Fito Páez vive momentos luminosos, y no por el flamante Grammy a la excelencia musical. O al menos no solo por eso. A comienzos de 2020, el hombre que desde comienzos de los '80 suma generosas páginas al rock argentino estaba lanzando un gran disco, La conquista del espacio. Se venía una gran presentación en su Rosario, pero el coronavirus vino a detenerlo todo, a guardar a la Humanidad, y entonces Páez debió resignarse a enfundar la viola y esperar tiempos mejores. Hubo apenas un streaming con su piano para despuntar el vicio, pero al cabo para el músico -como a varios- la pandemia le significó la posibilidad de ejercicios creativos, tiempos muertos que podían convertirse en posibilidades de explorar su propio universo.
Fito exploró. Con ganas. En los próximos meses verán la luz no uno sino tres proyectos discográficos: en febrero será el turno de un álbum completamente instrumental junto a la Orquesta Sinfónica Nacional Checa; en abril aparecerá uno "solo piano" llamado The Golden Light. Y este lunes 22, Día Internacional de la Música, Fito viene a reconfirmar eso de los tiempos luminosos con Los años salvajes. Una colección urgente, grabada en solo tres sesiones y por ello fresca, suelta, ligera... y demoledora.
No es novedad: Fito puede encarar producciones complejas, llenas de sutilezas y capas sonoras, pero cuando se lo propone sabe rockear. Y si encima cuenta con una banda de músicos tan solventes como Abraham Laboriel Jr. (ese baterista-tanque que toca hace años con un tal Paul McCartney); Martin Landau y Juani Agüero en guitarras y Diego Olivero en teclados, la cosa cobra un vuelo supersónico. Porque además, y eso se nota en el mismísimo arranque funkoso de "Vamos a lograrlo", en el bajo está un aliado de años llamado Guillermo Vadalá, con quien juega de memoria y consigue un groove de contagio inmediato.
Compuesto casi íntegramente en pandemia, "en ese extraño y tan delirante período de la vida de todos en todo el mundo, con el pulso y la respiración de aquellos momentos" al decir de Fito, Los años salvajes es tan empático que a la segunda escucha los estribillos brotan de la voz de quien escucha como si estuvieran allí desde hace años. Con los vaivenes inevitables de todo compositor, Fito siempre tuvo una antena especial para conectar con el gran público, hacerse amigo del oyente, contagiarle sus líneas melódicas. Y este disco multiplica el efecto en diez canciones que nunca aflojan la rienda.
Y hay una intensidad especial. Ni siquiera cuando Fito baja el tempo, como en "Encuentros cercanos", la emotiva carta de amor a Fabi Cantilo (que colabora con su voz en el épico cierre de "Los años salvajes"). O en "La música de los sueños de tu juventud", a pesar del desgarro de una letra que dice "Ya no vuelo, ni siento, ni pienso / Me voy esfumando en el viento, nos vamos perdiendo en el tiempo". O en ese orgulloso encuentro con Elvis Costello, nada menos que Elvis Costello, cuya impronta ha aparecido destilada en las canciones de Ey! o Circo Beat: "Beer Blues" es una melancólica pieza para colgar en la pared, un encuentro igualitario de artesanos de la canción más allá de las biografías; podría decirse "un momento alto del disco" si no fuera porque el disco está lleno de ellos.
Abundan los ejemplos. ¿Cómo no dejarse llevar por la electricidad desatada de "Lo mejor de nuestras vidas", single de difusión que arenga con su "La vida no vale nada sin luchar"? En un momento en el que vuelve -otra vez- el horror del asesinato policial de un joven, imposible no acompañar a Fito en el grito de "Shut up" (con esos arranques falsos que profundizan la sensación de zapada) y su frase inicial de "No balees a los pibes / ¿Qué clase de hombre sos?". La -otra vez- costelliana "Caballo de Troya" inunda los parlantes de luz. "Sin mí en vos" es una página cien por ciento Páez, de esos midtempo beatlescos que conjugan sus pasiones y su aire a la vez argentinísimo. Otra suma para ese prolífico cancionero con la marca en el orillo.
Dice Fito que este disco "no hace ninguna alusión nostálgica a años salvajes pasados; más que nada, se centra en el presente". A pesar de esa foto de tapa que recuerda al Páez de Del 63 o Giros, es rigurosamente cierto. Es el Rodolfo Páez de hoy, en un momento luminoso, aquilatando toda experiencia, libre de tomarse apenas tres sesiones para darle forma a un álbum de pura libertad y energía, el necesario contrapeso artístico a tiempos oscuros. Un Fito al que en el norte le acaban de dar una estatuilla a la excelencia. Pero acá en el sur ya lo sabíamos hace rato.