CLAROSCURO - 7 puntos

Passing; Estados Unidos/Reino Unido, 2021

Dirección y guion: Rebecca Hall.

Duración: 98 minutos.

Intérpretes: Tessa Thompson, Ruth Negga, André Holland, Bill Camp, Gbenga Akinnagbe, Alexander Skarsgård.

Estreno en Netflix.

El título original de Claroscuro, ópera prima como realizadora de la actriz Rebecca Hall (Vicky Cristina Barcelona, la reciente La casa oscura) no resulta particularmente sencillo de traducir. La expresión “passing” remite en este caso a la práctica de “hacerse pasar” por una persona blanca para eludir los prejuicios racistas. La novel directora, a quien es imposible no describir como una mujer caucásica, repitió en varias entrevistas que leyó por primera vez la novela de la escritora Nella Larsen en la cual se basa la película en plena reflexión creativa sobre su propia historia birracial (nacida en Londres, Hall es hija de padre inglés y madre estadounidense de origen neerlandés y afroamericano). Descrita en el momento de su publicación, 1929, como un drama de mulatos –palabra que nunca es utilizada en el film–, la novela de Larsen describe la relación entre dos amigas de la infancia, ambas de raza mixta, que vuelven a encontrarse luego de muchos años.

Mientras Irene se casó con un médico negro, reafirmando en la vida pública y privada su ascendencia afroamericana, Claire se ha convertido en la esposa de un hombre blanco, dejando atrás su origen en Harlem y cualquier vínculo con la sociedad y la cultura negras. El guion de Claroscuro sigue de cerca las líneas de la trama original, incluido su ambiguo final, optando por una fotografía en blanco y negro y un formato de pantalla casi cuadrado que se adapta a las formas del cine clásico de los '20 y '30 (la historia transcurre en ese período de cambio de décadas, en plena Prohibición). A diferencia de lo que podría inferirse a partir de las primeras escenas, que diseñan el encuentro casual de las viejas amigas en un lujoso hotel neoyorquino, el tono elegido por Hall no es el del realismo histórico, sino una estilización cimentada en diálogos semi literarios y en una fotografía que potencia los aspectos más expresivos –expresionistas, incluso– de los ambientes, reflejando el estado interior de la protagonista, Irene (una notable Tessa Thompson), cuyo punto de vista la película nunca abandona.

De allí a una posible confusión con cierto aspecto aparentemente “teatral” de las escenas hay un paso, pero atención: aquí hay cine. Lejos de la bajada de línea directa y constante de títulos como La madre del blues, otro título adquirido por Netflix, Passing –que viene de recorrer varios festivales luego de su estreno en Sundanceevita el abuso de la agenda ideológica y se centra en las complejidades de los personajes, en particular sus contradicciones. Claire (Ruth Negga), de visita extendida en Nueva York, no sólo reinicia el vínculo con Irene, sino que pretende recuperar los lazos perdidos con su origen, compartiendo salidas y encuentros con el matrimonio, siempre a escondidas de su pareja, un hombre declaradamente racista interpretado por Alexander Skarsgård. Rubia platinada, extrovertida, chispeante e ingeniosa, Claire se convierte sin esfuerzo en el nuevo centro de atención del mundillo social de Irene, cuya vida económicamente acomodada va de la mano de actividades filantrópicas y el encuentro con la crema del progresismo neoyorquino. Zona de roces y paradojas que la presencia del escritor encarnado por el gran Bill Camp pone de relieve con algo de humor sarcástico.

La posición de relativa seguridad y confort de Irene y su familia tiene sus choques con las noticias de linchamientos y asesinatos de ciudadanos negros que llenan las páginas de los periódicos e Irene oculta sistemáticamente de sus pequeños hijos. ¿Es posible conciliar ambos mundos, obturar la presencia de la realidad para construir otra posible? Irene no escucha o simula no escuchar el pedido recurrente de su esposo (André Holland) de dejar los Estados Unidos, y cuando ese y otros conflictos interiores elevan el volumen de la discusión interior, la protagonista entra en una etapa de fuerte “melancolía”, para utilizar un término acorde a la época, acompañada en la banda de sonido por el piano de “The Homeless Wanderer”, de Tsegué-Maryam Guèbrou, leitmotiv recurrente de esos días y noches que se asemejan a un terremoto silencioso.