No los detuvo el frío ni el “mal de la altura”, en mulas y con un cansancio atroz recorrieron peñascos, desfiladeros aguileños, desiertos, rudos pedregales entre fluctuantes masas medanosas y un sol implacable. Sólo un silencio de piedra quebrado por el ulular del viento.
La expedición partió hacia Laguna Blanca el 17 de febrero de 1955, la integraban los historiadores Armando R. Bazán, el Pbro. Ramón Rosa Olmos, el arqueólogo Alberto Rex González, el antropólogo Julián Cáceres Freire, cuya misión era el estudio de las distintas disciplinas en una región virgen y misteriosa. Federico Emiliano Pais -lingüista-, también formaba parte de esa aventura, fue él quien pinceló con bellísimas imágenes la geografía a más de 3.200 metros de altura, cerros como el Nevado de Laguna Blanca o el volcán Galán hacía el Norte.
El “viajero de la lengua” dejó sus impresiones en una crónica: Viaje a Laguna Blanca, sobre los llamados seismiles (cerros que oscilan entre los 5000 y más de 6000 msnm), los nidos de águila en Barraca Larga, los pantanos o “ciénegos”.
“Todo es gris y silencioso, en este paisaje de agobiante grandeza y misterio. Los erizados cerros se hunden en las nubes, y la niebla se desliza con sus patas de araña sobre los amarillentos pajonales. Estamos en las estribaciones del Chango Real… una fortaleza es la casa de los Llampa, recuerda los antiguos “pucarás”.
Comparó las casas de piedra y las de adobe con la construcción de los diaguitas, sus puertas tenían apenas 1,20 m de alto, se orientaban sólo hacia el norte y hacia el este para defenderse de los vientos y, un piso que se hunde no menos de treinta centímetros bajo el nivel exterior, “son como pájaros dormidos con la cabeza bajo el ala”. Recordó extraños rituales, como la muerte de Don Juan Llampa, el “curaca” enterrado con sus mejores prendas, sus “pullos”, su coca, pero el 28 día de su novenario, los parientes simularon un cuerpo con sus ropas y lo volvieron a enterrar con coca, aguardiente, cigarrillos, “olladas de comida”, flores, mientras cantaban vidalas y vestían de rojo. Viejas tradiciones de santitos y alabanzas.
La marcha desde Los Nacimientos a Laguna Blanca, -situada en la región oeste de la provincia de Catamarca, en el norte del departamento Belén-, fue penosa, los caballos se hundían en los médanos, no había puntos de referencia. Extenuados llegaron a la cuenca atravesando salares, en medio de matas de pichana, erizados airampos y la rastrera llareta como única vegetación.
Los ojos de los expedicionistas bendecían la sagrada tierra, donde el grito de un ángel despierta las mañanas entre lejanos balidos, y la luz enloquecía a las vicuñas.
“Los cerros se yerguen desnudos, de piedra roja volcánica, como llamas solidificadas de pronto por mágico conjuro… Al sur, ese piso salino, libre de aguas desde tiempos inmemoriables, constituye un vasto salar… allí están las 'parinas', flamencos, gráciles y rosados, hay 'guares' y 'guallatas', gansos y patos silvestres, que al atardecer se reúnen en inmensas bandadas…”
En esa geografía de volcanes dormidos, Federico Pais escribió el bellísimo poema La Bella durmiente. “allá junto a los cielos/entre piedras insomnes/ y torrentes coléricos/ una doncella duerme…”.
En busca del lenguaje, transitó por distintos parajes y regiones de la provincia, recogió en la zona de Laguna Blanca vocablos y topónimos como “Rumi Montón” (equivalente a un montón de piedras); “Culampaja” (se usaba para designar los ríos); “divisadero” (lugar en lo alto, para otear la lejanía); Pairique (composición netamente cunza-hondonada de moscas), entre otros.
Toponimia cunza que luego Pais extendió su estudio lingüístico a nombres de Antofagasta de la Sierra, Belén. Sus viajes sirvieron para acrecentar suS estudios, plasmados luego en sus obras: Hacia un estudio integral de la toponimia catamarqueña e hispanoamericana; Estudios Catamarqueños de Dialectología (1976-1978); Algunos rasgos estilísticos del lenguaje popular catamarqueño; Notas Lingüísticas; Arcaísmos indígenas.
El “viajero de la lengua”, como su antecesor Lafone Quevedo con Tesoros de Catamarqueñimos, reafirmó la importancia de este lenguaje fruto del mestizaje. Estos procesos cruzados por apropiaciones, traducciones, resignificaciones, implicaron un variado repertorio de relaciones socioculturales, definido por múltiples interacciones transgresionales, como apunta Daniel Delfino en Tesoro de Lagunismo: arqueología Lingüística de la Puna.
Federico Pais, reconstruyó la memoria ancestral donde los vientos arrecian en la altura, donde dioses juegan a ser mortales.
*Poeta