La mirada tiene memoria. A los seis años, por el impacto que le generó observar una lámina en un libro sobre la selva virgen, hizo su primer dibujo. Los adultos interpretaban que había dibujado un sombrero, pero era una boa que digería a un elefante. “Las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas, ya fueran abiertas o cerradas, y poner más interés en geografía, la historia, el cálculo y la gramática. De esta manera a la edad de seis años abandoné una magnífica carrera de pintor”, cuenta el aviador en El principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
Esta anécdota literaria puede ilustrar el gran paso que dio la Asociación de Dibujantes de Argentina (ADA), un triunfo fundamental en el campo de una batalla mayor al establecer la 1ª Semana de las Artes gráficas y audiovisuales en todos los niveles y modalidades del sistema educativo de la provincia de Buenos Aires, que alcanza a más de cinco millones de alumnos, docentes y mediadores, el tercer sistema de educación más grande de Latinoamérica después del Ciudad de México y San Pablo en Brasil.
El ilustrador y artista Poly Bernatene, vicepresidente de ADA, analiza el valor de este logro. “Observamos imágenes antes de aprender a hablar y a leer. El contacto con las primeras imágenes, con el paso del tiempo, se convierte en un recurso que dura toda la vida”, dice este ilustrador, autor de más de 120 libros infantiles y juveniles, publicados en Argentina y en el mundo. “En ADA siempre soñamos que la educación artística en las escuelas se ampliara a las artes gráficas y audiovisuales (la ilustración, la historieta, el diseño, la fotografía, el humor gráfico, la animación, los videojuegos, etcétera) y no solo en los niveles de especialización. Las Artes gráficas y audiovisuales además de ser populares e inclusivas permiten nuevos caminos en el desarrollo y aprendizaje, para que las niñas y niños puedan expresarse y comunicarse más allá de las palabras”.
Marcelo Zarlenga, consejero general de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, se mostró interesado en la educación artística y desde ADA armaron un equipo de trabajo integrado por Roberto Arguello (gestor cultural y coleccionista), Myrian Bahntje, Gisela Fourment y Poly Bernatene (docentes e ilustradores) y Luciano Saracino (escritor y guionista), que elaboró y presentó el proyecto de la Semana de las Artes gráficas y audiovisuales, que finalmente fue aprobado a finales del 2020.
Istvansch celebra la importancia que tiene la institucionalización de esta semana en la escuela. “Es muy curioso cómo la escuela reconoce las artes gráficas y audiovisuales, las consume y aprecia, entiende incluso su estética y hasta cierto punto su funcionamiento. Sin embargo, sigue siendo muy llamativo que a la hora de pensar el libro, lo narrativo, el discurso se sigue refiriendo a la letra, a lo que está escrito. No se trata tanto de ponerse a estudiar (aunque es maravilloso que eso suceda), sino de entender todo lo que sabemos de la imagen. Esto que ha conseguido ADA es un hito en la cultura ilustrada nacional”.
¿Cómo educar la mirada? Bernatene destaca que son muchas las estrategias para lograr el diálogo entre las ilustraciones y los textos, entre animaciones y contenidos. “La mirada debe enriquecerse y complejizarse para dar lugar al pensamiento crítico", explica el ilustrador. "La presencia constante de las ilustraciones en las publicaciones de literatura infantil genera a través del discurso de la imagen una suerte de registro en la memoria colectiva. Todos recordamos libros y revistas de la infancia por sus ilustraciones. ¿Cuántas niñas, niños y docentes han encontrado material gráfico de efemérides o manualidades en publicaciones como Anteojito o Billiken? También de producciones como Zamba de PakaPaka en generaciones recientes. Estas imágenes que se instalan construyen la memoria de nuestro pueblo y pasan a formar parte esencial del acervo cultural del país”.
Cualquiera puede educar el ojo, así como el músico entrena el oído y el bailarín el cuerpo. “Desde que nacemos estamos entrenando el ojo, pero es un saber tan implícito y es algo tan natural mirar que no pasamos en limpio qué hacemos al mirar", plantea Istvansch, autor de Todos podemos dibujar. "Al mirar entendemos cuestiones que tienen que ver con la composición de las cosas, entendemos que un paisaje que está en tonos blancos y azules seguramente va a ser un paisaje frío. Entendemos que si vemos el amarillo de la arena y el rojo-naranja-amarillo del sol vamos a estar en un espacio tropical de mucho calor. Para educar la mirada tenemos que pasar en limpio lo que no sabemos que sí tenemos como saber. Ahí está la llave de lo que hay hacer”.
Educar la mirada también consiste en horadar prejuicios. “En la literatura la imagen todavía está subordinada a la palabra, lo cual es lógico porque la humanidad comenzó a contar sus historias oralmente y después a través de la palabra escrita, pero cuando no alcanzaron las palabras aparecieron las ilustraciones para explicar o ampliar conceptos”, advierte Bernatene y precisa que las artes gráficas y audiovisuales no siempre fueron contempladas como objetos de estudio en la educación formal por la histórica primacía de ciertos saberes por sobre otros. “La ilustración es una expresión artística que conmueve, sensibiliza y transforma al espectador; crea un lenguaje propio, una identidad que a su vez es abierta a la subjetividad del receptor que se retroalimenta con sus propias experiencias. Esta identidad propia genera y comunica conceptos, ideas y formas de pensar porque esta imagen se construye dentro de un contexto social, temporal y cultural”.
En el campo de batalla aparece una palabra clave: autoría. “Hoy necesitamos que nos vean como autores, no por una cuestión de cartel o egos, se trata de un reconocimiento y difusión de nuestro arte. Un ejemplo claro es cuando las editoriales, inclusive las infantiles donde hay mucho material ilustrado, pagan derechos de autor a los ilustradores, pero cuando los catalogan solo las escritoras y escritores figuran como autores, de esta forma librerías, bibliotecas y mediadores (y desde ya los lectores) también terminan viendo a los escritores de libros enteramente ilustrados como únicos autores. Las excepciones se dan cuando se tratan de autores integrales, pero ser ilustradores también es un acto creativo y por ende nos hace autores de ese lenguaje”, argumenta el vicepresidente de ADA.
Istvansch coincide y aporta su reflexión. “Cuando se usa la palabra autor en el universo editorial, directamente el inconsciente se dirige a quien escribe. La apropiación de la autoría por quien escribe es algo muy curioso que ha pasado en la historia y que deja de lado a todas aquellas personas que hacen todo lo demás. Quien dibuja es autor de aquello que dibuja; quien diseña es autor de aquello que diseña; quien lee es autor de su propia lectura. Es importante que en la escuela se razone sobre estas cuestiones: quienes hacemos la parte gráfica también somos autores”.