La inquietud creativa de Shaman Herrera siempre está a flor de piel. El arte, para él, es la creación y la expresión misma. Lo que pase después con la obra es otra cosa y ya lo excede. El músico patagónico regresó al sur hace cuatro años y se instaló en pleno bosque de Epuyén, Chubut, en la Comarca Andina. El silencio, la tranquilidad y la contemplación de la naturaleza potenciaron su inspiración creativa. El año pasado publicó el EP Isla (2020), en el que explora en el mundo electrónico, y lanzó la primera parte del disco con su nueva banda, Otro Lugar. Este año mostró dos canciones junto a la banda de punk rock experimental Fútbol y acaba de terminar de grabar su nuevo disco solista en el estudio Los Elefantes de Lito Vitale. “Lo mejor de terminar un disco es que puedo empezar a hacer otro. Es liberador”, resalta Herrera, quien vino unas semanas a Buenos Aires para grabar, ensayar con sus proyectos y presentarse en vivo.
“Crear es lo máximo. Después son todos derivamos de la creación. El arte nace en la creación y lo otro es mostrarlo, buscar el feedback, que también te motiva porque comunicás cosas y repercute en otras personas; pero ya no es el acto creativo en sí”, amplía. “Para mí es crearlo, terminarlo, escucharlo y ya está, listo”. Después de dos años de no tocar aquí, el cantante, guitarrista y compositor se presentará junto a su banda este viernes a las 21 en Camping (Av. del Libertador 999) y el sábado a las 21 en Guajira (Calle 49 484, La Plata). El domingo a las 19 tocará junto a Fútbol en El Emergente (Acuña de Figueroa 1030). “Fútbol me lleva a un lugar de inspiración al que no podría llegar solo. Antes de la pandemia nos juntamos y grabamos dos temas en ION y la idea es grabar un disco”, cuenta en alusión a "El canto de los pumas" y "Velas negras".
Shaman ya tiene casi listo un disco solista nuevo. Registró 17 canciones bajo la supervisión de Juan Belvis –hijo de Liliana Vitale- y Lulo Vitale, hijo de Lito. La autogestión y el espíritu de MIA se respiran en su música. “Es un disco largo, como los de antes. Y estoy re contento, porque es súper ecléctico y representa varias etapas de las cosas que fui armando en estos años. Es una variedad muy linda y con una historia, un concepto”, adelanta. “Al volver al sur pintó esa de componer y autoproducirme. Me fui un poco para eso, para tener mucho material”, dice. “Y ahí también aparece Otro Lugar, que son canciones que las armé de forma básica y los pibes las produjeron; lo que estuvimos laburando en cuarentena con esta nueva formación”.
Los “pibes” son Eduardo Morote (baterías y programaciones), Julián Rossini (piano y sintetizadores) y Lisandro Castillo (guitarras y bajos). El EP debut, titulado Cap. 1 – Pertenencia, se construyó a distancia, con sus integrantes desperdigados por el sur, La Plata y Europa. Es un disco oscuro, espacioso, con climas cinematográficos y una poesía que expone una preocupación sobre el mundo actual, como en “Mundo superficial”. “Yo compuse las canciones con guitarra y voz, y ellos hicieron la producción, agarraron las canciones y las instrumentaron. Me gustaba la idea de juntarme con músicos con mucha personalidad y respeto por su sonido”, cuenta. “La banda arrancó distanciada desde antes de la pandemia. Y el concepto salió pensando en el lugar que uno habita, donde uno se desarrolla, esta sensación de pertenencia. Gira en torno a estos sentimientos: de separación con las personas pero al tiempo de cercanía”. El segundo capítulo se llamará Desarraigo y el tercero, Soledad.
-En el EP Isla te metés por primera vez de lleno una sonoridad electrónica, con sintetizadores y programación, ¿Cómo es este disco?
-Es un disco bien electrónico, bien hecho en casa. Es algo que me gustaría presentarlo bien, quizás toco alguna canción. Fue compuesto con computadora. Son canciones que me encantan, fue un curso intensivo sobre música electrónica. Pero llevarlo al vivo es otro trabajo. Es un concepto desde la producción que no es que lo experimenté ahora y lo abandoné, sino que lo sigo usando para componer. Quisiera tener veinte canciones en esa onda para armar un show. La idea fue explorar, yo laburo produciendo bandas. Me copa ese proceso de producción, de creación con herramientas que quizás no son con las que me curtí de pendejo, la guitarra y el bajo. Y esto es otro viaje y está bueno explorarlo y tratar de fusionarlo con esa otra cosa viva y orgánica que tienen las bandas en las que estuve. Es experimentar y tratar de buscar el goce con la música, me interesa eso muchísimo: disfrutar lo que hago. La experimentación siempre fue fundamental, probar cosas nuevas, arriesgarme; no soy un artista que tenga que cuidar un contrato discográfico y no estoy pensando en si la canción tiene muchas escuchas o no. Ni en pedo, yo siempre para adelante y desde el lugar artístico, no desde el lugar comercial. Nunca me voy a quedar en la comodidad, porque me aniquilaría mentalmente.
-Siempre fuiste muy prolífico, ¿no?
-Sí, siempre le dediqué tiempo a la composición. Tuve suerte de poder contar con ese tiempo y no haber tenido que salir a laburar re jodido para mantenerme; siempre recibí mucha ayuda de mi familia y eso me permitió dedicarle tiempo al arte lo máximo que pude. Ahora que soy padre y tengo dos niñas ese tiempo se ve mermado por esa cuestión pero también es bocha de inspiración. Es lo que me sale, no puedo dejar de hacer y de tocar. Este disco nuevo viene re power y cargado de data. Tiene temas con poder sonoro y es poderoso por la temática: hay una línea que atraviesa todo el disco, que es muy actual y ancestral al mismo tiempo. Estoy buscando el punto de encuentro entre el deterioro socioambiental, el colapso que se avecina, y también con lo ancestral, lo primitivo y las simplezas de la vida a las que uno se aferra cuando el mundo se tambalea. Estoy muy conectado con el lugar y en estos años se fortaleció mucho ese vínculo. Se prende fuego el bosque y esas cosas te atraviesan de otra manera. Porque se prende fuego tu casa, los árboles, el ecosistema, los animales. Y eso influye un montón en mi arte.