“Una más y no jodemos más”, reza el cantito que usa el público fervoroso para pedir bis en los recitales, pero bien podría haber sido el soundtrack de la platea del mundo en 2013, cuando Hayao Miyazaki anunció su retiro. Hay una pausa eléctrica que se hace larga pero es corta, y todo se define cuando se prenden las luces, y hay que irse tristes a casa, o vuelve a levantarse el telón, y sigue la fiesta otro rato. El realizador japonés, uno de los creadores del Estudio Ghibli, anunció la semana pasada que sigue el encuentro mágico con su obra durante una película más.

El viaje de Chihiro (2013)

Miyazaki brinda desde hace décadas, como realizador, un universo personal, extraño y maravilloso con obras de animación tradicional como, entre otras,  El viaje de Chihiro (2013, Oscar a la Mejor película de animación) y Mi vecino Totoro, que aunque se  estrenó en Japón en 1988 llegó a Occidente a mediados de los 90 y, contra todos los pronósticos, cambió el destino trágico que enfrentaba el Estudio Ghibli y hoy es un clásico, considerado por muchos como la mejor película animada de la historia.

Mi vecino Totoro (1988)

Así, mientras la industria apostaba por la animación computarizada, el japonés permaneció fiel a su forma de contar historias. Y dio muchos frutos. Ponyo en 2008 o El castillo ambulante en 2004 son algunos de sus tantos otros éxitos, más mainstreams o más de culto, con los que el público del mundo se acostumbró a vivir. Entonces, en una rueda de prensa retransmitida por streaming en la web japonesa NicoNico, Miyazaki anunció hace tres años que estaba cansado.  Y que basta. Que se retiraba.

Ponyo (2008)

Aunque desde Princesa Mononoke (1997) que viene amagando con el adiós, aquella última despedida había sido la más definitiva. “Sé que he dicho muchas veces antes que me retiraría, así que sé lo que muchos de ustedes están pensando, ‘oh, otra vez’. Esta vez es de verdad”, dijo entonces y habló de su vista, que había empeorado, y que eso le dificultaba mucho seguir dibujando. Eso es porque siempre fue un defensor a ultranza del trazo a mano y sólo permite un 10 por ciento de imágenes realizadas por computadora en sus películas. Sí, eso implica que cada entrega sea realmente una entrega, ya que es él, frente a un equipo, quien dibuja, en una mesa, más de 80.000 cuadros para cada film.

Princesa Mononoke (1997)

"Seré libre. Me gustaría hacer algo más”, había dicho entonces, cuando explicó que se iba a dedicar a otras cosas, pero ahora dio marcha atrás. Está confirmado que va a haber una más, para que no  jodamos más, pero también por su satisfacción personal. Y no es indecisión o histeria. No. Es un proyecto que daba vueltas por su cabeza desde hace más de 20 años y que ahora va a salir al mundo, para felicidad de tantos, incluida la suya.

Entonces sí, la próxima, en la que ya está trabajando, va a ser su última película. Se llama Kemushi no Boro (Boro la oruga) y Miyazaki lo confirmó el domingo pasado durante un programa especial emitido por la cadena pública japonesa NHK. El director estaba realizando el corto sobre esta historia para el museo de Estudio Ghibli en Tokio, un trabajo para el que por primera vez usó herramientas digitales en la totalidad del film. Y claro, obviamente, el maestro analógico no quedó contento con el resultado, por eso prefirió volver a empezar de cero y, ya que estaba, que sea un largometraje.

Cómo va a ser la última de Miyazaki
Es un cimbronazo, toda una noticia, que el analógico Miyazaki pase al digital. Sin embargo, para su nueva película, y con la que sí pretende retirarse, va a dejar atrás la animación tradicional que militó toda su carrera y va a usar CGI (imágenes generadas por computadora). Porque es cierto que está cansado, como anunció hace tres años, y que cada vez abandonaba su mesa de trabajo un rato antes. Otra novedad que diferencia a Boro la oruga del resto de la obra del japonés es que en principio no se va proyectar en salas tradicionales, ya que se mantiene firme en la idea de que se estrene en el Museo Ghibli, en 2019.

“Aún no se lo he dicho a mi mujer. Soy consciente de que puedo morir a mitad de camino de terminar el film, pero estoy firmemente convencido de hacerlo”, cuenta Miyazaki en el documental, lejos de toda tragedia, casi como si fuera uno de sus personajes.“Es mejor morir mientras estoy en eso que morir sin hacerlo”, reflexiona con su sonrisa totoresca, su mirada divertida tras los anteojos clásicos y dice que mientras dibuja con una tablet cerca de los miembros más jóvenes de Ghibli, pasó de verse a sí mismo como “un viejo jubilado” a “sentir que resucitaba”.

Así que habrá un bis, como mínimo, del juvenil y modernizado director japonés de 75 años, Hayao Miyazaki. Porque todo parece indicar que es él, también, el que le pide a sus espíritus del bosque una más, y no jodemos más.