicial a los gobiernos antineoliberales y a sus líderes, con acusaciones de corrupción, desviando el debate sobre las grandes alternativas para los países donde la referencia al neoliberalismo es central.
Esas formas de acción son tematizadas en las obras de Giorgio Agamben, sobre los Estados de excepción, y de John Comaroff sobre el “lawfare”.
La financierización produce mas concentración de renta, desigualdad y exclusión social. La judicialización promueve el descrédito de los sistemas políticos democráticos. En su conjugación, se producen la crisis de los sistemas políticos, como viene pasando. Se abre así un período marcado por la crisis de la democracia.