“La flor de los cerezos” o “Los cerezos en flor” de Doris Dörrie, es una película alemana en la que se muestra la relación que une a una mujer, Trudy, con su marido, Rudy, al que de una manera impensada le transmite un deseo. El sueño de ella es conocer el Japón y, en especial, el famoso Monte Fuji, además de apreciar en directo la extraña danza Butoh. Rudy, por su parte, aunque no lo sepa, está muy enfermo, motivo por el cual ella le propone viajar, y llora en silencio. Ella sí sabe de la enfermedad que padece su marido.

Viven en un pueblo de Baviera, solos. Dos de sus hijos, un hombre y una mujer, están en Berlín, y otro, Karl, en Japón. Según los dos que viven en Berlín, Karl era el hijo preferido, siempre mencionado por sus cualidades. Es sobre todo un comentario celoso de la hija mujer, que se lo dice al hermano.

No hay entre los padres y los hijos una relación muy afectuosa. Tan es así que en una conversación entre Trudy y Rudy comentan de la distancia enorme entre los niños que fueron y lo que son cuando se encuentran.

De manera que la unión en la pareja se hace más estrecha aún.

Él es un hombre al que no le interesan las experiencias nuevas, sino más bien afecto a una vida rutinaria. No accede a los pedidos de ella de viajar a Japón. Ella hubiese podido viajar sola, pero en un momento piensa con la voz en off, que no podría viajar sin él, y que ir a ver lo que ella quería era “inimaginable” como “si no lo hubiese visto”. El hecho es que después de visitar a sus hijos van a pasear al Báltico. En el Hotel donde están ella muere súbitamente y él queda sólo.

La extraña enormemente, busca entre sus fotos las imágenes de la danza Butoh, y encuentra ropa que ella usaba para esa danza Butoh.

Y se pregunta “¿Dónde estás?”.

Allí comienza una segunda parte de la película. Él decide viajar a Japón a ver a su hijo, pero sobre todo a indagar o intentar encontrar lo que a ella la incitaba a ir a Japón. Coincide su viaje con una época muy simbólica en Japón, que es cuando florecen enormes cantidades de cerezos en flor que de alguna manera techan y envuelven los parques, con su color rosado pálido tan característico. En uno de esos parques descubre una bailarina japonesa que en el Parque con flores de cerezos baila la danza Butoh. Se encuentran, hablan, se acompañan, de forma parecida a “Lost in Traslation”, Perdidos en Tokyo, cuando dos solos se encuentran sin buscarse y se acompañan.

La japonesa acompaña a Trudy en un tiempo de duelo. El duelo está lleno de preguntas en relación a lo que a Trudy podía gustarle o atraerle de Japón, su danza, su vida distinta. Rudy, para sentirse todavía con su esposa, oculta debajo de su sobretodo ropas que eran de ella, ropas orientales. Dice que también está llevando a ella a los lugares que ella hubiese querido conocer. Él, totalmente identificado al deseo de ella, no sólo recorre Tokyo, sino y en especial viaja a conocer el famoso Monte Fuji, tan hermoso, tan único, que no siempre está visible porque durante días enteros la niebla lo esconde de manera que para verlo hay que esperar que se despeje el tiempo, hasta que cuando el Monte aparece ante sus ojos, él vestido con la ropa japonesa de ella se dirige hacia el mismo y se recuesta al pie del Monte y muere, sin saber que estaba enfermo, pero habiendo realizado el deseo que era el de ella, él que en vida se había resistido y no imaginaba esa aventura.

*Psicoanalista. [email protected]