-¿Otra vez usted, Sr. Malandro? Le dejé bien claro que sus últimos encuentros no me han sido satisfactorios.

-Perdón, es usted quien se cruza en mi camino. Y le repito que represento al Sr. Malandro, no soy él. Tengo cosas más importantes que verlo llorando siempre. A propósito: tiene manchas de humedad en la camisa. O son lágrimas, o es el vinagre de la ensalada que se comió a mediodía, para creerse que se encuentra a dieta. Debe cuidarse a su edad: gato viejo sólo caza ratones tiernos.

-¿Ve? Empieza a agredirme.

-No, solo observo su buzarda y al parecer tiene algunas cuotas atrasadas en el régimen del comer por gula.

-¿Ah sí? Yo me alimento tratando de ingerir las calorías adecuadas y un balance propicio.

-Déjese de pavadas con el librito de autoayuda reglamentario: usted devora las mismas porquerías que todos y se cree sano. Por favor, el solo hecho de respirar ya lo hace un tipo contaminado, ni hablar de la toxicidad de su trabajo como periodista de basureros. El buey lerdo bebe el agua turbia. Asno de muchos, los lobos lo comen.

-No le permito que me insulte con sus dichos.

-Es tarde para pedir o sugerir respeto. Ustedes no se lo toman en serio y les piden a los otros lo que le niegan a su propios cuerpos y a sus almas. Suponiendo que la tengan.

-¿Pero por qué generaliza y habla en plural? ¿Quién se cree que es?

-Soy uno que no forma parte de la manada de sus banderas color caca, compadre. Y son ustedes feas y malas personas, deglutidoras de cadáveres, oliendo sus heces que no han cambiado desde los pañales primigenios con que les han adornado el traste siempre: huelen mal, comen mal, cagan mal. Deberían estar dentro del volcán o el Infierno si lo prefiere, así no hieden tanto. Los vi en los afiches, los vi en sus bunkers, en las fake news, en la granja de trols, los veo todo el tiempo como prostitutos de un ensamble de muerte mientras que su Madamo se ríe de todos y les paga para que escriban o se rían o se pedorreen en el tono y aroma que su jefe decida.

-Está escatológico hoy. Y ridículamente gauchesco.

-Estoy como se cantan las pelotas. El que más no tiene, con su abuela se entretiene ¿Sabe que es la glándula plineal? Esa que denominan como el tercer ojo. El Sr. Malandro especialmente la mantiene abierta y sufre aspirando los hedores vuestros con un asco que aún no sé cómo no se desmaya. Lamebotas, chupacirios, chupacabras, seres monstruosos con fecha de vencimiento desde hace años. Una especie increíblemente embustera. Quien del alacrán fue picado ve la sombra y se espanta.

-Hace tiempo y fabrica caminos verbales seudo poéticos para escapar a la pregunta fundamental que siempre me rehúye ¿Por qué tanto odio?

-No es odio: son unas legítimas ganas de pelarles el culo a patadas, ensartarles en el pecho una estaca labrada con los huesos de Evita, pasarlos a degüello con poemas, juzgarlos entre tiburones blancos hambrientos, escupirles radiación sobrante de la Plaza del 55. No es odio: es tratar de imaginarse cosas bonitas: empalamientos, fusilamientos, sumarios, crucifixiones, matanzas. Todo lo que ustedes han hecho pero que el Sr. Malandro se permite imaginar ¿Entiende lo que es sublimar? ¿Y mandarlos a todos a la reverenda vulva de sus progénitas? Pero ojo: como decía el filósofo Tangalanga, “con mucho respeto”. Incluso si les estuviera diciendo hijos de puta.

-La verdad me abruma tanto rencor y me apena por usted.

-Apénese por sus hijos, que son los que van a garpar con sangre el endeudamiento espiritual y del paladar; la porquería de daño que han hecho con sus almitas santas que se van a ir oxidando gracias a ustedes, sus papis asesinos.

-Deje en paz a mis hijos. Son adoptados y los salvamos con mi esposa de morir en las calles.

-¡Qué fabulosos son! ¿No adoptaron tal vez un africanito o un haitiano? Es más cool. Festejan navidades con ellos, les regalan cosas de blancos, los hacen hinchas de clubes ganadores, les aseguran la cuota del cole, la salud, cuando en el fondo son criminales que actúan movidos por la culpa. Por favor llame a su esposa de mi parte y pídale que me permita tatuar su nombre en mi brazo. Si tu mujer es bonita recibí pocas visitas. Una mujer debe ser dos cosas: quien ella quiera y lo que ella quiera. Aunque de cornudo y asombrado pocos han escapado. O también: la mujer que quiere a dos es entendida: cuando una vela se apaga tiene a la otra encendida.

-Cuidadito con ella. No me haga que lo estropee.

-¡Ah, bien por el macho criollo! Defienda a su hembra pero no descuide sus cuernos. Una puerta se abre y otra se cierra. Defienda sus valores patrios, su dios y vaya de veraneo a una casa con piscina. Cambie el auto. Coma sano. Créanse que son buenos ciudadanos. Saque la basura en horario y pasee por las calles que transforman en peatonales los domingos permitiéndoles usar las bicis, deles monedas a los cuidacoches y cartoneros, y recen abrazados con sus mujercitas y críos que sus espíritus buenos estarán a salvo.

-Es usted repugnante tanto como el Sr. Malandro.

-Buen punto: El Sr. Malandro descree de sí mismo pero no se siente repugnante. Se sabe distinto, lastimado, impostor y un poco desagradable ¿Pero sabe una cosa? Él conoce quién es y lo que hizo y dejó de hacer. No se va a suicidar pero se siente a veces un mal bicho. Sus bolsillos tienen boletas de impuestos atrasadas, poemas sin terminar, y algún mango bien ganado. Sabe que va a morir y no tiembla. No temer a la Filosa es una forma de elegancia.

-¿Se está por morir?

-Como todos. Pero no huele a cadáver nunca. ¿Sabe por qué?

-Sí, ya sé, porque su alma vive perfumada con ideales y es un tipo mejor que nosotros.

-No, no, no. Huele bien porque se lava con jabón La Perdiz, sin aromas ni maquillajes.

-Bah, resultó un idiota.

-Sí, ¿Cómo hizo para darse cuenta? Ah debe ser por cuestión de linaje: porque parece ser usted el mismísimo Rey de los Idiotas. Y ahora vaya a su casa, pero no llegue antes de las 6. Su esposa está ocupada y no lo espera antes. Si quiere conservar eso que construyó llamado “familia”, yo que usted no la sorprendería. Se va a pegar un susto padre y usted se autodestruiría.

-¿Qué carajos me está sugiriendo?

-Eso, eso, que a ustedes tanto les duele, eso, eso que piensa y de lo que el Sr. Malandro se ríe cuando sucede: tanto cuidar las flores que después alguien termina cortándolas para adornar su florero propio. Que la herradura que cascabelea, clavo le falta. Y aquí el último, el del estribo: los cuernos duelen al salir pero ayudan a vivir. Chau campeón, chau gilito.

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