La elección de medio término como la que se protagonizó ayer es una medida del humor social y político de la ciudadanía pero no habría que perder de vista que el gobierno sigue en manos de quienes triunfaron dos años atrás, con dos años por delante al frente del país. Una gestión que en la columna del debe tiene todavía el incumplimiento del contrato electoral sellado con la ciudadanía en el momento de derrotar al macrismo. El resultado electoral bien puede leerse entonces como un reclamo por expectativas que no se cumplieron, porque la pandemia se constituyó en una barrera difícil de sortear y, sin duda, porque los errores cometidos en la gestión por la alianza gobernante impidieron que ello ocurriera.
La primera reacción del presidente Alberto Fernández después de las PASO fue convocar a la escucha. El Frente de Todos (FdT) acompañó esa actitud y el Gobierno apuntaló con medidas de gestión que, a la vista de los resultados, fueron insuficientes para cambiar el rumbo de la decisión ciudadana pero mitigaron el impacto negativo que las elecciones primarias provocaron en el oficialismo. El Presidente ratificó ahora la decisión de escuchar. Sin embargo se abren muchos interrogantes respecto de lo que ello implica. Porque cabe también la pregunta acerca de si las promesas electorales del FdT en la elección presidencial no fueron acaso una respuesta a la escucha de voces y reclamos para encontrar alternativas al desastre sembrado por el macrismo durante cuatro años. Entonces, si bien es importante redoblar la escucha ahora, también lo es recordar lo prometido y hacer memoria del respaldo que el FdT tuvo cuando construyó esas promesas. Con esa comparación bastaría para sacar conclusiones que ayuden a reconfigurar el rumbo. En materia económica para señalar a quien corresponde escuchar con más atención: si a los pobres, a los jubilados, a los desempleados y a quienes no alcanzan a cubrir necesidades básicas con sus salarios, o a los operadores de las corporaciones o de los acreedores internacionales. Y la convocatoria se podría engrosar sumando a la mesa de la escucha a quienes reclaman cambios en la Justicia, vigencia plena de los derechos humanos y una reformulación del escenario comunicacional, para tan solo mencionar algunos.
Vale la escucha, pero sin perder la memoria.
El Presidente y otros integrantes del FdT adelantaron también la intención de convocar a una suerte de “acuerdo nacional” que puede ser una alternativa política para “la segunda etapa”. Desde la oposición de Juntos se intentará leer ese llamado como una capitulación del gobierno y estará en la inteligencia política de quienes conforman la alianza gobernante convertir esa iniciativa en una forma de proponer nuevos horizontes de futuro, que vuelvan a entusiasmar y recreen las expectativas con las que el FdT llegó el gobierno. Si ello no ocurre --traducido en medidas de gestión coherentes y que redunden en mejor calidad de vida para quienes sufren pobreza y salarios insuficientes-- en lugar de ser un salto cualitativo el acuerdo puede terminar en capitulación ante los mismos que, habiendo causado la pandemia macrista, ahora quieren presentarse como salvadores de la patria.
En términos políticos la escucha no puede ser formal. Porque no basta tomar nota de los reclamos, ni dar respuestas parciales o coyunturales. Y tampoco es suficiente escuchar a los mismos de siempre. En un tiempo de crisis de representación hay que abrir los oídos a otras voces que tienen algo para decir y que reclaman espacio en el mundo de la gestión, la política y la economía: organizaciones y movimientos sociales de nuevo tipo, trabajadores y trabajadoras de la economía popular, movimientos de mujeres, representaciones juveniles. Y se podría seguir con la lista. Eso implica también desterrar de raíz la idea de que no hay condiciones para aplicar los cambios que se demandan por parte de estos sectores. En política la reiteración del “no se puede” puede traducirse en la aceptación anticipada de la derrota en una batalla que nunca se dio.
Todo lo anterior es una tarea que combina gestión eficaz y acción política permanente e inteligente, pero tiene que estar firmemente acompañada por una estrategia discursiva que entienda que la comunicación es un frente de batalla, de disputa simbólica por el poder, en un escenario hoy controlado por corporaciones mediáticas afines al poder económico y aliadas con la oposición política.
Mucho de lo antes señalado fue retomado por Alberto Fernández en el discurso pronunciado en la noche del domingo. El gobierno fue advertido. La oposición quiere transformar una escena de la política institucional como son las elecciones legislativas en rendición -hablando incluso de “transición”- y sin hacerse responsable en absoluto de las consecuencias que hoy padecemos. Todo, todas y todos, deben ser escuchados. Pero sin perder la memoria y sabiendo que la iniciativa sigue siendo del gobierno que ganó las elecciones presidenciales. Y tomando en cuenta que, ahora como entonces, la unidad del Frente de Todos es una condición irrenunciable.