Cuatro personas, C, M, B y A, dialogan entre sí, interpelando al público y a ellos mismos. Voces sin nombre intercambian y destruyen los géneros, inundan la escena de incómodas preguntas sobre el sexo, el amor, la afectividad y denuncian tormentos varios mientras se despojan de la poca humanidad que les queda, rompiendo todo mandato heredado para aferrarse a la nada y terminar de una buena vez con todo: capitalismo, cuerpos, ellxs mismxs, parejas, deseos, binarismos, consumismo, ideas instaladas sobre el amor romántico. Rodeándolas como un espíritu curioso y temerario, un quinto participante, observador andrógino de la escena, se pasea entre los cuerpos y los enfrenta con sus extrañas formas de (in)comunicación, mediante experimentos musicales y una honda respiración que atestigua rituales catárticos escupidos al aire enviciado: el despojo, la abolición de la belleza, el nihilismo emocional o el fastidio por lo establecido.
Crave es una pieza fundamental del potente tesoro de obras radicales escritas por Sarah Kane (1971-1999), la reconocida dramaturga y directora británica que formó parte del movimiento In-Yer-Face, un grupo de teatristas nacido en la década del noventa que se sirvió del shock y del lenguaje violento para abrir las fronteras y las mentes del teatro contemporáneo. Dos décadas después de su escritura y más actual que nunca, la puesta de Flor Tevez y José Molteni sigue clavando sus palabras como agujas y elevando blasfemias como esperanzadoras plegarias para la deconstrucción de toda normatividad.l
Sábados a las 20 en Kowalski Club de Cultura, Billinghurst 835.
TEATRO II
La duda mecánica
Un arsenal de palabras deshace tradiciones y géneros en los diálogos sordos de Crave, la clásica obra de Sarah Kane, en una puesta rota, antropológica y ritual.
Este artículo fue publicado originalmente el día 18 de noviembre de 2016