Desde Roma
El día en que se celebra la Jornada Mundial de los Pobres, el papa Francisco hizo un llamado a la comunidad internacional no sólo para que escuche “el grito de los pobres” sino para que actúe “inmediatamente” respecto al cambio climático, luego de la conclusión, este sábado, del Cop26, la cumbre de Naciones Unidas sobre este tema que se hizo en Glasgow (Gran Bretaña).
“El grito de los pobres, unido al grito de la tierra, ha resonado los pasados días en la cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. Animo a cuantos tienen responsabilidades políticas y económicas a actuar inmediatamente, con valentía y amplitud de miras; al mismo tiempo, invito a todas las personas de buena voluntad a ejercer la ciudadanía activa en el cuidado de la casa común”, dijo Francisco al concluir el Angelus que rezó después de la misa celebrada en la basílica de San Pedro.
La conferencia de Glasgow terminó con un acuerdo que los ecologistas calificaron como inconsistente, sobre todo porque dos de los países más contaminantes del mundo por el uso de carbón, China e India, no acordaron sobre algunos puntos. Muy probablemente por eso, el Papa insistió en su mensaje en la responsabilidad de cada cristiano en “el cuidado de la casa común” al que ya había hecho referencia en su encíclica ecologista, “Laudato si” de 2015, inspirada en parte en San Francisco.
Al comentar el Evangelio durante la misa, Francisco hizo referencia además a la crisis social que vive el mundo. “Estamos dentro de una historia marcada por tribulaciones, violencia, sufrimientos e injusticias, esperando una liberación que parece no llegar nunca. Sobre todo, los que resultan heridos, oprimidos y a veces pisoteados son los pobres, los anillos más frágiles de la cadena. La Jornada Mundial de los Pobres que estamos celebrando nos pide que no miremos a otra parte, que no tengamos miedo de ver de cerca el sufrimiento de los más débiles”, dijo. Pero también subrayó un aspecto que considera vital para el futuro e invitó a los cristianos a ser partes responsables de la propia sociedad. Para eso los llamó a “alimentar la esperanza del mañana aliviando el dolor de hoy”.
La esperanza cristiana no es el optimismo del que espera que las cosas cambien solas -aclaró- sino “es construir cada día, con gestos concretos, el Reino del amor, la justicia y la fraternidad que inauguró Jesús. A nosotros se nos pide esto: que seamos, en medio de las ruinas cotidianas del mundo, incansables constructores de esperanza” que “seamos presencia atenta en medio de la indiferencia generalizada”. “Si nuestra esperanza no se traduce en opciones y gestos concretos de atención, justicia, solidaridad y cuidado de la casa común, los sufrimientos de los pobres no se podrán aliviar -continuó-, la economía del descarte que los obliga a vivir en los márgenes no se podrá cambiar y sus esperanzas no podrán volver a florecer. A nosotros, especialmente a nosotros cristianos, nos toca organizar la esperanza, traducirla en la vida concreta de cada día, en las relaciones humanas, en el compromiso social y político”.
Francisco celebró la misa del domingo en la basílica de San Pedro ante unos dos mil pobres ayudados por organizaciones de caridad de Roma. Al final de la misa fueron distribuidos platos de comida caliente a los participantes.
Este encuentro fue precedido por otro similar el sábado en Asís, el lugar donde vivió San Francisco, que tanto se empeñó en ayudar a los pobres, y por el que el Papa argentino eligió su nombre de Pontífice. Allí el papa Francisco se encontró con otros 500 pobres y conversó y rezó con ellos.
Pero también les dirigió un mensaje muy significativo. “Es tiempo de que a los pobres le sea restituida la palabra porque por demasiado tiempo sus pedidos no han sido escuchados. Es hora de que se abran los ojos para ver las desigualdades en las que tantas familias viven. Es tiempo de trabajar para restituirles dignidad creando puestos de trabajo. Es hora de que se vuelva a ver como un escándalo la realidad de los niños muertos de hambre, reducidos a la esclavitud del momento, golpeados por las aguas del naufragio, víctimas inocentes de todo tipo de violencia. Es hora de que terminen las violencias contra las mujeres y que éstas sean respetadas y no tratadas como mercancía de intercambio. Ha llegado la hora del encuentro. Si la humanidad, si nosotros hombres y mujeres, no aprendemos a encontrarnos, vamos hacia un final muy triste”, concluyó Francisco.
Y siempre refiriéndose a los pobres e indirectamente a los migrantes que él también defiende como buen hijo de inmigrantes italianos que fueron a vivir a Argentina, Francisco destacó también la importancia de la recepción. “Recibir significa abrir la puerta, la puerta de casa y la puerta del corazón y permitirle entrar a quien golpea y sentirse cómodo”, subrayó.
El Papa, al que se ve bastante bien desde el punto de vista de su salud luego de la operación al colón que se hizo en julio pasado, ha decidido hacer un nuevo viaje al exterior. Esta vez a Grecia y la isla de Chipre, del 2 al 6 de diciembre próximos.