La lluvia amenazó toda la semana con complicar la movilidad durante el domingo eleccionario. “Ojalá que no, ojalá que esté lindo así la gente puede ir a votar”, deseó Diego. Tras la desazón de las PASO de septiembre, abrazó con fuerza la esperanza de que la clave para revertir los resultados adversos al Frente de Todos, la elección de Diego, era aumentar la participación. Uno de los deseos de Diego se cumplió, el otro no tanto. Porque la lluvia descargó todo su caudal en la madrugada y un solazo fue telón de fondo de la jornada, pero el buen clima no fue garantía de una asistencia masiva a emitir el voto para renovar autoridades legislativas. Por lo menos, así ocurrió en algunos establecimientos de la zona sur del Conurbano bonaerense, donde Diego vive, labura y vota.
“No sabemos bien qué pudo haber pasado, nos sorprende”, concluyó Sergio Méndez, fiscal general de una escuela de Villa Centenario, Lomas de Zamora, uno de los partidos del conurbano sureño. Para entonces, eran las 15.30 y ya habían pasado algunas horas del primer límite horario que Sergio se había autoimpuesto para empezar a preocuparse. “Arrancamos temprano, sin quilombos, algo bueno para resaltar porque a veces pasa que no te vienen las autoridades de mesa y tenés que empezar a hacer quedar al vecino o vecina que viene responsablemente a primera hora, te da pena. Hoy no pasó, hoy estábamos todos listos”, relató.
La preocupación se trasladó a los que no venían: “La gente, che. La gente no se acercaba, a cuentagotas nomás iban tachando los nombres. Dije, bueno, para antes del mediodía esto tiene que levantar”. Página/12 preguntó si le acertó a la predicción. “No, che, muy poquito”, respondió el fiscal. Hubo mesas que faltando dos horas para cerrar los comicios apenas pasaban el 50 por ciento del listado correspondiente, otras, en el mismo establecimiento, “no llegan al 30”. Una señora autoridad de una de las mesas de la escuela secundaria número 40 de Barrio Sitra, en Banfield, sonríe de costado, con un dejo de desazón, agarra su celular y dice que “por acá (señala el aparato)” le cuentan que “en muchos otros lugares están igual. es triste, pero hay pocos votos” e intenta un análisis sobre el hecho: “Y bueno, el pueblo se expresa siempre porque no ir a votar también es expresarse”.
En algunas otras escuelas más cercanas al centro del partido, como la Escuela Normal Antonio Mentruyt, el padrón estuvo casi completo una hora antes de que cerraran los comicios.
La militancia del voto
Sin embargo, hay quienes no abandonan la responsabilidad cívica de ir a votar. A Carmen Feans de Ares la aplaudieron y felicitaron en la escuela 35 de Turdera cuando metió el sobre con su voto en la urna. Tiene 92 años y, dice su hija Genoveva, “sigue yendo a votar porque atravesó muchas dictaduras y piensa seguir haciéndolo, ya me preguntó y me dijo que en 2023 va a volver a ir”. Nació en Galicia, defiende la República Española y suele participar de marchas y movilizaciones en Buenos Aires, además de ir a votar. “En cada marcha, revive”, asegura Genoveva, que la acompañó y fotografió este mediodía.
Puerta giratoria
El sondeo entre votantes difiere en cuanto a la boleta elegida, pero coincide en un punto: “Entré y salí”. En algunas pocas escuelas hubo fila en la puerta, no así en cada mesa, uno de los cambios organizativos que se aplicaron en septiembre pasado para adaptar las elecciones a los cuidados preventivos frente a la covid junto a la plasticola o el doblez interno de la solapa del sobre --para evitar el lengüetazo--, la lapicera propia de cada votante y la ampliación de la cantidad de lugares habilitados para votar, como clubes y sociedades de fomento, entre otros. Éste último, tal vez, sirva como razón posible para explicar la fluidez en el acto eleccionario. Y este otro, para concluir en que quizá no es que hubo menos gente votando, sino que estuvo mejor organizado.
Una alegría
Ana y Maite caminan sonrientes por la avenida 9 de Julio, la principal del centro de Lanús, al lado Este de las vías del tren Roca. Son las 10.30 de la mañana y les queda “el día libre, un golazo”, comenta Ana. Maite coincide en que votó “genial” y que “no había nadie” en su mesa. No quiso decir en cuál, pero votó en una escuela privada de la zona. Ana votó en otra, cerca, pero como son vecinas, fueron y volvían juntas. Tienen 19 años. Tan rápido “y bien organizado” fue el acto para ella que tuvo “tiempo hasta de doblar bien prolijita la boleta”. Página/12 le preguntó qué boleta era y ella respondió que la de Frente de Todos. “Cómo te equivocaste, querida”, se metió una señora que venía caminando desde atrás y dejó su opinión no solicitada mientras seguía camino, apurando el paso.
Por allí, todo tardó en activarse. Las primeras horas del día no parecían las de una jornada electoral debido al escaso movimiento que se evidenciaba en la calle, aunque “no es comparable una elección legislativa con una presidencial”, consideró Marcela, que atiende un kiosco en la misma avenida por donde caminaban Ana, Maite y la señora que se les metió sin permiso en la charla, unas cuadras más lejos de las vías del tren. Ella había sido “una de las primeras” en votar en la escuela que le tocó “del otro lado” --de las vías, es decir, Lanús Oeste--, así que “no podría” servir de termómetro para medir la participación electoral. Votó al Frente de Todos aunque sabe que “van a ganar los otros y eso no está bien”.