Desde Caracas
Venezuela se encuentra a puertas de una nueva elección. Esta vez se trata de una contienda regional, en la cual se eligen 3.082 cargos públicos, principalmente las 23 gobernaciones y 335 alcaldías. La campaña finalizó el jueves en la medianoche y, desde entonces, comenzó oficialmente la veda electoral en un contexto de tranquilidad social, que puede percibirse en la capital con poca presencia de la campaña política, adornos navideños, y la continuidad que viene de los últimos años.
La elección ocurre a un año de las legislativas, tiempo en el cual ocurrieron cambios en el mapa político. Uno de los principales elementos, a nivel nacional, es que, a diferencia de diciembre del 2020, esta vez participa la casi totalidad de la oposición, en particular quienes llevaban casi cuatro años llamando a la abstención, es decir desde la elección presidencial del 2018, como el espacio conocido como G4, que agrupa a los partidos Voluntad Popular, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Acción Democrática.
Tensiones
Ese regreso a las urnas comenzó a esbozarse a partir de un acuerdo político en mayo que dio lugar a un nuevo Consejo Nacional Electoral, integrado por tres rectores del chavismo y dos de la oposición. Ese fue un punto de inicio para el camino a una participación que, en vista del derrotero de la vía abstencionista con intentos crónicos de derrocamiento, parecía inevitable. Llamar al voto por parte de esos sectores no estuvo exento de fuertes tensiones, expresadas, por ejemplo, en el hecho de Juan Guaidó afirme que “no hay condiciones para una elección libre y justa en Venezuela” y, a la vez, su partido y espacio político del G4 esté convocando a votar.
La contienda del domingo está marcada, a su vez, por un cambio internacional, con la llegada al país de las misiones de observación de la Unión Europea (UE), el Centro Carter y la Organización de Naciones Unidas. La presencia de una misión europea ya había estado sobre la mesa de posibilidades en el 2020, esa vez sin llevarse adelante. Ahora, y luego de 15 años sin estar en elecciones en Venezuela, la UE se encuentra desde el 28 de octubre en un proceso de despliegue nacional encabezado por la eurodiputada portuguesa perteneciente al Grupo Socialista, Isabel Santos.
La presencia de la Misión de Observación Electoral de la UE estuvo marcada por tensiones, en particular por acusaciones realizadas desde el gobierno venezolano, en particular en días recientes por Diosdado Cabello, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) quien afirmó días atrás: “quiero denunciar públicamente una gente que vino dizque de observadores a Venezuela, de la UE, tengan cuidado con esa gente, esa gente no vino a hacer observación de ningún tipo”. Cabello, quien estuvo al frente de los actos de campaña en la mayoría de los estados del país, señaló a la UE de tener preparado de antemano “el guion escrito sobre el ejercicio democrático que se desarrollará en Venezuela, el cual se basa en la desacreditación de todo el proceso comicial, una vez se den a conocer los resultados por parte del CNE”.
Diálogo
El despliegue internacional y la participación de la casi totalidad de las oposiciones modifican el cuadro electoral. Esos dos elementos pueden enmarcarse, a su vez, dentro de lo que fueron los meses de preparación y luego implementación en agosto de los diálogos en México entre el gobierno, la oposición centralmente del G4 reunida en la Plataforma Unitaria de Venezuela, la mediación de Noruega, y presencia de actores internacionales como Rusia, Países Bajos, y, sin estar públicamente, pero con un papel determinante, Estados Unidos (EEUU). Las dos rondas realizadas fueron interrumpidas por la extradición de Cabo Verde a Miami de Alex Saab, un empresario colombiano nombrado diplomático por Venezuela, una acción calificada de “secuestro” por Miraflores que llevó a suspender las negociaciones en octubre.
La posibilidad de una nueva ronda en México aún no ha sido anunciada y, en las últimas semanas, el enfoque principal estuvo sobre la elección que arrojará una correlación de fuerzas electoral que, se presume, estará en favor del chavismo debido a varios factores. Uno de ellos es la extensión nacional del Psuv, que realizó primarias en agosto en las cuales participaron 3.5 millones de personas, cuenta con presencia en la mayoría de las zonas populares con organización, manejo de recursos de políticas sociales, y capacidad de movilización electoral. La existencia de tensiones a la hora de la elección de candidaturas no se tradujo en divisiones, por lo que el chavismo, a excepción de quienes se escindieron en la Alternativa Popular Revolucionaria y realizaron denuncias de irregularidades, acude unido a la contienda bajo la consigna de “Venezuela tiene con qué”.
El escenario es diferente en el campo de la oposición que llegó a la elección con divisiones en varias regiones, como en el distrito capital, los estados Táchira, Lara o Nueva Esparta, y, hasta pocos días atrás, en Miranda, una gobernación central. Las divisiones internas, sumado a los recorridos cambiantes de abstencionismo al llamado a votar, arrojan un cuadro de mayor debilidad para las oposiciones que se juegan tanto el intento de acceso a gobernaciones y alcaldías, como lo que aparece como una disputa por el liderazgo o representatividad de la oposición. Esto último cobra importancia en vista de los diálogos en México, las tácticas que pueden ser diseñadas desde dentro y fuera de Venezuela, la continuidad o no de la figura de Guaidó como “presidente interino” -ya reducido a redes sociales dentro del país-, y el horizonte presidencial del 2024.
La elección del domingo aparece también como un termómetro social, en particular luego de las legislativas del 2020 donde la participación fue de 30.18 por ciento. El chavismo obtuvo entonces 4.321.975 votos, un poco menos del 25 por ciento del padrón de 30.825.782 votantes, en lo que puede leerse como su núcleo duro. Varios análisis coinciden en que en estas regionales la participación será más alta, en lo que será también una manera de medir afiliaciones y desafiliaciones políticas, expectativas o ausencia de las mismas, en un contexto de desgaste político y una geografía de la economía que muestra, en Caracas, zonas de reverdecimiento con imágenes de opulencia, otras marcadas por el deterioro prolongado, una cotidianeidad con precios en dólares y acceso desigual a los mismos.