Algunos apuntes rápidos sobre el éxito del trabajo político con las herramientas genuinas a las que recurrió el FdT para revertir las PASO, y la acechanza que reconfirman estos resultados: el avance de una extrema derecha en CABA y otras ciudades, que le dará su impronta a Juntos.
La ciudad de Buenos Aires se reperfiló en una máscara neofascista que habla de una libertad que no tiene en absoluto que ver con lo que la gente común y corriente, seguramente muchos de sus votantes, entiende por libertad. Así como antes se dibujaban piletas o se instalaban “centros de desestrés” para que “la gente” jugara cinco minutos con cachorros de raza, ahora esa “gente” viró del hedonismo y la meritocracia a lo siniestro. Fue esta semana que pasó que se usó el vandalismo contra un mosaico de las Madres de Plaza de Mayo como jactancia de esa libertad que debe obturarse ya, sin pudor ni pruritos ni tibieza: ningún partido político puede hacer instigación a la violencia, ni hacer electoralismo con actos reivindicativos del genocidio. Se dejaron pasar, en nombre de la libertad, demasiadas cosas que en una democracia no pueden ocurrir. Se aconseja escuchar algunos de los discursos en los que Angela Merkel se refirió a esto mismo: la reivindicación de un Holocausto no puede ser permitida en nombre de ninguna libertad de expresión. Para llamar a la muerte no puede haber libertad.
Esta debe haber sido la mejor elección que hizo un oficialismo al que le tocó gestionar la pandemia. Porque aunque ya no se hable de eso, y eso que la pandemia sigue, en todo el país pero sobre todo en la provincia de Buenos Aires, ese territorio “africanizado” en cuyo alud de muertes por falta de respiradores u hospitales tenían cifradas sus esperanzas políticos, muchos canallas. TN se quedó sin esa cobertura.
Pero más allá de eso, algo también reconfirmado este domingo es que cuando el Frente de Todos actúa como un frente -postergando diferencias que deberán discutirse-, la unidad sirve. Y no para ganar a secas, sirve para que nuestro pueblo no sea nuevamente saqueado, apaleado, destruido por la ambición financiera sin límites que en el fondo es la que sostiene a Juntos.
Vivimos una especie de ficción en la que hacemos de cuenta que tenemos un Poder Judicial que no es el cachivache que es, y en el que entra a jugar a través de elecciones una fuerza antidemocrática que vomita odio y segregación, como en tantos otros países. Milei no es un hallazgo, es una copia en serie.
La única bisagra segura que nos acercaría al 2023 con más tranquilidad y sin el riesgo de caer nuevamente en manos no de un partido opositor, que eso no sería más que un dolor de cabeza, sino de un amasijo capaz de llevarnos hacia un camino sin retorno y sin piedad ni respeto por la Constitución, es que el campo nacional y popular haga ese famoso escudo que solamente se pone en acto cuando las papas queman. Las papas quemarán todo el tiempo.
Alberto Fernández ganó la presidencia hace dos años diciendo que los últimos serían los primeros. Es ese subsuelo del que todos se olvidaron y las clases medias bajas que perdieron su mínima estabilidad en la pandemia, la esperanza para hacer masa crítica contra el peligro extremo que se cierne y es alentado por el conglomerado de medios hegemónicos.
La bisagra sólo será posible si se hace lo necesario para que la base de esta sociedad viva mejor. Es impensable que eso sea posible sin luchas y confrontaciones que hasta ahora se evitaron. No se pueden seguir evitando. Y vamos a reclamar todos los días para que, por su bien y por el nuestro, el presidente no se olvide.