Desde Barcelona

UNO Rodríguez regresa sobre sí mismo (de un tiempo a esta parte se la pasa más volviendo que yendo) y se acuerda de tiempos en los que era traducida, incorrectamente, como "Toma Revancha". Pero en verdad la casi plegaria conciliadora "Get Back" en particular (y el proyecto Let It Be en general) apelaba a un volver al empezar para ver (y oír) si así se evitaba el terminar. Y "Get Back" fue la única entre todas las canciones que cumplió con las condiciones impuestas: la idea de crear algo desde cero y presentarlo en directo. Y sus estrofas rimaban una historia graciosa pero --con ritmo saltarín y trotador e insistente-- el dramático estribillo ordenaba casi rogando un "Vuelve, vuelve, vuelve de regreso a donde alguna vez perteneciste".

Y así, en principio y hasta el final, todo no ha sido otra cosa que un largo y sinuoso (continuará...) de más de sesenta años que se ha contado tantas veces jamás dejando de interesar. Porque la de The Beatles es una de esas historias con la eterna vigencia de los mejores mitos: cuatro chicos de provincia que conquistaron al mundo entero y que desde entonces (parece mentira/imposible que toda su saga quepa en apenas la década '60-'70) siguen ahí arriba, en lo más alto, sin permitirse decaer, en la azotea de varias generaciones, sonando a través del universo y nunca dejando de ser.

DOS Y Rodríguez nunca dejó de escucharlos y ya se está preparando para el inminente estreno de Get Back en Disney + (hay cierta lógica en que estos cuatro paladines de la más épica justicia melódica reaparezcan junto a los vengadores de la Marvel y a los caballeros jedi de Star Wars). Y tiene su gracia que el documental lo dirija Peter Jackson: porque el protagonizar en cine El señor de los anillos (dirigidos por Stanley Kubrick) fue uno de los tantos proyectos frustrados de los Fab Four que se veían como Gollum (John), Frodo (Paul), Gandalf (George) y Sam (Ringo). Tolkien no quiso saber nada entonces y ahora el director neozelandés quien conquistó Tierra Media se lanza a revisitar esa Pepperland en la que, de pronto, los Beatles eran los Blue Meanies de sí mismos mientras mordisqueaban la cada vez más ácida Apple de los discordia. Entonces, de algunos modo, vivían confinados por su propio virus. Encerrados en su propia leyenda y llevándose cada vez peor no porque no se quisiesen sino porque empezaban a descubrir que también se podía querer a otras personas. Y, se supone, la versión Get Back del asunto de Jackson (con la bendición de McCartney & Starr & sendas viudas) pretende endulzar todo lo que se pueda las amarguras que puso en evidencia aquel Let It Be de Michael Lindsay-Hogg de 1970. Así, más un hello-reboot que un remake-goodbye que busca (y seguramente encuentra) la reconstrucción recompaginada con revisitación a la escena de un crimen donde, de pronto, todos son inocentes. Una atmósfera más amigable y hasta juguetona, como en los viejos buenos tiempos en los que se creía en yesterday y en tomorrow never knows. McCartney --recordador profesional del ayer-- ha sido muy claramente honesto al respecto: "Es como yo quiero recordar a The Beatles". Un producto más acorde para las hiper-sensibilidades del presente mostrando a esos cuatro trabajadores casi de oficina yendo de los inmensos y frígidos Twickenham Film Studios en Richmond Upon Thames al más cálido aunque cada vez más descascarado Apple Corps Building del número 3 de Savile Row en Londres pero intentando volver a su prehistoria en Hamburgo cuando trasnochaban anfetamínicamente casi gritando "One After 909". Los cuatro buscando recuperar una armonía que les resultaba cada vez más difícil de oír mientras John & Paul entonaban aquello de "Nosotros dos yendo a ninguna parte... Nosotros dos tenemos recuerdos más largos que el camino que se abre ahí delante". Y aun así, cuando todo parecía perdido, de ahí un último aliento para --casi con técnica kintsugi-- recoger los pedazos rotos y unirlos por reparadora última vez con los dorados surcos de la verdadera despedida en Abbey Road, la resignación de que "Una vez hubo una manera de volver a casa" pero parece que ya no, y la certeza de que "Y al final, el amor que recibes es igual al amor que das".

Mucho.

TRES En cualquier caso, Rodríguez está más que dispuesto para lo que venga y ya lleva unas cuantas semanas entrando en calor. Leyó las recientemente traducidas y muy breves pero tan malhumoradas memorias de Harrison (I Me Mine). Siguió con McCartney contándose y cantándose (en Lyrics: 1956 to the Present, donde "Get Back" es descrita por Paul como un retorno a las raíces del rock'n'roll clásico interpretando que su sueño era regresar a un sitio de pertenencia mientras que el de John --quien por entonces la entendió como mensaje cifrado para que la japonesa volviese a su casa-- era el de ir hacia un lugar aún sin dueño). Y Rodríguez miró las fotos y más fotos pero aún no leyó la transcripción de las conversaciones (porque quiere oírlas primero con ese acento de Liverpool) del lujoso coffee-table book acompañando el documental de Jackson, Get Back, con una introducción de Hanif Kureishi donde afirma lo que ya todos saben: "The Beatles hicieron mucho por nosotros". Y, por supuesto, no deja de escuchar la mega-caja Let It Be con la versión Phil Spector, la de Glyn Johns y la remezcla al día de Giles "Hijo de George" Martin. No se incluye el "corregido" Let It Be... Naked de 2003; pero sí sesiones, jams, versiones, bocetos de futuros tracks solistas y el permanente asombro ante la potencia de cómo sonaban live y sin adornos a la vez que se enfrentaban al imposible y un tanto absurdo (pero aun así inspirado) último desafío posible de saberse artistas gigantescos intentando hacer algo a pequeña escala. Y allí, una vez más y para siempre, ese cierre en el que un Lennon seriamente bromista con un "Quisiera decir gracias en el nombre nuestro y de la banda, y espero que hayamos pasado la audición".

Y, sí, la pasaron.

CUATRO Antes, inseguros de la gracia del asunto (hasta que Lennon, volviendo por un instante a ser el líder de la banda, como en los inicios, casi escupió un "Oh, fuck: let's do it"), subieron por una estrecha escalera y salieron a la azotea. Es un día en la vida que ya vale por más de medio siglo: 30 de enero de 1969 a eso de las 12:30 y los cuatro (más Billy Preston) se enchufan y arrancan con "Get Back". Cuarenta y dos minutos después, llega la policía y ordena detener todo por "ruidos molestos". The Beatles tienen tiempo para tocar "Get Back" otra vez. Y McCartney cambia la letra antes de que se corte la electricidad: "Has estado fuera mucho tiempo, Loretta / ¡Otra vez has andado tocando por los tejados! / ¡Y eso no está bien! / ¡Y a tu madre no le gusta! / ¡Se está enojando mucho... Y va a hacer que te arresten! / Get Back". Abajo, en la acera, se ha juntado un grupo de personas y un transeúnte --a cámaras y micrófono-- se muestra complacido porque el concierto "es gratis, es cierto... ¿pero por qué no pueden hacerlo en la calle para que además de oírlos podamos verlos?".

Buena pregunta.

Aquí y ahora, en un documental/revancha de seis horas en tres partes, regresa de nuevo la respuesta; porque nada regresa más que aquello y aquellos que no se fueron nunca.

 

CINCO Spoiler: al final se separan.