Desde San Juan
Cuenta la leyenda que el escocés Alexander Watson Hutton -considerado como el impulsor del fútbol en la Argentina- andaba buscando apoyos para promover la práctica del deporte de la redonda en las escuelas y mantuvo una reunión con el ya por entonces expresidente Domingo Faustino Sarmiento. El célebre sanjuanino, a cargo de la Superintendencia General de Escuelas, le dio todo su aval para impartir aquellos conocimientos importados -y rápidamente reinventados por los nuestros- entre los jóvenes y le dejó una frase para la posteridad: "Que aprendan mi amigo; a las patadas, pero que aprendan".
Bueno, más de 130 años de aquel episodio son suficientes como para resignificar aquella frase, también inmortalizada en la película Escuela de Campeones (1950), con guión de Homero Manzi. Lo de este martes en el Bicentenario sanjuanino no tuvo tanto de aprendizaje, pero sí de patadas.
Argentina salió a jugar a lo "guapo", una estrategia que le dio resultado en la final de la Copa América. A cada oportunidad un brasileño caía ajusticiado y los excesos, a la orden del día. Otamendi zafó de la expulsión luego de un codazo sobre Raphinha que le sacó sangre al del Leeds. Luego, Paredes dejó otro codo esta vez dedicado a Vinicius y de cara al árbitro. Si el del Real Madrid actuaba un poquito, Argentina se quedaba con uno menos.
Brasil dominó durante casi toda la primera media hora, gracias a un planteo vertical que encontró un par de veces mal parada a la Selección. En la más clara de la visita, mano a mano con Dibu, Vinicius definió como si dedicara a otra cosa. Los ataques verdeamarelos eran mucho más ligeros y punzantes que los albicelestes, que arrancaban desde muy atrás y tenían que superar numerosos obstáculos para llegar al área de Alisson. El insólito "olé" que bajó de las tribunas en los primeros segundos del encuentro, ya era prehistoria.
Lo mejor de Argentina se hizo esperar pero valió la pena. La última parte del primer tiempo fue de alto vuelo por parte de los dirigidos por Scaloni. Una jugada de derecha a izquierda en el que participaron casi todos, terminó con Acuña tocando a la puerta del área con De Paul que, con mucho tránsito de por medio, sacó un espectacular disparo a colocar que Alisson despejó de gran manera. Justo habían pasado minutos picantes, de lucha cuerpo a cuerpo, y eso energizó al equipo. Por el lado de los líricos, Di María aportó su granito de arena con un caño para el recuerdo.
Los cambios del entretiempo y la salida rápida del mariscal Romero dieron la sensación de que Scaloni estaba confiado como para probar variantes, principalmente por el ingreso del defensor por naturaleza Lisandro Martínez en lugar de Paredes, de floja primera parte. Las modificaciones no surtieron el efecto esperado, al menos por el público. Con Correa en lugar de Lautaro, el equipo se retrasó por inercia y Brasil empezó a jugar cerca de Dibu. Para su suerte, lo de Vinicius no es la definición -sí, en cambio, los lujos, ya que le tiró una bicicleta notable a Molina- mientras que Fred, la figura de la cancha junto a Fabinho, se topó con el travesaño, uno de los habituales aliados del uno marplatense.
Con Messi un tanto retrasado para generar juego y juntarse con el inagotable De Paul, Argentina siempre quedó lejos del área visitante. La mejor oportunidad parecía ser algún penal o tiro libre de peligro, pero el árbitro no andaba con ganas de hacer amigos acá en el Bicentenario. Messi tuvo la del final. Se sacó a uno de encima y remató, pero Alisson se aseguró el 0-0. La fiesta no fue completa en San Juan, pero fue y, lo más importante, Argentina estará en Qatar 2022.