Donald Trump no consigue que le den tregua en el plano local. La oposición demócrata, apoyada en una catarata de denuncias y rumores, exigió ayer la creación de una comisión investigadora independiente que determine la responsabilidad del magnate en el Rusiagate, la trama de relaciones secretas que el presidente de Estados Unidos y su entorno entablaron con Rusia y que desembocó en la salida del director del Buró Federal de Investigaciones (FBI), James Comey. Horas después, el fiscal general adjunto,Rod Rosenstein, señaló que “las circunstancias hacen necesarioque la investigación sea liderada por una persona considerada independiente”. Esa persona será el ex director del FBI, Robert Muller.
Trump entendió muy bien eso que la mejor defensa es el ataque y por eso cargó ayer contra la prensa. “Miren cómo me han tratado últimamente, especialmente por parte de los medios de comunicación. Ningún político en la historia ha sido tratado peor o más injustamente”, se quejó el mandatario en un discurso que brindó durante la ceremonia de graduación de 195 cadetes de la Academia de la Guardia Costera de Estados Unidos, en New London, en el estado de Connecticut.
Desde que Trump asumió al frente del Ejecutivo, las denuncias llovieron sobre la investidura presidencial: que su gente se reunió en secreto con el embajador de Rusia en Washington y discutieron levantar las sanciones contra el Kremlin, que despidió recientemente al director del FBI para frenar su investigación sobre esas relaciones y, finalmente, que entregó información clasificada de Israel al canciller ruso, Sergei Lavrov.
Las comisiones de Inteligencia de las dos cámaras del Congreso, dirigidas por la mayoría oficialista republicana, investigan las acusaciones. Sin embargo, hasta ahora no consiguieron averiguar demasiado y el escándalo avanza, principalmente, a través de las denuncias y las filtraciones de información clasificada en los medios más importantes del país. El presidente no se refirió a las últimas publicaciones periodísticas, pero utilizó el escándalo como ejemplo para ofrecer consejo a los recién graduados de la academia militar. “A lo largo de su vida, les van a ocurrir cosas que ustedes no merecen y que no siempre son justas. Pero ustedes tienen que resistir y luchar, luchar, luchar”, sermoneó el presidente en Connecticut.
Mientras tanto, en Washington, la batalla continuaba. Los líderes de la oposición demócrata, hasta ahora ubicados en la retaguardia de la tormenta política, decidieron asumir un rol un tanto más protagónico. Uno de ellos fue el congresista Elijah Cummings, miembro de las comisiones de Supervisión e Inteligencia de la Cámara de Representantes, que convocó a una conferencia de prensa para denunciar que el presidente de la Cámara baja y el republicano más poderoso del Congreso, Paul Ryan, “demostró que no tiene ningún apetito de investigar a Trump”; también para advertir que es inaceptable continuar ignorando estos escándalos. “El pueblo merece respuestas”, concluyó Cummings antes de pedir a las autoridades del Congreso que permitan votar la creación de una comisión investigadora que llegue hasta el fondo de los escándalos que sacuden a Washington desde hace meses.
La respuesta no tardó en llegar. Frente a las cámaras de televisión, Ryan intentó mostrarse por encima de las disputas partidarias. “Necesitamos saber los hechos. Es obvio que hay personas allá afuera que quieren lastimar al presidente”, aseguró el titular de la Cámara baja, un crítico feroz de Trump durante la campaña del año pasado. “Pero tenemos la obligación de realizar nuestra fiscalización sin importar qué partido político está en la Casa Blanca y eso significa que, antes de apurarnos a juzgar, debemos tener toda la información pertinente”, señaló Ryan ante la prensa, luego de una reunión a puertas cerradas con la bancada republicana, según informó la cadena de noticias CNN.
En ese sentido, Ryan apoyó el pedido de la comisión de Supervisión de la Cámara baja de pedirle al FBI todos los documentos y las grabaciones existentes sobre las conversaciones que existieron entre el ahora ex director de esa fuerza de seguridad, Comey, y Trump, durante los primeros tres meses de gobierno. El pedido surgió 24 horas después de que la prensa local denunciara que el presidente le había pedido a Comey que abandonara la investigación que estaba realizando sobre el primer asesor de Seguridad Nacional que tuvo Trump, Michael Flynn, y los encuentros con el gobierno ruso, que le valieron su renuncia en febrero.
Esa investigación no se limitaba sólo a Flynn: buscaba determinar si el gobierno ruso había interferido en la campaña presidencial, a través del hackeo a los mails del Partido Demócrata y a su candidata, Hillary Clinton, para favorecer a Trump en las elecciones presidenciales. Las dudas sobre el proceder del presidente y su entorno son tan grandes que ayer, por primera vez, un líder de su partido, el congresista republicano Justin Amash, habló de la posibilidad de un juicio político, algo que ya habían hecho varios dirigentes demócratas.
Enfrentado a preguntas de la prensa, Amash aseguró que si las denuncias sobre la interferencia de Trump en la investigación del FBI son ciertas, hay argumentos para discutir un impeachment. “Los zapatos se empiezan a caer y cada dos días hay algo nuevo”, aseguró el senador republicano John McCain.