Una joven argentina logró controlar al Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) de manera natural, sin utilizar fármacos antirretrovirales. El caso, apenas el segundo documentado en la historia, constituye una auténtica excepción y fue difundido en Annals of Internal Medicine. En el trabajo, el equipo de especialistas señala que “la paciente de Esperanza” –así fue denominada por residir en dicha ciudad y para mantener su anonimato– consiguió "esterilizar" al VIH a partir de las defensas de su propio cuerpo. El estudio de este tipo de fenómenos abre la puerta para avanzar en el desarrollo de nuevos tratamientos relacionados con la enfermedad.
Dos de las autoras principales del estudio son argentinas. “Tras examinar 1500 millones de células confirmamos que la infección existió en la paciente, pero el virus no tiene la capacidad de replicarse. El VIH ingresó a su organismo y tuvo, en algún momento, una replicación, pero ya no. ¿Cómo se explica? La respuesta hay que hallarla en el funcionamiento de su sistema inmune. Son casos extremadamente raros, pero es de esperar que en los próximos años aparezcan más”, señala Gabriela Turk, bióloga, doctora de la UBA e investigadora del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (INBIRS).
El área de estudio de los casos excepcionales se conoce bajo el nombre técnico de “controladores elite”. De los 38 millones de personas infectadas en el planeta con VIH que reporta la OMS menos del 1 por ciento logra controlar su carga viral por debajo de límites detectables. “Esta paciente argentina, inicialmente, formaba parte de este grupo de elite. Pero es más excepcional aún, precisamente, porque no necesitó de ningún medicamento para poder tener una carga viral indetectable”, explica Turk. Y luego continúa entusiasmada: “Si se puede estudiar el mecanismo inmune que estuvo involucrado, podemos proyectar que a mediano plazo la cura para VIH es posible. Obviamente falta transitar mucho, pero el objetivo está en el horizonte, lo estamos viendo”.
Un caso extraordinario
Hace 8 años, el exnovio de la paciente de Esperanza le comunicó que tenía VIH positivo. Al tiempo, su expareja dejó el tratamiento para tratar la infección y falleció. La joven de Esperanza buscó rearmar su vida y ello incluía encontrar alguna respuesta para la situación que atravesaba. La excepcionalidad de su caso despertó la atención de cada médico que atendía sus consultas, porque en todos los casos, su carga detectable brindaba el mismo resultado: negativo. La situación comenzó a revertirse cuando un profesional que la atendió decidió consultar a Natalia Laufer –médica infectóloga, doctora de la UBA e Investigadora del Conicet en el INBIRS que también lideró la investigación– y a Turk porque no sabía cómo definir el cuadro. El diagnóstico se les escapaba entre las manos y era tiempo de recurrir a la ciencia.
“El médico no sabía cómo encasillarlo. Le contó el caso a Natalia, que empezó a analizarlo con detenimiento porque no cuadraba con el común de las personas que viven con VIH; era realmente raro. En 2016, Laufer se contactó con la paciente y, luego de una seguidilla de estudios iniciales, fue posible confirmar el VIH positivo”, apunta Turk.
Las investigadoras lograron confirmarlo a través de serología: de una manera similar a lo que sucede con la covid, hallaron en la paciente los mismos anticuerpos específicos que los organismos generan toda vez que se enfrentan a la infección por ese virus. Sin embargo, el caso era extraordinario porque los exámenes complementarios que realizaban no arrojaban ninguna otra pista acerca de la infección.
“A pesar de que registraba anticuerpos, no lográbamos detectar ningún otro rastro del virus o de células infectadas. Enviamos muestras a un laboratorio de Australia y nada. Luego tratamos de medir carga viral mediante técnicas sofisticadas y sensibles pero tampoco. Todo nos daba cero”, explica la referente del estudio.
-Si el único dato que tenían era la presencia de anticuerpos, ¿no había margen para que el test serológico hubiese fallado?
-Es que su patrón era muy claro. ¡Los tests se hicieron en ocho ocasiones con ocho muestras independientes! Los resultados eran consistentes pero, claro, las dudas venían porque no hallábamos rastros del virus por ningún lado.
En 2019, las investigadoras del Conicet iniciaron una colaboración con Yu Xu, la médica del Instituto Ragon del Hospital General de Massachusetts (Universidad de Harvard y el Instituto de Tecnología de Massachusetts), que se especializaba en la evaluación de casos de controladores de elite y que había reportado el único antecedente inmediato: la paciente de San Francisco. El caso había sido difundido en 2020 por la revista Nature y correspondía a una persona que, de la misma manera que la paciente de Esperanza, pese a tener un diagnóstico de VIH, había eliminado al virus de su organismo.
“Al grupo de Yu Xu le propusimos encarar otro estudio más desafiante para el que se necesitaba una cantidad mayor de células. La paciente de Esperanza quedó embarazada, así que le solicitamos la placenta para poder profundizar nuestros análisis. Logramos juntar miles de millones de células, que fueron enviadas a Estados Unidos”, cuenta Turk. En 1500 millones de células evaluadas, solo se hallaron siete secuencias virales de siete células infectadas. La característica principal de este hallazgo fue que, como anticipaban, se trató de virus defectivos, es decir, sin la capacidad de replicarse. De manera reciente, la paciente fue madre por concepción natural y no transmitió el virus a su hijo. Como dato adicional, su pareja actual también es VIH negativo.
Infección relegada
Uno de los aportes centrales del trabajo se relaciona con ampliar el conocimiento al respecto de la infección y la enfermedad. “Nosotros estamos preparados para comprender y estudiar los prototipos, los modelos, las trayectorias más esperadas para cada patología. En la vida real, sin embargo, hay un montón de casos extremos, de grises y gradientes que nos falta entender. La genética, el sistema inmunológico y el estado neuroendocrino de cada uno tienen mucho que ver. En distintos momentos, distintos episodios nos afectan de manera distinta”, aclara Turk.
Estudiar los puntos de coincidencia entre los casos excepcionales eventualmente podría mejorar los tratamientos actuales para el resto de los pacientes, a partir del desarrollo de inmunoterapias mejor dirigidas y específicas.
“El VIH ha perdido la atención que tenía en décadas anteriores, pero cualquier instancia es adecuada para insistir en que hay que continuar con la prevención para los que no se han infectado y los tratamientos para aquellos individuos que cursan la enfermedad. Hay que seguir avanzando para que las generaciones futuras puedan contar con una cura disponible”, advierte la especialista.