El Festival Encuentros Mágicos, que se desarrolló en la ciudad jujueña de Tilcara durante este fin de semana, fue la sede de diversos debates, intercambios y exigencias, en favor de la comunidad LGBTIQ+. Con el propósito de hacer cuerpo cada ida y vuelta, la propuesta del Museo Nacional Terry incluyó el relato de distintas experiencias de vida.
Una de ellas fue la vida de Daniel Ruiz Díaz, un sacerdote misionero de la Iglesia Católica Apostólica Ecuménica, que se reconoce homosexual y es activista ferviente de los derechos humanos, en especial de las mujeres travestis trans. En la actualidad, cuida a su madre en su ciudad natal, General Güemes, en la provincia de Salta, pero trabaja desde hace décadas en Bolivia, lugar que lo acogió y le permitió tomar los hábitos sacerdotales.
"Siempre tuve clara dos cosas, desde muy chico. La primera, era mi identidad sexual porque siempre me sentí un niño homosexual, un joven homosexual y ahora, un hombre homosexual; y la segunda, que quería ser sacerdote para poder ser instrumento y ayudar a los demás", dijo a Salta/12 el cura de 54 años. A partir de esa claridad, Daniel nunca se apartó de ese propósito, y fue construyendóse bajo un discurso inclusivo, que habilita a una escucha abierta ante cada persona que se le acerca.
-En Tilcara mantuviste un intercambio permanente con cualquier persona que se te acercaba. Cuándo hablas de la necesidad de mantener una reflexión permanente, ¿a qué te referís?
-A poder salirnos de tantos closets. Uno de los que más cuesta salir es del closet de la espiritualidad, que es una herramienta tan vital para enfrentar tantas cosas que siente nuestro cuerpo. Una de esas cosas, es la identidad de género. Y ojo, que cuando hablo de espiritualidad no tiene que ver con la religiosidad.
(Por eso) se trata de potenciar la espiritualidad de cada uno con un encuentro personal donde se pueda trabajar desde adentro y desde afuera. Es una experiencia personal con lo divino que se potencia con nuestras ideas y las historias que nos trajeron. Puede ser desde nuestra querida Pachamama o cuestiones energéticas, pero es entender que las diversidades tenemos un gran potencial que es la espiritualidad.
-¿Y cuál es tu concepto de espiritualidad?
-La espiritualidad que nosotros manejamos no deja de lado que desde la religión, la gente le tiene miedo al infierno, pero muchas personas ya hemos vivido el infierno desde acá. Es por eso que buscamos trabajar desde el interior de cada uno y de las experiencias personales y subjetivas para potenciar eso. Y sacar todo tipo de dogmas y adoctrinamientos.
En el sacerdocio es fundamental que cuestionés todo porque nos ayuda. Y la espiritualidad nos ayuda a reflexionar, mientras que la religión nos impone únicamente los dogmas.
-¿Y cuándo supiste que querías ser sacerdote?
-A los 5 años jugaba a ser cura y también sabía que me gustaba mi compañerito del kinder. Siempre tuve en claro eso: mi identidad sexual y mi vocación como religioso, sobre todo para ayudar a las compañeras trans, a todas las diversidades.
-¿Cómo fue tu infancia y adolescencia?
-Me sentí siempre un bendecido porque fue extraordinaria por la familia que tengo. Se dio la aceptación de mi madre, mi abuela y mi hermana, y con ello me doy cuenta que las mujeres han jugado un rol fundamental en mi vida. Por eso, sé que tengo que hacer algo para devolver ese amor.
Y para mí es en la Iglesia doméstica, que sale a reclamar todo tipo de derechos y empieza por tu prójimo. Es fácil ir a la Iglesia de cristal, donde me encierro en esa cúpula y ahí parezco un ángel, pero salgo y maltrato a mi hijo, a mi pareja e incluso a mi perro. Por eso creo en esa iglesia doméstica que nace de la casa.
-Sabiendo que tenías en claro la vocación que querías seguir, ¿cómo fue esa formación en el sacerdocio teniendo presente los prejuicios y concepciones que se tienen sobre otras identidades de género?
-Me fui a Bolivia y ahí decido asumir mucho más mi identidad y hacerla pública. Ahí hice una pausa (en la formación del sacerdocio). Después conozco a un obispo de Chile, que formaba parte de la Iglesia Católica Apostólica Ecuménica. Le planteo mi inquietud y le dije que era un activista gay que quería ser sacerdote. '¿Usted me quiere ordenar igual?', le pregunté. Me dijo que sí.
Me ordeno como sacerdote y sigo mi trabajo pastoral dentro de la Iglesia Ecuménica. Nos permite trabajar libremente con todas las poblaciones porque no ponemos exigencias a las poblaciones sino que las exigencias las ponen nuestras poblaciones. Nuestra Iglesia recibe y abraza a todos por igual, y no impone los criterios.
El obispo que ordenó a Daniel Ruiz Díaz fue Ramón Banderas. Para ese entonces, Daniel tenía 34 años y venía de transitar algunos acercamientos con la Iglesia Católica Apostólica Romana, además de empezar a indagar sobre el activismo en derechos humanos. Hoy es parte de la red marplatense de personas con VIH (REDAR+).
Un activista por lo derechos
-Te definís como un activista de los derechos humanos, sobre todo, en favor de las mujeres trans, ¿cómo se dio ese camino?
-Participé en la primera Marcha del Orgullo, que fue hace 30 años. Fui como un seminarista espectador porque en ese momento, para mí, era el pecado que desfilaba, era la inmoralidad. Era todo lo oscuro.
Fui entendiendo gracias a mucha gente maravillosa, a amigos de la diversidad que fueron la mayor bendición que pude tener en todos lados. Por eso cuando me hablan de diversidad, yo siento que es luz, porque hay que llevar luz en lugares donde hubo mucho dolor, discriminación, estigma, rechazo.
Una de esas personas fue Estela Carrizo (su líder espiritual y referente). También Julio César Aguilera y mi obispo (Banderas), que entendió mis derechos. Los derechos no pueden no estar y la religión no puede imponer y decir si este derecho se cumple o no. Hoy estamos en un proceso de reflexión. La Iglesia pidió perdón, pero no sólo basta con pedir perdón. Hace falta reparar tanto daño donde se violentó y adoctrinó a tanta gente.
Por eso entendí que tenía que entregarme mucho más. No tengo ningún temor en decir que soy un hombre gay, un hombre sacerdote y un hombre de servicio a los demás.
-¿Y cómo llegó la militancia activa en favor de los derechos de la diversidad?
-En Bolivia conozco a Estela Carrizo (de la Red de Personas Viviendo con VIH-Sida). Ahí nos damos cuenta de que había grandes vulneraciones de los derechos de la diversidad sexual y, sobre todo, de las personas que son portadoras de VIH. Hay que trabajar la espiritualidad, pero también hay que hacer incidencia política donde se conquisten más derechos. Eso hace un buen líder espiritual.
Cuando Estela vuelve a Mar del Plata, arma la red marplatense y trabaja mucho. Yo apoyo en lo que puedo. Pero sé que te puedo hablar de Dios, pero si te suena la panza, tengo que hacer algo. Los líderes tiene que acompañar, sobre todo, a los más excluidos. A esos cuerpos que fueron realmente violentados, por ser mujeres, negros o indígenas. ¡Cuántas cosas nos quedan por reparar!
Me voy a sentar con todos los que van a hacer el bien a los demás porque en todos lados se han vulnerado derechos.
-En la actualidad, ¿cómo ves el escenario social para las personas de la comunidad LGBTIQ+?
-A la última Marcha del Orgullo (en Buenos Aires) la vi por televisión porque estaba en Salta. Y allí veía como se celebraba la visibilidad. Me recordó como era Daniel Ruiz en esa primera marcha y supe que después de tantos años hay que celebrar, porque se ha conquistado el derecho a la visibilidad. Es un derecho porque nos pusimos en primera línea, más nuestras compañeras trans.
Entonces hay que seguir festejando, después nos sentamos y seguimos reflexionando porque aún nos falta la Ley Integral para las compañeras trans, una nueva ley de atención del VIH Sida, un efectivo cumplimiento de la eduación sexual integral. Este año se cumplen 16 años de la ESI, ¿y en cuántas escuelas se da cumplimiento real? Son contadas, a pesar de las leyes que tenemos.
-Argentina es vanguardia en la ampliación de derechos, en especial, a las personas de la diversidad. Sin embargo, aún no se aplican de manera efectiva, ¿por qué pensás que es eso?
-Porque no hay muchos lugares en el Estado donde estas personas que han sentido las violencias en sus cuerpos y que están capacitadas, estén presentes. Es mucha la gente capacitada y hay que ponerla en esos lugares estratégicos. Cuando hablaba con Marlene (Wayar, en Tilcara), me decía para mis adentros que era una bendición tenerla en lugares claves.
Es la primera vez que tenemos un Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, y es algo maravilloso porque ahí hay luz. Tenemos que seguir trabajando, pero qué bueno que personas que están capacitadas y en sus cuerpos han vivido todo, quieran ser parte de ese cambio. Aplaudo al gobierno que tenga en cuenta a las personas excluidas, como también, cuestiono a los gobiernos que no cumplen. Hoy aplaudo.
De esa primera Marcha del Orgullo a la que asistió, y en la que fue un mero espectador, Ruiz Díaz pasó a organizarlas en Bolivia, lugar que lo recibió hace 25 años y a donde espera volver el año entrante.
Otra Iglesia es posible
-¿Qué podés decir sobre la actuación de la Iglesia cuando se habla de la inclusión y trato a la comunidad LGBTIQ+?
-Siempre nos dimos cuenta de que la diversidad ha estado presente y mi participación humilde es llevar un poco de luz porque no existe un Dios que castiga. La Iglesia ha usado textos fuera de contexto para discriminar, rechazar y excluir. Nosotros queremos cambiar y aliviar eso.
(En Tilcara) se me acercó el sobrino de una compañera trans y me dijo: "Usted le hace tanto bien a mi tía". Fue hermoso porque yo sólo abrazo y escucho lo que quieran compartirme.
-¿Cómo pensás que debe ser esa escucha por parte de la Iglesia?
-Para mí, en pocas iglesias hay realmente una apertura sin prejuicios. Por eso pienso que la escucha tiene que ser activa, paciente y poniéndome en los zapatos del otro. Tiene que ser una escucha amorosa. Estos días (por el Festival de Encuentros Mágicos) fueron de escucha. Los niños en estos días nos han enseñado un montón. Cuánto dolor podemos aliviar con un instrumento de paz y amabilidad como el abrazo.
Tenemos que ser personas que abrazan con alegría y sin prejuicios. La Iglesia debe ser eso, porque hoy la Iglesia sigue excluyendo a la mujer. Por ejemplo, se presentan situaciones donde no las dejan comulgar porque son divorciadas.
Todo el mundo habla de la libertad y el crecimiento interno y espiritual, pero cuando en verdad ven a alguien libre de dogmas y prejuicios, se espantan, se asustan y excluyen. Entonces hay que reducir la brecha entre lo que pensamos y hacemos. Hay que reparar ahora tanto daño. Por eso, para mí, Encuentros Mágicos es un trampolín porque es una luz en un lugar tan lejano en nuestra querida Argentina.